13 JENARA

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Actualmente me encuentro en un castillo de naturaleza considerablemente distinta a la de mi reino natal. Aunque experimento la añoranza de mi hogar, me he visto compelido a entablar una especie de pacto con el príncipe del Reino de la Luna Eterna. En parte, esta decisión tiene sus fundamentos lógicos, y de hecho, fue una propuesta inicialmente concebida por mí. Por ende, carezco de justificaciones para expresar inconformidad; no obstante, persiste una leve sensación de incertidumbre.

Nunca había compartido tiempo con un caballero desde mi anterior relación. Sin embargo, no es solo esa razón lo que me perturba, sino la innegable conexión que percibimos entre nosotros. Es difícil de explicar, pero cada vez que coincidimos, mi corazón se acelera, mis sentidos se agudizan y me siento excepcionalmente vulnerable. En ocasiones, desearía no haber cruzado caminos con él, aunque reconozco que me salvó la vida, lo cual le debo en parte. Mi trato hacia él ha sido hostil durante la última semana debido a su conexión con el reino enemigo, aquel que no brindó apoyo a mis padres en la batalla contra las Parcas hace ya dos siglos. Aunque eso pertenezca al pasado, aún albergo cierta nostalgia, más de lo que quisiera admitir. Sin embargo, prefiero no ahondar en tales pensamientos.

Ahora mismo; desempacar mis cosas  se ha convertido en una prioridad. Las doncellas de Gonza me han escoltado hasta su residencia, y solo espero que su comportamiento sea apropiado. Al llegar, me ha recibido cortésmente y, sin previo aviso, ha anunciado que me quedaría a pernoctar en su habitación. En un castillo de estas dimensiones, suponía tener un espacio designado para mí, pero parece disfrutar incomodándome y poniendo obstáculos. 

Al principio, intenté rechazar su ofrecimiento, pero comprendí que hacerlo comprometería el pacto que nos une, así que no me quedó más opción que aceptar. Solicité un breve lapso para acomodar mis pertenencias y discretamente organizar mis cosas personales, desde prendas íntimas hasta objetos preciados como mi libreta. También dispuse mis artículos de aseo en el baño.  Una vez ordenado, opté por un vestido de seda y unas pantuflas proporcionadas por los mayordomos de Gonza. Acto seguido, desempaqué mis pertenencias, coloqué algo de ropa en los cajones de su armario y organicé mi espacio.  Dejé la espada en un rincón de la habitación, mientras que mi libro, imprescindible para mí, lo dejé a mi alcance en una pequeña mesita de noche. Es una peculiaridad, pero resulta reconfortante para mí. Una vez que todo se encuentra en su  lugar siento que puedo descansar.  Sin embargo; el lado izquierdo sigue siendo inusitado para mí. Se puede decir que soy bastante maniática en ciertos sentidos.



Después de terminar, estoy bastante exhausta, me entra el sueño enseguida pero todavía tengo que cenar con Gonza y su padre así que no me queda más remedio que aguantarme. Me dirijo hacia la venta y observo las vistas del reino. Es un reino muy diferente al mío.  Una ola de nostalgia inesperada me invade, y siento cómo las lágrimas descienden por mis mejillas. Los recuerdos de mis responsabilidades en la habitación me abruman, y una sensación de apretado nudo en el estómago se apodera de mí. Haciendo acopio de fuerzas, le indico a Gonza que puede entrar, consciente de mi estado visible. 

Trato de disimular las lágrimas, aunque mi tono de voz revela cierta determinación, temo que haya percibido mi fragilidad. Penetra en la habitación con delicadeza. Avanzando hacia mí, realiza un gesto que me toma por sorpresa. Gonza se aproxima y, notando mi estado, me abraza con sus brazos robustos. Al principio, me siento algo incómoda e intento alejarme, pero su cálido abrazo me brinda una sensación hogareña. Borro con cuidado una lágrima a punto de deslizarse por mis ojos enrojecidos. Me empieza a temblar el labio.

Estamos abrazados así unos segundos,  para mí se hacen dos minutos, me siento muy bien siento el calor de su piel y por un momento, dejo de sentir esa ansiedad y esa angustia. Por primera vez en muchos años siento que mi ansiedad no está; como si el nudo de mi garganta se esfumara y mis sentidos sintieran liberación. Me siento como si estuviera en un lugar de luz y color. No sé que hace este chico para hacerme sentir así pero enseguida unas mariposas empiezan a revolotear en mi estómago, sé que es una locura pero es como si estómago se revolucionara, mi corazón está latiendo a una velocidad de doscientos por hora y me da miedo que se dé cuenta. 

Entre reinos rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora