25 JENARA

2 0 0
                                        

Me despierto después de 10 horas durmiendo, la verdad es que estaba agotada, todas las noticias se habían acumulado en mí y me me hacían sentir confusa. Cuando abrí los ojos, ya era de día. Supuse que había dormido más de 10 horas o así porque Gonza estaba allí. Estaba con los ojos abiertos mirando al techo sumido en sus pensamientos. Quería decir algo pero no articule ninguna frase. Simplemente nos miramos. Esta vez me miró de una manera diferente como si algo estuviera mal entre nosotros. Como si algo hubiera cambiado de repente. Sé que éramos de reinos distintos pero ambos sabíamos que eso era pasado y que teníamos que olvidarlo.

Hice un ademán de preguntarle que le ocurría aunque sabía que si le preguntaba probablemente me daría una respuesta vaga e incluso me mentiría.

Así que bueno no quise molestarle más y nos quedamos los dos en silencio. Un silencio incómodo. Bajamos a desayunar pero cada uno sin intercambiar palabra; está situación era más incómoda de lo que había pensado. Me pasé toda la tarde haciendo deberes reales, salí un rato por el jardín para que mi mente pudiese despejarse y me di cuenta de algo que nunca me había dado cuenta. El padre de Gonza quería separarnos por alguna razón mi intuición me decía que había sido él el que había liado todo este lío. Por algún motivo nos quería separar.

Estuve investigando en la biblioteca cuando nadie miraba; la guardia estaba demasiado distraída haciendo sus tareas así que fue mi momento para descubrir la verdad. Pero cuando estaba en la biblioteca intentando encontrar respuestas; alguien me atacó y me dejó inconsciente. Es como si supiera que había ido allí. Un resplandor fulgurante inundó el cielo, y de repente, un destello cegador se reflejó en un cristal. Alcé la vista y, en un fugaz instante, mi mente se nubló, los recuerdos se difuminaron como si fueran briznas de niebla llevadas por el viento.

Luché por comprender el entorno que me rodeaba pero no conseguía acordarme de nada. La biblioteca me daba vueltas y cuando miré por la ventana los árboles danzaban con la suave brisa, pero no evocaban recuerdos. Las risas infantiles, los colores del reino, los rostros amados... todo se había desvanecido como si nunca hubiera existido.

Entre el desconcierto y la inquietud, me sentí sobre un sillón que había allí sumida en la desorientación. Cada palabra, cada rostro, cada emoción conocida era ahora una sombra indistinguible.

Sin embargo, mientras trataba de reavivar sus recuerdos, una figura se perfiló entre los árboles. Era el rey Tiberius, con su porte majestuoso y su mirada imperturbable. Se acercó con gesto afable, pero un destello sutil en sus ojos indicaba algo más.

"Jenara , ¿estás bien?" preguntó el rey, llamando a la princesa.

Jenara, desconcertada por aquel nombre, asintió dubitativa. Tiberius aprovechó la confusión para entrelazar sus dedos con los de ella, y un extraño cosquilleo de familiaridad se deslizó por su mente.

Durante los días siguientes, el rey la acompañó, explicándole detalles de su pasado juntos, tejiendo un relato alterado, tergiversando la verdad. La princesa, sin la certeza de su historia, comenzó a albergar un resentimiento sordo hacia Gonza, el príncipe de su reino, a quien ahora veía como un extraño intruso.

El control sutil de Tiberius sobre la mente de Jenara sembró semillas de discordia en su corazón, encerrándola en un ciclo de desconfianza y odio hacia aquellos a los que una vez amó.


Estuve varias semanas sin hablar con Gonza y sentí como si no nos conociéramos de nada. Estuve semanas esquivándolo debido a la horrible confusión y entonces me di cuenta de que era un intruso y que había sido el culpable de todo lo que había pasado en el reino.

Mi enfado fue aumentando por momentos e incluso me olvide de quién era el verdadero enemigo. Sentí como si no supiera donde estaba, cual era mi lugar y no entendía porque estaba en ese horrible castillo. De hecho estuve unos días pensando que mi verdadero amor era Damián mi ex pero por suerte todo cambió cuando Gonza descubrió que algo malo había pasado. Sentía que yo no era la misma.

Entonces después de una semana y media de desprecio y de malas contestaciones me llevó a una curandera que él conocía. No sabía como había sido posible que aguantara tanto después de los gritos, de las malas contestaciones y sobre todo el odio generado durante esas horas. Me llevaron a la curandera, allí me ataron porque oponía resistencia e incluso casi le meto un puñetazo a uno de los guardias que intentaba a defender a Gonza. Cuando volví a recordarlo todo. La pelea que habíamos tenido, el tiempo que habíamos pasado juntos, los sentimientos que estaban floreciendo y sobre la verdad sobre la muerte de la madre de Gonza volvieron a mi mente. Inconscientemente una de mis lágrimas cayó por mis mejillas y entonces le di un abrazo enorme, ahora mismo estaba agradecida de que me hubiera salvado la vida. De que me me hubiera hecho recordar todo de nuevo.

Después de lo sucedido y de darle las gracias a la curandera , regresamos al castillo pero acordamos que lo mejor sería que fingiéramos que yo seguía teniendo perdida de memoria y que odiaba a su hijo. Le conté lo que había pasado y como si conociera a su padre de toda la vida intuyó que había sido culpa de su padre. Él me preguntó que si me quería ir que lo hiciera para que no volviera a hacerme daño pero insistí en quedarme y en cumplir con el trato. Además teníamos que arreglar los problemas porque desde que le conté lo de su padre, nuestra relación se había vuelto un desastre.



Entre reinos rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora