Capítulo cuatro

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Harry conoció a Alec gracias a su trabajo. Alec estaba molesto porque, aunque no entraba dentro de sus funciones recibir al diseñador de interiores que se iba a encargar de la nueva oficina, había tenido que responsabilizarse de esa tarea. Se suponía que Alec solo tenía que guiarlo, permitir que tomara un par de fotos y unas cuantas medidas. Su encuentro no tenía por qué acabar con un café e intercambiando sus números de teléfono, pero lo hizo.

Siempre recordaría la primera vez que vio a Alec, quien iba distraído mirando algo en una tablet, con un bolígrafo en una mano y rascándose la frente con una expresión de fastidio, la cual cambió cuando alzó el rostro y lo vio. Harry estuvo seguro de que a él también se le había notado. Ambos se habían gustado desde el primer momento, Alec se lo confesó meses más tarde. Le había dicho que aquel día había agradecido infinitamente que su jefa abusara de su confianza y le encasquetara lo de recibir al decorador «solo un momento».

Lo primero que a Harry le llamó la atención fueron sus ojos azules, rostro anguloso y sonrisa contagiosa. Su semblante se iluminaba de manera indescriptible cuando sonreía, así que fue en la segunda cita cuando supo que había caído. Enamorarse de Alec fue simple. Era sencillo, entregado, tímido solo al principio y luego apasionado. Encajaron desde el primer momento y cualquiera de sus historietas le apasionaban. Le gustaba todo de él y su relación empezó tan fácil... Con Alec todo había sido natural, incluso el replantearse el transcurso de su vida cuando murió. Cuando dejó de encontrarlo.

Hasta aquel momento.

Porque podía jurar que lo estaba viendo, por muy imposible que pareciera. Aunque llevara maquillaje, aquellos ropajes y una peluca. Aunque estuviera bailando de una forma en la que él jamás le había visto.

Se parecía a Alec. Era como Alec.

—Harry. —Fue la voz de Niall la que pronunció su nombre. Le estaba apretando con más fuerza la mano que a su vez se aferraba a la butaca.

Fue consciente de que jadeó antes de atinar a mirarlo. Se llegó a fijar en que Roxy buscaba sus ojos. La expresión de ella también estaba descompuesta.

Harry llevó de nuevo su vista al bailarín. No quería ni podía dejar de observarlo.

Enfocaba con desespero su rostro, ignorando la obra y todo el argumento. Era como si hubiese olvidado qué hacía allí, pues la música de repente molestaba, al igual que el resto de las personas y sus movimientos.

Sus ojos barrían el escenario. Seguía su silueta mientras tragaba saliva, sabiendo que los latidos de su corazón se habían sincronizado con el nudo enorme que lo asfixiaba apretando su garganta.

Escuchó cómo personas a su alrededor le chistaban, pero no le importó. Ignoró todo. El bailarín seguía en el escenario. No podía ver sus ojos, pero necesitaba confirmar que eran azules. Tenían que ser claros y azules. También quería ver su pelo, no lo podía distinguir con aquella peluca negra. Necesitaba saber si era de un rubio oscuro y si se lo peinaba hacia atrás. Necesitaba saber la redondez exacta de su nariz, si su altura era como la suya y si sus manos también eran largas.

Harry estaba hipnotizado con sus gestos. Danzaba, corría por el escenario y daba saltos de una forma tan elegante que arrebataba la respiración.

Su cuerpo, definitivamente, sí era diferente. Se intuía uno atlético, con unos bíceps marcados y un cuello ancho. Alec no tuvo nunca aquel tipo de cuerpo. Alec era más menudo, más despreocupado.

Harry pestañeó cuando la melodía cambió, al igual que los colores y la dirección de los bailarines. El único al que seguía salió de escena y el telón se comenzó a bajar. Escuchó un par de aplausos y se volvió a ir hacia adelante, desesperado por seguir al bailarín.

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