Capítulo diez

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A las 9:29 p.m:
Odio no ser puntual, pero nos hemos liado en vestuario y nos han cerrado la mitad de las duchas por una avería! Estoy ahí en diez minutos, lo prometo.



Louis se lio al soltar el móvil e intentar enchufar el secador de pelo. El aire caliente del escandaloso aparato le dio en la cara y entrecerró los ojos apuntando a su cabello mojado. Aquel sábado, fin de jornada de la obra de Don Quijote, había sido caótico entre bambalinas. Hubo algún fallo de vestuario y un bailarín lesionado a último momento. Por supuesto, salvaron la función y ninguna persona del público fue testigo de lo que pasaba tras el telón y los decorados.

Ya pasaban de las nueve y media, así que Louis estaba ligeramente apurado. Maldijo frente al espejo que el remolino que tenía en un mechón de pelo que le caía en la frente no colaborara en su intento de peinado. Se cepilló con dos tipos de peine y se pulverizó un poco de laca. No estaba del todo satisfecho con el resultado, pero era mucho mejor que dejarlo secar al aire. Se colocó el cuello de su chaqueta vaquera y estiró la camiseta negra que llevaba debajo, a juego con un pantalón del mismo tono. Aquella mañana se había preocupado de meter una muda de ropa acorde a la ocasión.

Mientras corría por los pasillos, con su bolso resbalando por el hombro, miró su móvil. Había vibrado hacía un rato.



Harry Styles. A las 9:29 p.m:
No te preocupes! Yo ya estoy por aquí. Quieres que vaya pidiendo algo?



Louis tecleó la respuesta con una sonrisa.



A las 9:38 p.m:
Llevo toda la semana pensando en las croquetas de la otra vez.


Harry Styles. A las 9:38 p.m:
Hecho!



Salió por el acceso de personal del teatro mirando a ambos lados de la calle y cruzó manteniendo la respiración; ignorando un nudo repentino en la boca de su estómago. Estaba levemente nervioso y con ganas de aquel encuentro.

Harry y él se habían intercambiado algún mensaje más durante la semana. Louis contestaba cuando los veía o, en su defecto, recordaba que los había recibido. Eso creó que tuvieran una conversación que se alargaba en el tiempo, sin un día comenzándola o acabándola de por medio. Louis llegó a mandarle una foto de las barras de un estudio de ensayo y Harry la de unos planos que en absoluto entendió. Hablaron del tiempo, del tráfico de Londres y de algún dato banal más sobre vinos. Louis era consciente de que la responsabilidad de que la conversación no fuera más profunda era de él. Porque hablar con él por mensajes, en sí, era complicado ya que no era un aficionado especial al intercambio de textos.

Porque en realidad prefería aquello. Estar abriendo la misma puerta de la misma cafetería de hacía una semana. Prefería encontrarse a Harry dos mesas más atrás que la otra vez. Aquella noche la cafetería estaba más atestada de gente.

Harry lo saludó con una mano y se levantó. Louis se aferró al asa de su bolso y caminó hasta él.

Pensó de forma automática que iba guapísimo. Estaba afeitado, a diferencia de la semana pasada que llevaba una barba recortada. Se veía fresco, con sus gafas de vista sobre el puente de su nariz y un rizo corto cayendo en su frente. Llevaba una camiseta blanca con un bolsillo en la parte izquierda y un pantalón en un tono ocre. Le gustaba su estilo.

—Hola, Louis —pronunció cuando ya estuvo frente a él.

—Siento la tardanza.

Ambos sonrieron y Harry se movió para saludarlo. A Louis se le escurrió el asa de su bolso del hombro mientras se daban un beso en la mejilla. Harry también sostuvo durante dos segundos un toque en su brazo.

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