Capítulo veintisiete

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"... para el público, El Lago de los Cisnes no es solo una obra de arte, sino una experiencia transformadora que captura la esencia de la belleza, la tragedia y la redención a través del lenguaje universal de la danza. Estamos seguros de que cuando los espectadores salgan del teatro se llevarán consigo recuerdos imborrables de una obra maestra atemporal que resonará en sus corazones mucho después de que las luces se apaguen y el telón se..."

Louis respiró hondo, terminándose de adentrar en el camerino. Maya estaba allí, aguantando estoica los aproximadamente cinco kilos de hielo que llenaban la palangana en la que tenía sumergidos sus pies. Ella sonrió al verlo llegar y él bloqueó la pantalla de su teléfono móvil.

—¿Qué estabas leyendo? —le preguntó.

Louis sonrió y sacudió la cabeza. Sin duda, ella ya lo conocía lo suficiente. Siempre hacía lo mismo en cada estreno, a pesar de que las recomendaciones de sus colegas fueran que no leyera nada de las expectativas y las críticas de la obra.

—The Evening me etiquetó...

—¡Lo sabía! A mí también. Se excedieron en la parte de los corazones, la verdad. ¡Qué cursis!

The Evening era un medio británico que mantenía una buena relación con el Royal Opera House. Sus noticias eran bastante variadas, en ocasiones extravagantes, pero nunca faltaba una mención en su sección de entretenimiento y cultura. También eran los más descarados en las redes sociales.

Louis miró a Maya, volvió a reír y sacó nuevamente su móvil. Lo desbloqueó, entró en la aplicación y buscó la publicación para indicar que le gustaba. La nota que hablaba de la andadura de la compañía británica en Canadá acumulaba miles de me gusta.

Y toda aquella expectación, incluso en su país, era porque el día del estreno había llegado. Comenzaban en Toronto, en el imponente Four Seasons Centre. Louis se acercó a Maya y le dio un beso en uno de sus hombros mientras ella contraía el rostro mientras movía sus pies. El método era eficaz; la crioterapia aceleraba la recuperación, reducía la inflamación y evitaba lesiones, pero también era ligeramente dolorosa.

Estaba acostumbrado a verla así, cargando con bolsas de hielo y baldes de agua. Su nueva profesora de pilates era la que la controlaba. Louis ese día se sentó a su lado y se dedicó a observarla a través del espejo del tocador.

Habían sido meses muy largos. También duros. Louis aún tenía la sensación de haber llegado a aquel país ahogado, concibiendo su tierra y salas de ensayo como un bote salvavidas. Maya también se había convertido en una persona muy importante en la que apoyarse. Al principio echó tanto de menos a Lili y a sus hermanas que se echaba a llorar solo por eso. Un día la bailarina lo sorprendió limpiándose las lágrimas en el baño y simplemente lo abrazó, empatizando con él y compartiendo la manera en la que ella también echaba de menos a los suyos.

Maya también sabía lo de Jack, lo de Mario... La línea tan fina que había entre eso y que él finalmente fuera uno de los seleccionados para la gira canadiense. Los nombres de ambos resonaban desde su trabajo en El Cascanueces, pero la perspectiva de poner distancia para terminar de sanar y permitir reestructurar la compañía, tenía todo el sentido del mundo. La propia Patricia le había dedicado una carta, mostrándole su apoyo y confianza al ser uno de los representante del Royal Ballet en aquella colaboración. También le había mencionado un contrato indefinido cuando acabara la gira y volvieran a Londres. Louis aún no le había contestado.

Había decidido en los últimos meses que solo quería tener la cabeza centrada en el futuro más inmediato, y eso solo se traducía en ser Sigfrido en El Lago de los Cisnes. Los ensayos habían sido duros y exigentes; Louis no se permitía ni un fallo ni una desconcentración. Maya era la única que tenía la capacidad de pararlo cuando estaba exhausto, sudoroso y enfadado consigo mismo por haber fallado en algún movimiento. Sucedía poco, pero cuando pasaba Louis los repetía hasta desfallecer si fuese necesario. En una de esas tardes, con la ansiedad apretándole la garganta, también le contó a Maya lo de Harry. Le contó por qué no quería tener tiempo libre o dejar de centrarse las veinticuatro horas del día en la obra. Le confesó que no quería recordar, ni pensar, ni sentir. Maya en ese momento también lo abrazó y no le pidió que parara, ni siquiera le dio un consejo. Solo se quedó a su lado, pidiéndole que siguieran ensayando, los dos juntos, aunque un poco más despacio.

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⏰ Última actualización: Aug 18 ⏰

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