Capítulo doce

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—¿Adónde vamos?

Harry estaba sonriendo. Le resultaba extraño ir de copiloto en su propio coche, pero cuando se le pasó por la cabeza hacerle la propuesta a Louis, lo consideró una buena idea.

Porque Louis conducía. Y lo hacía bien, parecía disfrutarlo. Le preguntaba con prudencia las salidas, ponía los intermitentes y bufaba cuando tenía que adelantar a algún ciclista que no circulaba correctamente por la vía. También había alabado su coche y toqueteado el salpicadero, alucinando con la opción de asientos calefactables. Aquel día no hacía frío, así que no fue necesario activarla.

Louis en lo único que insistía era en saber el sitio a dónde irían, pero todavía no quería revelárselo.

—Aún quedan cincuenta minutos.

—No es eso lo que te he preguntado...

—No, pero es lo único que te voy a contestar.

Louis arrugó el entrecejo y siguió centrado en la carretera. Adelantó a un par de vehículos antes de volver a su carril al tomar la autovía.

—Al menos pon música —le dijo señalando la pantalla del navegador de abordo.

—Claro. ¿Qué emisora?

—¿Qué emisora? —repitió su pregunta confuso.

—Sí, de radio.

—¿De radio? Me refería a poner música en Spotify. Alguna lista de reproducción...

—Oh, es que no uso de eso.

—¿Qué?

—No tengo. —Se encogió de hombros—. Si voy en el coche pongo la radio.

—¿Y cómo sobrevives a tu día a día sin escuchar música?

Harry se rio y lo miró.

—Aunque te parezca raro, los que no somos artistas sobrevivimos sin música.

—Tú también eres artista. —Sacudió la cabeza—. ¿No escuchas música cuando diseñas?

—Siempre he preferido el silencio, me concentro mejor.

—Yo creo que no hago nada sin música. ¡Y menos conducir! Anda, toma. —Sacó con facilidad su móvil de un bolsillo del pantalón y se lo ofreció—. El código es veintiocho ochenta, pero ve primero a ajustes y conecta el Bluetooth.

Harry parpadeó con el móvil de Louis en la mano. Lo miró a él, a la carretera y de nuevo al aparato. Tecleó el código que le había mencionado y se desbloqueó. Tenía un fondo de color gris y pocas aplicaciones en la pantalla. También la barra de notificaciones atestada. Hizo lo que le dijo, activó el Bluetooth y lo conectó con el de su coche. El navegador de abordo anunció pronto el enlace y Louis sonrió triunfal.

—¿Pongo algo de Tchaikovsky? —bromeó Harry y el otro abrió la boca.

—¡Embustero! —rio—. Una playlist de viaje en carretera estaría bien.

Harry miró al aparato aparentando menos confusión. Entró en la aplicación de música y, confiando en lo intuitiva que era la interfaz, encontró una lista de reproducción con el mismo enunciado que había pedido.

Una canción comenzó a sonar. Louis subió el volumen y no tardó en tararearla. Harry sonrió y dejó el aparato en un compartimento del salpicadero.

Notó la mirada de Louis sobre él.

—No me digas que...

—¿Qué?

—... No te la sabes.

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