La búsqueda de la perfección es un viaje interminable, Louis.
El tono exacto de una de sus profesoras de Elmhurst vino a su cabeza y sonrió frente al espejo. Sus años en Birmingham fueron tan felices que a veces tenía la necesidad de recordar las largas tardes de ensayo. Louis nunca fue de los que se conformaba solo con buenos pases.
Aquella tarde, en Londres, se encontraba en uno de los estudios del Paul Hamlyn Hall. La luz del sol se filtraba por las ventanas, bañando la sala y creando un ambiente agradable. Su figura esbelta se abrazaba a un traje de ensayo ajustado.
Aún no había llegado Francis, tenía clase magistral con él, así que se había propuesto perfeccionar alguno de los pasos más exigentes de su repertorio antes de la hora. En el amplio espacio del estudio había más bailarines, cada uno enfocado en sus pasos y estiramientos individuales.
Louis comenzó con un plié profundo. Sus piernas se extendieron y flexionaron. Cada músculo de su cuerpo estaba comprometido, desde los trabajados de las piernas hasta los más delicados de los dedos de los pies. Luego se movió a los développés, elevando la pierna derecha con elegancia mientras la izquierda permanecía firmemente en el suelo. Su mirada se mantenía fija en su reflejo en el espejo, buscando la línea perfecta y la extensión completa de su extremidad.
Los siguientes pasos eran aún más exigentes: fouettés. Louis se preparó a conciencia, sabiendo que las miradas de un par de compañeros se posaban sobre él. Sus brazos se levantaron en quinta posición y sus pies giraron con rapidez, en actos de puro equilibrio y fuerza. Podía sentir la tensión en sus músculos abdominales mientras rotaba una y otra vez.
El sudor comenzó a perlar su frente, pero no se detuvo. Se movió hacia las barras, donde practicó un arabesque manteniendo una línea perfecta desde su mano extendida hasta su pierna elevada. Su concentración se fijó en un punto de su reflejo mientras ajustaba la posición.
Aquel día Louis recordaba especialmente a su profesora porque, precisamente, no era una persona indulgente consigo mismo. Era un bailarín que practicaba hasta la saciedad, perfeccionando cada detalle. En sus esquemas, cada paso debía ser ejecutado con precisión y cada movimiento debía tener la gracia y la elegancia exacta. Louis, jamás, aceptaría menos que la excelencia.
El tiempo pasaba y sus sentidos se envolvían con la música de Tchaikovsky que emitían sus auriculares inalámbricos. Sus pasos se volvían cada vez más fluidos; su reflejo en el espejo danzaba.
Solo se detuvo cuando una bailarina se posicionó detrás suya, haciendo gestos con sus manos.
—¡Hola! —le dijo Louis a la chica, apresurándose a quitar ambos auriculares tras jadear—. Perdona.
Ella sonrió amplio. Era Maya Vega, una bailarina argentina y principal de la compañía. Hacía de la princesa Aurora en La Bella Durmiente.
—No te preocupes. ¡Veo que vas muy bien! Me preguntaba si harías conmigo unos promenades...
Louis pestañeó.
—¿Qué? ¡Claro! Claro, vamos.
Louis la admiraba, por supuesto que para él era un honor el tan solo compartir espacio con ella. Llevaba más de diez años en la compañía.
Maya rio animosa mientras se dirigían al otro extremo de la sala.
—Gracias. ¿Sabes? Eres mi Carabosse favorito. Te lo dije el primer día, pero cada día luces más sublime.
Louis notó ponerse colorado y se intentó peinar a tientas el pelo que le caía en la frente.
—Oh, por favor, ¡muchísimas gracias! Que eso venga de ti es sencillamente... Guau, gracias.
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Doppel
FanfictionHarry perdió al amor de su vida, Alec, de una forma trágica, convirtiéndose en un hombre autómata y desolado. Louis llegó a Londres movido por su única pasión: el ballet. Cuando se cruzan, Harry se da cuenta de que no solo la mirada de ojos azules d...