Capítulo veintidós

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—¡¿La forma en la que me tuve que contener para no llamarlo Don Mandíbula?! Poco hemos hablado de eso.

—Me lo dijiste desde la comida.

Se rio por la forma en la que Lili hizo una mueca. Estaban en la terraza del teatro, compartiendo un rato de descanso acompañados de unas tazas de café.

—Es muy guapo.

—Lo es.

—Tú también lo eres, pegáis un montón. —Le dio otro sorbo a su taza y mordió una galleta. Lili nunca pedía sólo un café—. Está loquito por ti. Un cubo para la baba le hubiese venido bien cuando te vio actuar.

Volvió a reírse porque su amiga siempre tendía a ser tremendamente exagerada. Luego suspiró.

—Pasamos una noche increíble en mi casa.

—Seguro que ya le llamáis hacer el amor a follar.

—Lo hacemos.

Lili dio un bote en su asiento y un golpe a la mesa.

—¡Qué cursilada asquerosa! ¡Me encanta!

Louis bebió de su taza. La temperatura exterior, gracias a las estufas de pie, era agradable.

—Nos hemos dicho que nos queremos —entrecerró un ojo al decirlo esperando un chillido, pero ella simplemente se acomodó mejor en su silla.

—¡Menos mal! Bien, ya era hora.

—Gracias... ¿Supongo? —dijo con socarronería.

—¿Recuerdas cuando comentábamos que debías hablar con él sobre lo que querías? —Louis asintió—. Veo que no hizo falta. Todo fluyó.

—Con Harry es muy fácil fluir.

Su amiga todavía sonreía bobalicona. Se había acabado su café y la galleta, así que apoyó los codos sobre la mesa y su cabeza sobre las palmas de sus manos.

—¿Qué se siente que te digan que están enamorados de ti y toda esa palabrería? ¿Qué se siente tener novio por primera vez?

Louis volvió a suspirar. Luego la observó y se volvió a reír.

—Bueno, lo de novios aún no lo hemos hablado...

Lili soltó entonces una carcajada escandalosa. Alcanzó incluso a darle un manotazo.

—¡Louis! Eres tontísimo...

—Tonta tú —contraatacó en mitad de otra risa.

No lo hacía a propósito. Consideraba que Harry y él no necesitaban ponerle etiquetas a todo. No eran necesarias en la relación que ya compartían. Pasaban su tiempo libre juntos y querían seguir haciéndolo. Louis sabía que eso era más que suficiente para definir su unión.

Lili salió corriendo cuando le sonó el localizador de su cinturón de trabajo, despidiéndose a trompicones. Louis se pidió otro café hasta que se hizo la hora de volver a los salones de ensayo.

Iba caminando por los pasillos cuando distinguió la voz de Mario a sus espaldas.

—Louis —lo llamó el español.

—¿Qué tal? —dijo él dándole un medio abrazo a modo de saludo. Mario sonrió de lado. Lucía menos ojeroso que la última vez que lo vio.

—Bien. Jack lleva en Londres una semana. Me ha llamado, pero no le he cogido el teléfono. —Se apretó el cuello con una mano y suspiró—. Es raro, sigue sin figurar en los ensayos.

Louis cambió su expresión.

—¿Y Patricia?

—Estará aquí para la función de Navidad.

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