Capítulo dieciséis

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Lili llevaba más de un minuto con la boca abierta, pestañeando muy despacio. Había aparcado a su lado. También le había dicho en un mensaje que llegaría en coche porque Harry se lo había prestado y como respuesta ella le mandó un audio de cuatro segundos que era un chillido. Su amiga bajó a los aparcamientos corriendo y desde entonces no había dicho nada.

—¿Lili...?

Por fin lo miró. Louis tenía ganas de reírse.

—Tienes una cara de haber follado...

Finalmente, y de manera irremediable, soltó una carcajada.

—Eres tan bruta. —Ella lo seguía observando con ojos entrecerrados—. Y sí, lo he hecho. Llevo haciéndolo desde el sábado por la noche, para ser más exactos.

—Y encima te ha dejado su coche —lo señalaba con las palmas de las manos extendidas—. Tiene coche de padre, por cierto.

—¡Yo le dije lo mismo!

—¡Ah, Louis! —Dio un brinco y lo zarandeó—. ¡Louis!

—Lo sé. Esta noche le devolveré el coche y me quedaré otra vez a dormir con él. Mañana me traerá y el viernes vendrá a la última función de La Bella Durmiente. Le di invitaciones.

Lili hizo cuatro aspavientos con las manos antes de conseguir hablar.

—No resisto tanto... ¿Puedes invitarme también el viernes? Quiero conocerlo. Necesito conocerlo. —Se rascó la barbilla—. Exacto, es necesidad.

—Lili —rio—, creo que es muy pronto.

—Sí que lo es, tienes razón.

—Quiero decir, claro que puedes usar tus invitaciones cuando quieras y venir el viernes...

—No, cállate, claro que tienes razón. Estoy teniendo un rayo de lucidez, aprovéchalo. —Dio otro saltito y se enganchó a su brazo—. Estoy tan feliz por ti... Estás radiante, Louis.

—He pasado un fin de semana de ensueño.

Sin soltarse del agarre comenzaron a caminar hacia el interior del edificio.

—Pues a mí se me inundó el baño.

—¡¿Qué?!

—Qué sé yo. La ducha no tragaba, la vecina de abajo se quejaba y mi casero estaba de viaje. ¿Lo positivo? Mi vecina de abajo es guapísima.

Louis le dio un codazo.

—¡Anda! Achicaste agua con gusto, ¿eh?

—La verdad es que sí. Me dio su número para el tema del seguro. ¿Que si la voy a invitar a una cerveza? Puede ser.

—Eres mi heroína.

—Tú eres el mío. Has venido al trabajo con el coche de tu novio de una semana.

La empujó con el codo. Habían llegado al pasillo donde debían separarse.

—No somos novios.

—Lo seréis.

—¡Lili!

—Me tengo que ir ya. ¡Feliz día, pequeño ser danzante!

—Igualmente... ¡Te quiero!

—Yo más.

Lili corrió por el pasillo y Louis siguió su camino. No podía dejar de sonreír. Se tocó las comisuras de la boca y luchó contra ellas, sin éxito; se curvaban en contra de su voluntad. Su mejor amiga era histriónica. Le metía cosas en la cabeza, nombraba sus sentimientos más profundos, sus deseos con tintes más adolescentes... Sin embargo, era el Louis adulto y racional el que medía que todo lo que estaba naciendo con Harry era todavía muy prematuro para ponerle un nombre. De momento, la sensación de seguir dejándose llevar le parecía la adecuada. Se gustaban, se atraían y encajaban muy bien; no necesitaba cavilar nada más.

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