Capítulo nueve

1.3K 195 167
                                    

Aparcó sin mucho cuidado en la entrada de su casa y respiró hondo cuando apagó el motor del coche. Se había fijado antes en la hora que marcaba la pantalla del salpicadero; la una menos diez de la madrugada. Acababa de llegar de dejar a Louis en su casa.

Acababa de hablar con Louis, de cenar con Louis, de reír con Louis y de conocer incluso a su hermana.

Louis tenía una hermana que se parecía muchísimo a él; los mismos ojos azules y el cabello castaño. Le había dicho que tenía otra mayor. No dejaba de pensar en si también sería tan físicamente parecida a él. Porque Alec no tenía hermanos. Alec había sacado los ojos azules de su padre.

Harry respiró hondo y apretó con ambas manos el volante. Estiró el cuello y reposó la cabeza en el asiento.

Hacía años que no se sabía tan nervioso en una situación. Le temblaron las piernas cuando vio a Louis entrar en la cafetería y notó que su sofoco se estaba manifestando incluso en sudor cuando se sentó frente a él y, con suma naturalidad, comenzó a hablarle sobre el ballet.

También se sintió expuesto cuando el otro le dijo si aquella reunión tenía algún tipo de interés profesional. Los nervios y la ansiedad por aquel encuentro no le habían dejado reflexionar el cómo le explicaría su primer abordaje en medio de la calle.

Sin embargo, todo había sido fácil; Louis lo hizo fácil. Louis gesticulaba mucho, hablaba sin vergüenza y fue simpático al asumir él la confusión de aquel momento. Porque realmente había ido todo bien; natural. Tanto que a Harry le había dado tiempo a analizar ciertos detalles.

A la luz, el perfil de Louis era distinto. Su nariz redondeada combinaba con su constante sonrisa de lado. Físicamente insistía en la idea de que era más bajo que Alec y que su pelo era de un castaño más claro. El cuerpo de Louis también era más ancho; Alec era menudo.

Pero a pesar de todo eso, algo le ponía los pelos de punta al observarlo; seguían pareciéndose muchísimo. La voz de Louis no le recordaba a la de Alec, quien sí amaba un buen vino tanto como él, a poder ser siempre tinto. Alec hablaba muchísimo, era siempre muy políticamente correcto y desinhibido en la intimidad. A Alec había que tratarlo y tenía que tomar confianza para que mostrara su verdadero ser.

Alec no conducía porque le producía pánico y porque tenía una percepción particular sobre el control. Louis le dijo que sí conducía y que lo echaba de menos. Louis parecía ser alguien libre, lleno de vida y pasión. Louis, irremediablemente, era una persona que atraía.

Louis llevaba dos años en Londres. Louis y Alec se podían haber llegado a cruzar en algún momento. Pensarlo le ponía los pelos de punta.

Harry aún intentaba asimilar aquella noche y todo el suceso con su hermana. El llevarlos, la idea de que se hubiesen sentado en su coche, la despedida... En ese momento miró hacia el asiento del copiloto y tocó el tapizado. Luego cerró los ojos con fuerza, tragó saliva y quitó las llaves del contacto. Cerró el coche y caminó los pocos metros hasta la puerta de su casa. Entró hasta la cocina, sacó del frigorífico una botella de agua y se dirigió al salón. Se quitó sus gafas de vista, dejándolas en la mesita del centro, y se sentó en el sofá tras alargar la mano y encender la lámpara de pie junto al mueble.

Miró la botella de agua, respiró hondo y se volvió a levantar. Ingresó de nuevo en la cocina, se dirigió a la vinoteca y seleccionó un vino blanco seco. Tomó una copa de la alacena, el descorchador del primer cajón de la encimera y se encaminó de nuevo al salón.

Se sentó en el sofá por segunda vez, miró su foto con Alec en el mueble de enfrente y abrió la botella de vino.


DoppelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora