Garp desaparece por 2 meses y un día vuelve con un niño en brazos, pero aquel azabache estaba marcado con un extraño símbolo en su espalda.
Sabo recuerda haberlo visto en alguna parte y a Ace no le interesa saber.
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Se levantó y se fue a sentar a su lado, le arrebató la carta de las manos y carraspeó un poco para modular su voz, comenzó a leerle, queriendo arrugar y romper el papel de una ves: "Para mi hermano. Escúchame mocoso, desde la primera ves que te vi supe que serias una molestia completa, hasta hoy lo sigo creyendo, pero se que sería más molesto el no tenerte, eres el sol de mis días, no importa si hay nubes o tormenta, siempre que cuando voltee y estés a mi lado, sentiré lo cálido de tu tonta sonrisa. Mi deber es protegerte, porque debo y porque quiero, eres la persona más pura que he conocido, alguien capaz de perdonar y amar incluso a los condenados, se que siempre te digo que eres un debilucho, pero miento, jamás había conocido a alguien tan fuerte y valiente como tu, alguien capaz de aguantar lo peor que este mundo da y aún así, seguir de pie como si nada, claro, con cicatrices y marcas, pero todas ellas, no son más que huellas que deja una gran batalla, una guerra que tuviste que aguantar y en el fondo te admiro por eso. Supongo que tenías el derecho de saber todo esto, no soy alguien muy sentimental y seguramente quemaré esta carta cuando no estés viendo, pero quería que lo supieras, que estés consciente que jamás estarás solo, porque siempre estaré contigo, te protegeré de todo, no permitiré que vuelvas a sentir miedo. Te amo."
Volteó a su hermanito y no se inmutó al verlo lagrimear, sabía lo sensible que era, suspiro y abrió los brazos, sabiendo lo que él Monkey quería y parecía que no se equivocó al momento en que el menor lo abrazara fuertemente, aún aguantando las lágrimas. –Te quiero mucho–reveló el Monkey. –Ni se te ocurra que te dire lo mismo–indicó el mayor, pero se arrepiento al ver su mirada implorante, suspiró–Yo también te quiero, ahora quita esa cara de perro abandonado.
El contrario sonrió bastante feliz y después de unos segundos, el mayor también lo hizo. Se separaron, pero justo cuando se estaban por dormir, el Portgas recordó algo. –Oye Lu. –¿Que pasa? –¿Como está tu espalda? Se que no dejas que los bandidos te revisen la herida. –No lo se, pero ya no me duele, no he querido verla, pero supongo que está mejor. –Déjame asegurarme, quítate la camiseta. –Pero Ace, no me gusta que me vean y lo sabes–se quejó el pequeño, reacio. –Soy tu hermano, ya la he visto antes–el menor, aún sin quererlo, termino aceptando
El pecoso se puso detrás de él, al observar el símbolo y la herida, se sorprendió, el Monkey pareció notarlo. –¿Tan mal está?–pregunto, un poco temeroso. –Lu...¡el símbolo desapareció! –¿¡Eh!?
Ace tomó su cabeza y por sus habilidades de goma, estiró su cuello para que pudiera lograr ver su espalda. La quemadura había cubierto una gran parte del símbolo, la marca estaba totalmente deformada e irreconocible, el de cicatrices estaba más que sorprendido, pero aquella impresión se convierto en una gran sonrisa en su rostro y en el de su hermano, que ya había soltado su cabeza para que volviera a su lugar original. –Dime que estabas viendo lo mismo que yo–rogó, volteándose a donde el pecoso. –Por supuesto que si, idiota–vio al contrario levantarse y empezar a caminar en círculos, emocionado e inquieto. –No puedo creerlo, ¡no puedo creerlo! ¡Por fin! Claro que la quemadura es horrenda, pero ese estupido símbolo ya no está, ahora no hay nada, ni nadie que me ate a los imbeciles Dragones Celestiales, ¿puedes entenderlo? Yo...yo soy libre, por fin soy libre–hablaba maravillado y con una expresión de ilusión.
El Portgas se levantó y le dio un fuerte abrazo que no tardó en ser correspondido, Luffy sentía tantas emociones juntas, la mayoría eran positivas, sentía que todo lo que lo seguía arrastrando a ese oscuro lugar, se había desvanecido, lo había soltado. Dejó de sentirse sucio, ya no repudiaba su piel o su imagen, era como si todo aquello se hubiera quemado en el incendio. –Después de tanto tiempo, ya no estoy marcado.
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Sucedieron muchas cosas después de aquel momento, el tiempo pasaba y ambos discutían, se reconciliaban, reían, lloraban, pero todo siempre juntos, Luffy ya no tenía pesadillas o crisis, también no lloraba tanto, pero aún así el apodo de "Bebé llorón" no se lo habían quitado. Crecieron y Ace cumplió los 17 años, mientras que su hermano aun sólo 14, le ofreció muchas veces ir con el, pero este lo rechazaba porque seguían sin estar de acuerdo con quien sería el capitán.
Sus caminos se separaron y el mundo siguió girando, luego el Monkey también zarpó al mar, despidiéndose de la isla que había sido su hogar, formó su tripulación, consiguió un barco, logró obtener una recompensa alta, vencer villanos y marines, se había transformado en todo un pirata, incluso volvió a encontrarse con el Portgas en Arabasta, estaban tan felices de volver a verse, pero solo fueron un par de días y nuevamente se despidieron, con la promesa de volver a cruzarse, lastimosamente, la segunda ves no fue tan agradable.
Hubo una gran batalla en la que miles de piratas se vieron involucrados, incluyendo a Mugiwara, que era el apodo que se había ganado por su característico sombrero. Al momento de terminar aquella guerra, Ace estaba muerto, había salvado a su hermano de un puño de magma, calló de rodillas, mientras el de cicatrices lo tenía en sus brazos, todo se derrumbó, rompió su promesa y destruyó la vida del menor, lo hizo creer que lo había perdido todo, pero no era nada sorprendente, después de todo el pecoso siempre fue alguien egoísta, no permitiría que el sol de su vida muriera, pero aún así, con su partida, lo apagó.
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Despertó con un intenso dolor en el pecho, sus ojos se movían en busca de encontrar un punto de luz, pero todo estaba oscuro, logró divisar que se encontraba en una especie de enfermería, no tenía idea de que hacía allí, ni cómo había logrado llegar, lo último que recordaba era el fuerte grito de su Lu, para que después todo se apagara, pensó que estaba muerto, pero aquella habitación no parecía ser un limbo. De repente, escucho una puerta abrirse y todo se iluminó, cegándolo un poco, vio a alguien entrar y su respiración se detuvo, solo alcanzaba a ver una cabellera rubia tan familiar, trataba de enfocar la vista, pero no podía, hasta que aquella silueta habló. –Ace...–nuevamente, una voz que lograba reconocer, ahora más grave, pero aquel tono de voz característico de... –Sabo–murmuró, con una voz apenas perceptible.