Inseparables

3.3K 368 42
                                        

A la mañana siguiente ya se encontraban llegando a Amazon Lily, Sabo y Dragon se habían encargado de los monstruos marinos, sin dejar pelear a Ace por miedo a que sus heridas se abrieran.
Cuando se acercaron lo suficiente vieron que en una de las orillas se encontraba Jinbe y un señor de cabellera blanca que estaba de espaldas, se acercaron y atracaron el barco, para luego bajarse rápidamente.

El gyojin los volteó a ver, primero miro al rubio, luego al de verde y por último al pecoso, su corazón se detuvo por unos segundos al percatarse de este último.
–¡Jinbe!–grito con una sonrisa el rostro.
–¡¿Que?! ¡P-Pero! ¡¿Como?! ¡Tú estabas muerto! ¡Todos te vimos ser asesinado por Akainu!
–Trabquilo, yo no moriría así de fácil–rio levemente, pero volvió a ponerse serio–¿Luffy está aquí?
–¡¿Como puedes estar tan tranquilo!
–¡En serio necesito que respondas!–el ex-shichibukai suspiro.
–Si, está en el bosque, quedó gravemente lesionado en batalla, Law fue quien trató sus heridas, él se acaba de ir en un rato.

Al momento en que el de tez azul terminó de hablar, los dos hermanos corrieron hacia el bosque, sin siquiera percatarse del Rey Oscuro, pero el de azul se detuvo y volteó a ver al líder revolucionario.
–¿Va a venir?
–No, aún no es el momento en el que Luffy y yo nos encontremos.

En otros casos el ex-noble se hubiera parado a discutir eso, pero ahora necesitaba más que nunca, ver a su pequeño sol.
Estuvieron buscando por el bosque mientras gritaban su nombre por varios minutos, había árboles, rocas e incluso montañas destruidas, también rastros de sangre, era claro que todo aquello fue causado por el Monkey menor, al igual cómo había sucedido cuando en el pasado perdió su sombrero, planeaban volver y pedirles a los revolucionarios ayuda, para buscarlo, pero escucharon un llanto cerca de ellos y fueron de inmediato hacia el.

Estuvieron buscando por el bosque mientras gritaban su nombre por varios minutos, había árboles, rocas e incluso montañas destruidas, también rastros de sangre, era claro que todo aquello fue causado por el Monkey menor, al igual cómo había sucedi...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abrazaba sus piernas mientras fuertes lamentos salían de su boca, Jinbe se había ido hace un rato.
Ya no destrozaba cosas, pero seguía aquel fuerte peso en su pecho, que le dificultaba respirar y la idea de volver a entregarse a los Tenryuubitos aún yacía en su mente, pero poseía más conciencia que hace algunas horas.

De repente escucho las voces de sus hermanos, se tapo los oídos, era igual a lo que pasó con la muerte de Sabo, aquellas voces no eran ellos, no podían ser ellos, él estaba solo en aquel inmenso bosque.
Al rato levantó su cabeza y vio a ambos correr hacia el, se levantó con un poco de dificultad, sabía que nuevamente era su mente jugándole una mala pasada, pero parecía como si realmente estuvieran allí.

Al llegar a su lado el primero en abrazarlo fue Ace y a los pocos segundos se unió Sabo, todo era tan extraño, los sentía, sentía su calor y respiración.
–¡Luffy!–exclamó el pecoso, con una notable felicidad en su voz.
–¡Estábamos tan preocupados!–el contrario no parecía estarles prestando atención a sus palabras.
–¿Ustedes son...reales?

Una que otra ves, volvía a alucinar con Sabo, pero siempre era él cuando era pequeño, pero el que estaba adelante de él, era alguien mucho mayor a como lo recordaba.
–Escúchame Lu, se que es confuso, pero te juro que estamos aquí, todo fue un gran malentendido, este idiota no murió a manos de los Tenryuubitos, solo tubo un ataque de amnesia, que terminó a tiempo para ir, sacarme de Marine Ford y curarme, ahora estamos aquí, contigo.

El menor los miro bien, ya no le importaba si eran los de verdad o no, quería aferrarse a su vida tanto como pudiera, rompió a llorar más ruidosamente y los abrazo con fuerza, no tardó en ser correspondido.
–¡Idiotas! ¡No vuelvan a hacerme eso!–grito entre lágrimas, sacándole una risa a los mayores.
–Lo prometemos–hablo el Portgas.
–Te extrañamos mucho–continuo el rubio.

Estuvieron abrazados por lo menos una hora, los tres no podían parar de lagrimear, por fin se encontraban de nuevo, sus caminos volvían a estar unidos, todo era igual a cuando eran niños, cuando peleaban, reían y lloraban, un lazo de amor y hermandad inseparable.
Estaban tan felices y aliviados, ya no importaba si en el pasado habían sido condenados de sangre, nobles o esclavos, porque en el futuro estaban juntos, hoy y para siempre.

MarcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora