Doctor

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Luffy estaba enrollado en una manta mientras Ace lo cargaba en su espalda para ir a la villa Foosha, estaba nevando, pero eso no les importaba mucho, el pequeño había empezado con constante sangrado nasal y eso no les agradaba.
–Oye ¿no quieres que yo lo tome? Has estado demasiado rato así–le sugirió Sabo.
–A ti se te caería.
–Jamás dejas que cuide a Lu.
–Contigo se lastimaría.
–Yo no necesito que nadie me cuide–interrumpió el menor.
–Eso no es cierto–hablo el pecoso.
–¿Cuanto falta para que lleguemos?–les pregunto el de sombrero.
–Tenemos que atravesar las montañas y caminar un poco, luego ya estaremos en la villa Foosha.

Luego de bastante rato, llegaron por fin a su destino, el más pequeño se ofreció más de una ves a caminar solo, pero ninguno de sus 2 hermanos se lo permitió

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Luego de bastante rato, llegaron por fin a su destino, el más pequeño se ofreció más de una ves a caminar solo, pero ninguno de sus 2 hermanos se lo permitió.
Entraron al bar de Makino y la observaron limpiando algunas mesas, se mostró sorprendida de verlos allí.
–Niños, ¿qué hacen? Pensé que ninguno podía venir.
–Lu está enfermo–le explicó el Portgas mientras tiraba su cabeza a un lado, para mostrar él rostro del bulto en su espalda, que yacía durmiendo.
–¿Que? Jamás se enferma, vengan conmigo a mi casa, hace mucho frió para que alguno salga y el bar es bastante helado.

Los 4 fueron al hogar de la de cabello verde y la adulta acosto al Monkey en su cama, les dio tanto a Sabo como a Ace, chocolate caliente.
–Chicos, ¿quieren algo más?
–Concéntrate en Luffy–le ordenó el pecoso.
–Si necesitan algo, solo háganlo, iré a buscar al doctor de la villa, vuelvo enseguida–dijo para luego salir.

Ace y Sabo estaban sentados a los pies de la cama, vigilando atentamente a su hermanito que seguía dormido y con su rostro aún bastante rojo, la fiebre no había bajo.
Luego de unos 15 minutos, la de cabello verde volvió junto con un hombre con bata y maletín, también estaba el alcalde.

El médico se acercó, saludando a los 2 pequeños, dejó sus cosas a un lado, destapó al Monkey y estaba apunto de levantarse la camiseta al menor, cuando el rubio y el pecoso se lo impidieron, sujetando sus dos muñecas con fuerza, mientras mantenían una mirada hostil hacia el.
–Niños, por favor no jueguen, necesito revisar a su hermano.
–Tu no le quitarás su camiseta a nuestro Lu–declaró el azabache, con un tono amenazante.
–Hey, no lo hago para hacerle nada malo, solo para poder examinarlo médicamente.
–Nos importa un carajo, ¿acaso no puede hacerlo mientras él esté con toda su ropa puesta?
–Podría dar un diagnóstico errado si lo hiciera de esa forma.

Sabo y Ace se miraron esperando que uno sepa que hacer, hasta que los dos suspiraron y observaron a los otros que se encontraban en la habitación.
–Está bien, pero ahora salgan, primero lo hablaremos con el–les informó el rubio y los tres acataron.

El pecoso movió un poco a su hermano menor, hasta que este abrió los ojos, algo confundió, sin entender muy bien donde estaban.
–Lu, estamos en la casa de Makino, ella trajo un doctor, pero para revisarte, tienes que quitarte la camiseta–le explicó el de azul. Todo el sueño que al pequeño le quedaba, se desvaneció y rápidamente se sentó en la cama.
–¿Que? No quiero, no y no–les negó una y otra ves, absteniéndose totalmente a la idea.
–Necesita revisarte, tal ves tengas algo grave–dijo Ace.
–No quiero que vea mis cicatrices y mucho menos...la marca de los Dragones Celestiales.
–Tranquilo, no creo que la reconozca y mucho menos que se fije en tus cicatrices–hablo Sabo.
–Es imposible no fijarse en ellas, recorren todo mi cuerpo y aunque no sepa lo que significa el símbolo, es una quemadura gigante en mi espalda.
–¿Por que te acompleja tanto? Es imposible que él descubra que fuiste esclavo–le pregunto Ace.
–Es porque sé perfectamente que mi cuerpo le puede resultar desagradable a más de uno.

Los dos mayores se quedaron en silencio, sin saber exactamente qué responder a ello, porque después de todo, el azabache menor tenía razón, el cuerpo de su pequeño hermano estaba eternamente marcado y sabían que existían personas que les repudian las cicatrices.
–Escúchame, si aquel hombre llega a poner alguna mueca de asco o algo así, Sabo y yo lo golpeamos hasta deformarlo por completo ¿te parece?

Sus hermanos estuvieron de acuerdo con la idea, pero el menor se notaba que tenía sus dudas al respecto, pero confiaba en ellos.
Los dos mayores dejaron pasar sólo al doctor y el Monkey se quitó su camiseta para luego sujetar las manos de sus hermanos. El hombre examinó su cuerpo con la mirada y comenzó a revisarlo físicamente, acompañado de unas cuantas preguntas, que los de 10 contestaban.
–Bien, y por último...¿como te hiciste todas estas marcas? Se ve que la cicatrización es pésima, en especial la de la quemadura, sigue teniendo un rojo bastante vivo.
–Se las hizo con nosotros en el bosque, la marca en su espalda fue un accidente con una estufa–respondió rápidamente Sabo, mintiendo.
–Ya veo...–dijo pensativo.
–¿Y que es lo que tiene? ¿Cómo y cuando se cura?–pregunto impaciente el pecoso.
–Si no me equivoco, ustedes viven en un bosque como me contó Makino y el alcalde, ¿han estado cerca de cuerpos de algún animal en putrefacción?
–Antes de enfermarse, Luffy estaba picando a un Danpa muerto con un palito–le respondió el azabache mayor.
–Bien, al parecer su hermano tiene un parásito a la sangre, usualmente las personas mueren a los pocos días de adquirirlo, pero su sistema inmunológico ya parece estarse encargando de él, eres un niño muy fuerte–les explicó, dedicando la última frase al de cicatrices.

Tanto el pecoso como el de azul, casi se mueren al escuchar la explicación, ¿su Lu pudo haber muerto? Esa idea les perturbaba a ambos, miraron al pequeño, que se encontraba sonriendo orgulloso del alago del doctor.
–¡Idiota! Jamás vuelvas a acercarte a animales fallecidos sin que nosotros estemos allí para cuidarte–le regaño Sabo.
–¡Yo no necesito que me cuiden!–replicó quejándose.
–¡Es obvio que si! ¡Pudiste morir!–reprochó el Portgas, espantado por la idea.

El adulto después les explicó que el menor estaría bien, pero les sugirió no exponerlo al frío, haciendo que los dos mayores le dieran sus chaquetas al Monkey, solo para asegurarse.
Después el doctor se marchó y los dos que esperaban afuera, entraron cuando Luffy ya tenía puesta toda su ropa.
–Oigan, ya es muy tarde como para que se vayan, ¿no quieren quedarse aquí?–les pregunto la de cabello verde.
–No, lo único que queremos es regresar a nuestro refugio–le respondió el pecoso con frialdad.
–Lo siento, pero no puedo permitir que salgan, afuera esta nevando y Lu no debe de exponerse al frío ¿no es así?

Ninguno de los 2 pudo decir nada contra eso, en este caso, el menor iba primero y tuvieron que aceptar.
Cuando anocheció, Ace y Sabo se acostaron en el suelo del cuarto con mantas y almohadas, mientras que la camarera se acomodó en su living, ya había pasado un rato desde eso, pero los dos mayores abrieron los ojos al escuchar la voz de su hermanito.
–Oigan ¿siguen despiertos?
–Si, Lu, ¿qué pasa?–le respondió el rubio.
–¿No están incómodos en el suelo?
–No empieces a divagar y ve al punto–le ordenó el azabache mayor, ya queriendo volver a dormir.
–¿Podemos dormir juntos? No me gusta acostarme solo.
–No seas llorón, no entiendo por qué te disgusta tanto, siempre quieres dormir con alguien–le reprochó el Portgas mientras volvía a acomodarse al ver que no era nada importante.
–Ace tiene razón, Luffy–apoyo Sabo mientras imitaba a su hermano para seguir durmiendo.

El más pequeño estaba sentado en la cama mirando a los dos chicos, apretó un poco las sábanas y se quedó en silencio unos segundos.
–Los Tenryuubitos me dejaban acostado solo, después de hacer...eso, mientras ellos se iban a limpiar, es la última ves que se los pido, por favor.

El pecoso y el rubio no lo dudaron mucho, se levantaron y se acostaron a su lado sin decir nada, dejando al menor al medio.
Al poco rato ya estaban dormidos en un cálido abrazo entre los 3 y un pequeño muy sonriente, aunque no estuviera despierto.

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