40. La cena

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Narra Lheyra:

Mis párpados pesan cuando escucho sonar mi móvil. Pestañeo un par de veces antes de abrir mis ojos, acostumbrandome a la luz.

—Joder—Resoplo tanteando a mi alrededor, hasta por fin dar con mi celular.

Diez llamadas perdidas de mi madre, 40 mensajes de texto de mi padre, y una llamada entrante de Kus.

—¡Mierda Lheyra! ¿Dónde carajos estás?—Exclama cuando contesto.

Me remuevo en el sofá, tirando la manta que cubre mi cuerpo y visualizo mi alrededor, percatndome que estoy en la misma habitación del juego de la ruleta.

Los recuerdos chocan en mi mente, y me ruborizó nada más tres hermanos vienen a mi mente.

—En la casa de la fiesta—Respondo un poco ronca.

Me duele la garganta, y no es precisamente por gritar.

—Voy por ti. Tus padres están en Lorchpey.

Cuelga la llamada, y es en ese instante que pego un brinco del sofá en el que estaba acostada.

Frunzo el ceño, al ver que llevo puesta mi ropa, aunque el vestido está al revés. No me molestó en acomodarlo, y salgo de la habitación, encontrándome con varios obstáculos; gente tirada inconsciente por los pasillos.

Bajo las escaleras, esquivando los vasos y botellas tiradas en el suelo. Veo el sol que  brilla por la ventana, indicando que ya es de día.

Maldición ¿Cuánto tiempo me quedé dormida?

Salgo de la casa, justo cuando escuché el motor del viejo auto rojo. Markus baja la ventanilla, indicando que suba. Rápidamente lo hago, y no espera nada más para conducir a toda velocidad.

—Están apunto de ir a la comisaría—Comunica aún con la vista fija en la calle.

—Son unos exagerados—Bufo.

Voltea brevemente a verme, y una sonrisa aparece en su rostro inmediatamente. Enarco una ceja, sin saber que le causa tanta alegría en mi apariencia.

—Si yo te viera así, también denunciaría—Se burla.

Echo un vistazo a mi ropa, a pesar de que el vestido no esté bien puesto, no está tan mal ¿O si?

—No estoy tan mal—Me defiendo.

—No. Solo parece que una estampida de elefantes haya pasado por encima tuyo—Bromea, señalando el espejo con la barbilla—O tres guapetones con ganas de follarte.

Toso ruborizada, sin saber que rayos hace tan evidente, lo que sucedió a noche. Hasta que me miró al espejo, ¡y Dios! Mis pelos están hechos un nido de pájaros, mi labial está corrido, y todo mi maquillaje es un desastre.

—¿Cómo....?—Dejo la pregunta al aire sin saber cómo seguirla.

—Un experto como yo, reconoce cuando un novato entra en este mundo—Responde con arrogancia—Así que cuéntame ¿que tal estuvo?—Kus sube y baja las cejas con una expresión sugerente, demasiado sugerente.

—¿Eh?....mmm... Esté no—Balbuceo, sin saber cómo es que me pone tan nerviosa hablar de esto.

Ni si quieras puedes decir la palabra "sexo" sin ruborizarte, Lheyra.

Claro que puedo.

Pareces una adolescente hormonal.

Nada quita que no lo sea.

—¿No?—Repite decepcionado—¿No son buenos? ¡Pero si la tienen gigante! Bueno, al menos el Cris la tiene enorme—Rumora.

Siento que me ahogo con mi propia saliva al oírlo ¿cómo mierda sabe eso?

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora