57. Depredadores

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Narra Lheyra:

-¡Señorita Dwens! ¡Señorita Dwens!

Cubro mi cara con las sábanas, como si eso pudiera apaciguar el ruido constante de los nudillos golpeando la puerta.

-¡Despierte!

Gruño, sentándome en la cama gigante, no demoro en percatarme que está no cede s mi habitación.

Ah, cierto, estoy quién sabe dónde, con los hermanos Skillek.

-Ya voy-Respondo levantándome para abrirle.

-Buen día, los señores han ordenado que utilice esto-Débora, la misma muchacha del otro día, me tiende una muda de ropa.

Frunzo el ceño, mirando el vestido largo cubierto hasta el cuello, es horrible.

-¿Tengo que usar esto?

-Los señores la esperan abajo, no demoré porfavor, a ellos no les gusta esperar.

-Y a mi no me gusta este vestido.

-Debo retirarme, el personal de servicio no tiene permitido estar aquí, por más de media hora, señorita ¿Se le ofrece algo más?

-Ahora que lo preguntas ¿puedes traerme otra ropa?

-Debe ponerse el vestido, no quiere hacer enojar a los señores-Murmura insegura.

-No te preocupes, no te meteras en problema, solo necesito otra ropa, más usable.

-¿Usable?

-Ajá, no sé, una falda y alguna blusa o un top.

-Claro, ya se lo traigo.

-Gracias-Respondo cuando ella sale de prisa en busca de lo que le pedí.

Vuelvo a mirar el vestido, es digno de una monja.

No pasa mucho tiempo, cuando nuevamente Débora toca a la puerta, le sonrío dejándola pasar, mientras que ella deja la ropa sobre mi cama.

-¿Algo más, señorita?

-Mmm...si, el vestido negro...

(...)

Bajo las escaleras sin prisa, gracias a Débora he dejado de plantearme ir a un convento.

La falda negra suelta, con un pequeño vuelo, tiene un movimiento fluido con cada paso que doy, es realmente bonita. Pero la blusa de un azul pastel, no se queda atrás.

Cuando llegó al salón, lo primero que me encuentro es a Matthyw sentado en el sillón de cuero. Lukaw de espaldas a mi, se apoya en el respaldo del sofá. Y Nizaw...un momento ¿dónde está Nizaw?

-Deberías plantearte desobedecer con tanta frecuencia-Un murmuró llega a mi oido, erizando los vellos de mi cuello.

No me da tiempo a responder, cuando Matthyw, ya me está mirando con cara de aguafiestas, y sé que está por reprocharme la ropa.

-¿Dónde está el maldito vestido negro?

Me encojo de hombros, alejándome con disimulo del pelinegro, su presencia me intimida, aunque más que nada, me pone nerviosa.

-¿El de monja? Lo done a la iglesia.

La risa de Lukaw parece irritar a su hermano mayor, pero no es hasta que Débora ingresa con la cabeza baja, hasta llegar a mi lado, cuando el cabreo del rubio llega a su punto máximo

-Señorita, ya done la prenda que me encargo.

-Gracias, Débora, puedes ir a descansar-Contesto, dándole una breve sonrisa.

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora