55. Sin dormir

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Lheyra:

Sigo atada una maldita cama, llevo más de dos horas aquí, y solo puedo pensar en qué estoy metida.

Me sacaron de un laberinto de la muerte, para traerme a una casa en mitad de la nada y nuevamente sigo secuestrada.

¿Lo peor? Hoy sería la decisiva de votos. Hoy, si no estuviera secuestrada, estaría en clases escuchando mi nombre en los altavoces, acompañado del título de presidente estudiantil.

Al menos no tienes que ir a clases.

Ni madrugar.

Quizás estar aquí no está taaaan mal....

No, no, no puedo pensar así, he visto suficientes películas sobre secuestros y todas las chicas que comienzan a pensar así, terminan con...

Estocolmo, aunque con esos secuestradores ¿quien no quisiera ser secuestrada?

¡Yo! Y cualquier persona que esté bien de la cabeza.

¿Tú bien de la cabeza? Creo que tienes mal concepto.

Seguro que sí, discutir con tu conciencia no debe ser normal.

Igual, con esos tres bombones melodiando en tu cabeza normal que no estés cuerda.

Me volveré loca aquí.

De repente escucho la puerta ser tocada, y levanto mi cabeza en un vago intento por moverme. Pero las cuerdas me lo impiden.

-¿Señorita Dwens....?

-Pasa-Respondo, aunque dudo que secuestrada mi palabra tenga valor.

He empezado a sospechar que desde que llegué al pueblo no he parado de ser secuestrada.

O quizás, jamás estuviste libre desde que pisaste Lorchpey.

-Permiso-Murmura una chica del servicio entrando con timidez, no levanta la vista, ni si quiera me mira-¿Necesita algo, señorita?

-Que me desatarán estaría bien, porfavor.

Levanta la cabeza un poco sorprendida por mi pedido. Tal vez no sabía que estaba atada.

Se acerca indecisa, no sin antes cerrar la puerta con llave, para luego soltar mis muñecas.

-Gracias-Susurro con alivio, bajando de la cama.

-No hay de qué, señorita Dwens.

-¿Dónde está Lukaw?

La chica mantiene sus manos juntas frente a su cuerpo, cabiz baja, pero lo que me sorprende es que retrocede cuando me acerco. Como si interrumpir mi camino, fuera un pecado.

-No tengo permiso de darle esa información, el Señor Skillek prefiere mantener su privacidad.

-Bien, entonces mándale un mensaje de mi parte-Pido, pero niega sutilmente.

-Lo siento, pero no tengo el poder suficiente para dirigirme a él.

Frunzo el ceño, ¿En verdad son tan narcisistas?

Suelto un suspiro, mirando con pena a la pobre muchacha que posiblemente solo tenga unos veinte años.

Tú tienes tres años menos, y estás aquí contra tu voluntad, tú deberías darle pena.

-¿Puedes dejarle una carta en su habitación?

-No puedo entrar allí, señorita.

-¿No puedes dársela alguien que si pueda?

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora