25. Arrestada

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Narra Lheyra:

—¿Estás demente? Pensé que saltarías por la ventana—Se queja Kus, sosteniendo una vela.

—¿De dónde sacaste una vela?—Pregunto tomando asiento en el sofá.

—Oh ¿esta? Se las robe a los vecinos cuando huía de su mansión—Comenta despreocupado.

Frunzo el ceño, al recordar que me abandono.

—¡Traidor!—Lo apunto acusatoriamente—Escapaste sin mi.

—¿Qué? No, solo te di el pase directo para una buena follada. Tú y esos tres bombones solos en esa mansión, era fácil.

—Fácil que me matarán.

—¿Eh? ¿ellos son los secuestradores de los que hablaste?—Pregunta alarmado y asiento—¡Lheyra! ¡Estuve en la casa de asesinos y no dijiste nada!

¿Se preocupa por qué el estuviera en la casa de los asesinos? ¡¿Y que hay de mi que estuve con los asesinos?!

Tampoco estuvo tan mal ¡Mírate! Sigues viva.

—No preguntaste—Me encojo de hombros, acostandome sobre el sofá.

—¿Qué vas a hacer ahora?

—¿Sobre qué?

—¿Cómo qué sobre qué? Tienes de vecinos a unos asesinos, y ellos saben que tú sabes que ellos saben—Se interrumpe cuando empieza a enredarse con su explicación—Tú entiendes, te matarán.

—Sabes que no le temo a unos asesinos tan nefastos.

—Pero si le temes a uno de calidad—Su intento de chiste, me tensa.

Mis vellos se erizan ante el recuerdo, y el miedo inunda mi cuerpo.

—¿Lheyra?—Kus me sacude, agarrando mi hombro con fuerza.

Pestañeo volviendo a la realidad.

—No lo menciones.—Dicto sin una pizca de diversión.

—Lo siento—Se disculpa, y niego con la cabeza.

—No importa, está en el pasado.

El silencio se prolonga entre ambos, hasta que el celular de Kus suena, no se molesta en alejarse al atenderlo y simplemente se levanta.

—¡El deber llama!—Exclama emocionado, mientras se arregla el pelo de manera desordenada.

—¿A cuántas—No termino de preguntar cuando su respuesta llega.

—A todas las que van al baño les pase mi número.

—¿Cómo?

—Escribí mi número en las paredes del baño de mujeres, antes de que tú empezarás con tu discurso el otro día—Alega orgulloso.

—Oh, gran logro—Contesto con sarcasmo aunque el platinado no parece notarlo.

—¿Recuerdas a Mari? Estuvimos hablando, y ahora me llamo.

Ni idea quien se Mari.

Eso demuestra tu poca vida social.

¿Qué?

En el menor tiempo que Markus llegó al pueblo, ya conoce a más personas que tú.

¿Entonces vas a verla? ¿Acaso no eras tú quien tenía miedo a salir durante el apagón?—Bromeo, y solo se enoje de hombros.

—El deber es primero.

—Lo dices como si ir a follar fuera un sacrificio—Me burlo.

—¿Me veo bien?—Cuestiona mirándose al espejo, a la vez que ignora mi comentario.

—Pues la verdad....no te veo, la vela no ayuda mucho.

—Pobre Mari—Suelta de repente, y frunzo el ceño—Le teme a la oscuridad.

—¿Por eso vas a ir con ella? ¿a ser su guarda espalda y protegerla de los monstruos?

—Si, bueno, así no suena muy bien—Responde dudoso.

—Seguro hacen una gran pareja, ambos con miedo a la oscuridad—Me burlo, y solo consigo ver la cara indignada de Markus—Ve, antes de que vuelva la luz—Lo apresuró recibiendo una mala mirada.

Pero antes de cruzar el umbral de la puerta se detiene.

—Umm....Lheyra ¿me puedo llevar la vela?

Ruedo los ojos antes de soltar una risa, dándole la vela.

—Si, lleva tu espada, y vete que tú damisela en apuros te espera—Bromeo, antes de verlo irse, quedando totalmente oscura.

Me recuesto nuevamente al sofá, sin tener nada que hacer. El silencio se apodera de la sala, mientras repiqueteo los dedos sobre mi abdomen.

Se fue Markus, y ahora no tengo a nadie para molestar.

El terrorífico silencio es interrumpido por el timbre, que suena aún más tétrico que el silencio.

Me levanto, encaminandome hacia la puerta, mientras varios escenarios surcan por mi mente.

¿Y si vienen a matarme?

No sería nada nuevo.

Abro la puerta lentamente, y asomo mi cabeza esperando no ver tres siluetas asesinas.

—¿Señorita Dwens?

Observo el señor frente a mi, y frunzo el ceño al ver su traje de policía.

¿Es una broma? ¿La policía?

—Si. Soy yo—Respondo dudosa.

—¿Hay algún mayor en su hogar?

—No.

—¿Su tutor legal, o tutores, dónde se encuentran?

Me quedo un miembro en silencio. Dudo que decirle que están en Dubai es buena idea.

—Seguro no tardan en venir.—Miento.

—Bien, queda arrestada.

—¿Esperé? ¿qué?

—No intente resistirse o podría agraviar su cargo, debe ir con nosotros a la comisaría.

—No me iré con usted, muéstrame su placa—Pido, mirándolo desconfiada.

Cualquiera puede vestirse como policía. Pero no cualquiera obtiene una identificación de policía, como el hombre que con algo de sorpresa me la enseña.

Bufó, y sin tener más opción extiendo mis muñecas hacia el hombre quien me coloca las esposas.

El policía me escolta hacia el auto policial, dónde una mujer con el mismo traje lo espera.

Subo a la parte trasera manteniéndome en silencio.

No he cometido ningún crimen ¿o si?

Bueno, técnicamente eres cómplice de asesinato.

¿Eh?

Guardar silencio mientras sabes que los Skillek han cometido un delito, te hace cómplice.

Digo que me amenazaron y listo.

Sin mencionar que intentaste encubrir un cadáver.

Mierda, estoy jodida.

(....)




Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora