54. Atada a la cama

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Narra Lheyra:

—Baja.

—¿Y si no, qué?—Lo desafío, aún consiente de que estoy acabando con su paciencia.

—Que bajes—Demanda.

—Mmm...no quiero—Sonrío, mirando la expresión molesta del castaño.

Estamos en...ni idea donde estamos, pero después de unos 40 minutos en una carretera vacía, llegamos aquí.

Hay una inmensa casa de campo, rodeada de árboles y hermosas flores.

Tiene aspecto antiguo, aunque no descuidado, desde aquí puedo ver una enredadero que trepa por las paredes de la casa, haciéndola ver aún más campestre.

—¡Animal!—Chillo de repente cuando Lukaw jala sin cuidado mi brazo, obligandome a salir del auto—Eres un salvaje.

—Eso me dicen todas—Contesta con una sonrisa socorrona.

Ruedo los ojos, y me mantengo en silencio cuando un anciano con aspecto amable llega a nosostros.

—Señor Skillek—Lo saluda estrechando su mano para luego enfocarse en mí—Señorita...

—Dwens—Respondo con un asentimiento de cabeza.

El anciano estira su mano hacia mi, pero sonrío levemente mostrando mis manos atadas detrás de mi espalda. Me mira y lejos de estar asombrado, se roboriza mostrándose avergonzado.

—Oh, claro—Murmura antes de centrarse en el castaño—Señor, la casa está en condiciones, pero debo infórmale de el reciente ingreso de nuevo personal. Hay novatos que aún no se acostumbran a sus tareas.

—No te preocupes, solo haz que el personal se mantenga lejos del segundo piso.

—Bien, con su permiso—Dice el anciano, antes de señalar la camioneta, recibiedo las llaves que el castaño le lanza en el aire.

El don se encarga de guardar la camioneta, mientras que Lukaw jala las sogas llevándome casi de arrastro detrás de él.

—Se más delicado—Bufo, pero solo recibo una risa burlona de su parte, y sin necesidad de mirarlo sé que tiene una ceja levantada, mal interpretando mis palabras.

Subimos unas escaleras, entrando a una especie de mini patio, es como un restaurante al aire libre, inmenso, con mesas afuera y plantas decorando el lugar.

No me deja ver mucho, cuando ya estamos entrando. Unas mujeres vestidas de empleadas, abren la puerta saludandolo con una especie de reverencia.

Frunzo el ceño, no solo por el demasiado... ¿Respeto? Que le tienen, también porque no recuerdo haber visto ningún empleado en la mansión de Lorchpey.

—¿Por qué hay tantos empleados?—Pregunto, aún con la posibilidad de que solo me ignore.

Pero me sorprende cuando no lo hace, se detiene frente a una sala de sofás de cuero, y me mira un momento.

—Es la casa de mi padre.

—¿Y la mansión en Lorchpey, qué? ¿No es de tu familia?

—Eres muy preguntona, demasiado para tu propio bien—Menciona antes de jalar la soga.

Varios empleados con atuendos de servicio, se pasean por el lugar. Los lujos son inclusos más notorios que en la mansión.

Y aún así, la casa no es tan grande, pero si mucho más arreglada.

Cuadros con marcos dorados, que podría asegurar son de oro, un reloj rectangular casi de mi altura con las manecillas del mismo color que la mayoría de detalles.

La madera predomina, la decoración es rústica pero elegante, deja ver los millones mezclados con una pizca hogareña, y antigua.

Seguimos pasando de un ambiente a otro, aunque el concepto abierto se mantiene.

Subimos las escaleras, decoradas con una albombra roja, con pequeños diseños dorados.

Llegamos a una sala con una estufa al fondo, grandes ventanas que llegan hasta el techo, adornadas con almohadones en los bordes, de forma que la ventana también es una especie de sofá.

En las alturas, sobre la estufa, un televisor inmenso causa un pequeño murmullo, con las noticias pasando por la pantalla.

En una esquina una pequeña biblioteca reposa al lado de un sillón de terciopelo, de un verde tan oscuro que casi se confunde con negro. A su lado una puerta blanca, con detalles de oro que solo recalca el poder de la familia Skillek.

Hay demasiado oro por todas partes, incluso en el techo, dónde cuelga un candelabro, también cubierto de este material.

Me aferró a la baranda, observando cómo desde aquí, puedo ver gran parte de la planta baja.

Pero no duró mucho admirando las vistas cuando Lukaw me jala, llevandonos a la puerta de la derecha que contraria a lo otra puerta, es de color negro.

Nos sumergimos en un pasillo, por un lado varias ventanas dejan ver un patio cubierto de vegetación, y por el otro varias puertas que seguramente sean solo habitaciones.

Llegamos a la última puerta, y sin delicadeza alguna, Lukaw jala la soga adentrándonos en la habitación.

—Eres un bruto—Me quejo sintiendo mis muñecas arder.

El castaño suelta las sogas, y al fin puedo sentir mis pobres manos, que ahora tienen un surco rojo en la zona irritada.

—Dormiras aquí, no puedes salir de aquí, y no intentes hacerlo si no quieres que te ate a la cama—Ordena antes de darse la vuelta dispuesto a salir.

—Espera—Pido, y cuando lo hace me apresuro a llegar hasta él, empujándolo y corriendo por el pasillo intentando escapar.

Pero no llegó muy lejos, cuando me tiene cautiva nuevamente.

—En serio eres terca—Masculla, entrando nuevamente a la habitación.

Cierra la puerta, aún sosteniendome con fuerza haciendo mis intentos de escapar simples ilusiones.

Me tira a la cama, y así es como termino siendo atada a la cama. El castaño me mira burlón, y solo me queda echarle la lengua en señal de protesta.

—¿Tanto fantaseas con que te ate a una cama? Me lo hubieras pedido, nena, con gusto te sometería a mi.

—Con lo único que fantaseo es con volante la cabeza—Siseo.

Lo veo márcharse aún con su sonrisita, y solo me queda soltar un bufido, y gastar mi tiempo en mirar la habitación.

Es linda, el color verde manzana combinado con el blanco no está nada mal...

(....)

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora