Los recuerdos son fragmentos difusos en mi mente, desvaneciéndose justo cuando intento aferrarme a ellos. Pero esos dos, Alessio y Nicolai, se han vuelto mis anclas en una vida que siempre se ha sentido como un mar embravecido. Si bien su presencia...
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Días habían transcurrido desde el violento incidente en el estudio de danza. A pesar de mis esfuerzos por seguir adelante, las pesadillas y la culpa seguían acosándome. Me encontraba en una constante lucha interna entre el deseo de olvidar lo que había hecho y la necesidad de encontrar respuestas.
Alessio, siempre presente y protector, había intentado brindarme apoyo y consuelo. Pero no había manera de que pudiera compartir con él la verdad de lo que había sucedido en el baño del estudio. Tenía miedo de su reacción y de cómo podría cambiar todo entre nosotros. Por otro lado mis padres vivían pendientes de no en todo momento, la tía Lorena trataba de animarme junto con Lisset, pero era en vano sólo quería dormir y estar sola.
Las pastillas que la doctora Miller me avía indicado, me permitían dormir un poco más, ahora mis pesadillas eran reemplazadas por lo ocurrido ese día.
Mientras enfrentaba cada día con una sonrisa forzada y continuaba con mis actividades diarias, mi mente seguía atormentándome. A menudo me encontraba perdida en pensamientos, preguntándome si el desconocido había estado solo en su intento de dañarme o si era parte de algo más grande y peligroso.
Alessio, con su sabiduría y experiencia en el mundo del crimen, también tenía sus sospechas. Mi papá, tío Fabricio y Máximo estaban ayudando a Alessio a investigar. Alessio Había incrementado la seguridad en torno a mí, lo que solo servía para aumentar mi paranoia y sensación de vulnerabilidad.
Mis pensamientos me habían sumergido en un abismo tan profundo que casi no sentí el suave apretón de Alessio en mi mano. Al recuperar la conciencia de mi entorno, levanté la mirada para encontrar los ojos de todos sobre mí, llenos de preocupación y expectación.
Me tomó un momento reaccionar, mi garganta estaba seca y mis palabras eran difíciles de formar. -Lo siento -murmuré con voz temblorosa-. Estaba... pensando.
Alessio apretó suavemente mi mano, transmitiendo su apoyo sin necesidad de palabras. -Está bien, gatita. Estamos aquí para ti, no importa lo que necesites.
Mi padre, con su mirada siempre llena de amor y preocupación por mí, intervino: -Ángel, sé que estás pasando por momentos difíciles, pero no puedes encerrarte en ti misma. Habla con nosotros, comparte lo que sientes.
La ansiedad creció dentro de mí, sintiéndome atrapada entre las expectativas de todos y mi propia lucha interna. -No sé cómo explicarlo, papá. Cada vez que cierro los ojos, vuelvo a ese momento. Siento miedo, culpa, ira... todo a la vez.
La atmósfera en la mesa se volvió más comprensiva. Lorena me miró con preocupación, y tío Fabricio puso su mano en mi hombro en un gesto de apoyo. Alessio continuó sosteniendo mi mano, transmitiendo su calma.
Después de un breve silencio. Alessio rompió la tensión que sentía dándole paso a una preocupación profunda -Gatita. Se que no es el momento, pero este fin de semana será la fiesta de presentación como nuevo líder.
