Los recuerdos son fragmentos difusos en mi mente, desvaneciéndose justo cuando intento aferrarme a ellos. Pero esos dos, Alessio y Nicolai, se han vuelto mis anclas en una vida que siempre se ha sentido como un mar embravecido. Si bien su presencia...
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Siento el frío y la soledad que siempre asocié con la granja. Era una niña cuando me llevaron allí, arrancada de mi familia y mi hogar, empujada a un mundo de oscuridad y dolor.
No recuerdo bien cómo llegué allí. Pero recuerdo el sonido de las puertas cerrándose detrás de mí y el miedo constante de no saber qué vendría después. Aprendí rápidamente que la granja no era un lugar para los débiles.
A medida que los días se convertían en semanas y las semanas en meses, fui sometida a una serie de experimentos y entrenamientos. Al principio, me resistí, luché con todas mis fuerzas. Pero con el tiempo, la resistencia se volvió inútil. Solo era una niña, una niña que quería estar con sus padres, una niña que fuera protegida y amada. Pero nunca tuve eso, no se quienes fueron mis padres. Desde que tengo uso de razón me encontré en ese lugar.
Fui moldeada, entrenada, y modificada para ser una máquina de combate perfecta. Cada prueba, cada experimento, tenía como objetivo hacerme más fuerte, más rápida, más letal. Y con el tiempo, me convertí en su proyecto más exitoso, su "Fénix".
Pero, a pesar de todas las modificaciones y el entrenamiento, había algo que no pudieron quitarme: mi espíritu. Esa pequeña chispa dentro de mí que se negó a ser apagada. Y fue esa chispa la que finalmente me llevó a escapar.
Los rumores sobre mis habilidades comenzaron a circular. Que podía moverme más rápido que un ojo humano podía seguir, que podía desarmar a un hombre en segundos, que podía ver en la oscuridad. Y aunque algunos de esos rumores eran exagerados, muchos de ellos eran ciertos. Era, en todos los aspectos, lo que ellos llamaban el "soldado perfecto".
Pero, a pesar de mis habilidades, lo que realmente me distinguió de los demás fue mi deseo de luchar contra aquellos que me habían hecho esto y proteger a aquellos que no podían protegerse a sí mismos.
Soy el resultado de años de experimentación y modificación. Pero más que eso, soy el resultado de mi propio deseo de superar y luchar. Soy Fénix, no solo por lo que me hicieron, sino por lo que decidí ser.
Las memorias fragmentadas de esa noche me asaltaban con una claridad que dolía. Veía el caos, el sonido de las alarmas retumbando en mis oídos, las luces parpadeando rojas y blancas, y el ruido de las pisadas acercándose rápidamente. Había planeado el escape durante semanas, buscando las debilidades en la seguridad, observando los patrones de los guardias.
Tenía solo 7 años, pero ya había desarrollado una percepción aguda y una capacidad para la estrategia que muchos adultos envidiarían. Sabía que mi oportunidad sería fugaz y que tenía que actuar rápido. Cuando finalmente llegó el momento, no dudé.
Conduje a un pequeño grupo de niños, aquellos que eran más cercanos a mí y con quienes había planeado el escape. A través de los corredores, evitando las cámaras de seguridad y esquivando guardias. Cada paso que dábamos era uno más lejos de esa prisión y uno más cerca de la libertad.
