"Incógnita"

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Las puertas del laboratorio se abrieron con un zumbido mecánico mientras me perfilaba contra la luz tenue del corredor

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Las puertas del laboratorio se abrieron con un zumbido mecánico mientras me perfilaba contra la luz tenue del corredor. Mis pasos resonaban en el silencio, marcando el ritmo de mi llegada. Los asistentes, alineados junto a las mesas de trabajo, levantaron la vista de sus microscopios y tubos de ensayo, anticipando la tormenta que yo traía.

—¡Atención!— rugí, mi voz cortando el aire como un cuchillo afilado. —El proceso que vamos a emprender hoy no es para los débiles de corazón. Exijo precisión, exijo dedicación y, sobre todo, exijo resultados.

Me detuve frente a la pizarra, agarrando un marcador con tal fuerza que mis nudillos se volvieron blancos. Con trazos firmes y decididos, comencé a esbozar el diagrama de un procedimiento complejo, cada línea y cada número eran un mandato.

—No toleraré errores. Cada uno de ustedes ha sido elegido por su habilidad, no por su capacidad de hacer preguntas. ¿Está claro?— Mi mirada se posó en cada uno de los presentes, un desafío silencioso colgando en el aire.

Uno a uno, asintieron, algunos con determinación, otros con un temor apenas disimulado. Asentí con aprobación, satisfecho con la obediencia que había impuesto.

—Entonces, comencemos. Rodríguez, estarás a cargo de la síntesis de la solución madre. No espero menos de un 99.9% de pureza. Martínez, tu equipo se ocupará de la cristalización. Quiero ver esos cristales formándose antes de que el reloj marque las tres.

Los asistentes se movieron con rapidez, cada uno asumiendo su rol en la coreografía meticulosamente orquestada por mí. Observaba, un general en mi campo de batalla, listo para corregir, para guiar, para exigir.

Y así, bajo mi mirada férrea, el laboratorio cobró vida, un ente dedicado a la ciencia, a la búsqueda de respuestas, a la conquista de lo desconocido.

—Traigan al sujeto de prueba,—ordené con una voz que no admitía réplica. Los asistentes se apresuraron a cumplir, y pronto, un hombre de mirada vacía fue conducido al centro del laboratorio. Era un conejillo de Indias humano, uno de tantos que habían pasado por mis manos.

El proceso comenzó con la precisión de un reloj suizo. Observé cada movimiento, cada reacción. El sujeto se retorcía de dolor, su cuerpo luchando contra la invasión de la ciencia. Pero no había resultados; la frustración crecía en mí como una tormenta.

En ese instante, mi teléfono vibró. Contesté la llamada y las palabras que escuché hicieron que mi sangre hirviera de ira. —Apocalipsis ha escapado,— informó la voz al otro lado de la línea. Mi proyecto más ambicioso, la creación que cambiaría el curso de la humanidad, se había liberado de sus cadenas.

Colgué el teléfono, mi mente trabajando a toda velocidad. No había tiempo para la ira, solo para la acción. —¡Alerta máxima!—, grité, y el laboratorio se sumió en el caos. —¡Apocalipsis no puede ser es puesto al mundo!.

Los asistentes corrían, buscando contener la situación, pero yo sabía que la verdadera batalla apenas comenzaba. Apocalipsis era mi obra maestra, y ahora, era también mi mayor amenaza.

Legado de Sangre: Saga "Linaje Oscuro" #2(PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora