Los recuerdos son fragmentos difusos en mi mente, desvaneciéndose justo cuando intento aferrarme a ellos. Pero esos dos, Alessio y Nicolai, se han vuelto mis anclas en una vida que siempre se ha sentido como un mar embravecido. Si bien su presencia...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Envuelta en mis pensamientos, me adentré en la habitación, sintiéndome más vulnerable y sola que nunca. A pesar de estar rodeada de lujo y confort, en ese momento, me sentí tan pequeña y perdida. La sensación de impotencia me inundó, acompañada de un dolor punzante en el pecho. Recordé la autoridad con la que Alessio había hablado, cómo había ejercido ese poder y control que nunca había dirigido hacia mí. La puerta se abrió lentamente y Alessio entró, su figura imponente llenando el espacio. Sus ojos, antes fríos y decididos, ahora reflejaban arrepentimiento y preocupación.
—Gatita —comenzó, su voz suave, tratando de encontrar las palabras adecuadas—, lamento cómo te hablé. No debería haberlo hecho.
Di un paso atrás, cruzándome de brazos. —¿Y entonces? ¿Por qué lo hiciste? Siempre hemos hablado con sinceridad, con confianza. Hoy... hoy sentí que te perdía.
Alessio suspiró, claramente frustrado consigo mismo. —Hoy no fue un buen día, Ángel. Y no quería que te vieras involucrada en mis problemas.
—Pero ya estoy involucrada, Alessio. No puedes simplemente alejarme cuando las cosas se ponen difíciles. Somos un equipo, ¿no es así?
Él asintió, acercándose lentamente. —Tienes razón. No debería haber reaccionado de esa manera. Pero te amo tanto que el mero pensamiento de que algo te pueda suceder me aterra.
Me acerqué, entrelazando mis dedos con los suyos. —Yo también te amo, Alessio. Pero debemos confiar el uno en el otro, en los buenos y en los malos momentos. ¿Cuál fue la entrega qué se hizo mal?
Alessio respiró hondo, su mirada se oscureció ligeramente mientras buscaba las palabras correctas. —Hubo un problema con un envío que venía desde Ucrania. La información se filtró y fuimos emboscados. La mercancía se perdió y varios de nuestros hombres resultaron heridos. Fue un golpe bajo, un mensaje de alguien que quiere enfrentarse a la Bratva.
—¿Quién lo haría? —pregunté con voz temblorosa, tratando de comprender la magnitud de lo que estaba diciendo.
—Aún no lo sé —respondió con seriedad—. Pero lo averiguaré. No permitiré que nos hagan esto y queden impunes.
Pasé mis manos por su pecho, sintiendo la tensión en sus músculos. —Alessio, tienes que tener cuidado. No quiero perderte.
—Nunca me perderás, Ángel. Pero hay cosas que debo hacer para proteger a nuestra familia. Es el mundo en el que vivimos, el mundo que heredé.
Bajé la mirada, sintiendo una mezcla de miedo y resolución. —Lo entiendo, pero por favor, prométeme que siempre serás cauteloso.
Alessio me levantó la barbilla, haciendo que nuestros ojos se encontraran. —Te lo prometo, gatita.
Mientras Alessio continuaba explicando los detalles y lo que se avecinaba, una voz familiar resonó en mi mente. Era esa voz insidiosa que había intentado manipular mis acciones a.
