Los recuerdos son fragmentos difusos en mi mente, desvaneciéndose justo cuando intento aferrarme a ellos. Pero esos dos, Alessio y Nicolai, se han vuelto mis anclas en una vida que siempre se ha sentido como un mar embravecido. Si bien su presencia...
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De vuelta en la casa, me preparo para irme. Mi mente está trabajando a toda velocidad, planeando cada detalle. No puedo permitirme un solo error. Camino sigilosamente hacia mi habitación, asegurándome de que nadie me vea. Cada crujido del piso de madera bajo mis pies me hace detenerme, escuchando atentamente por cualquier señal de movimiento.
Una vez en mi habitación, cierro la puerta suavemente y me dirijo hacia el armario. Ahí está mi mochila, ya lista con lo esencial: algo de ropa, comida y un poco de dinero. Mis manos todavía tiemblan, pero la determinación en mi corazón es inquebrantable.
-Camil, tome una decisión . Me voy a ir -le digo, tratando de mantener mi voz firme.
-¿De que estas hablando? ¿Irte? -responde Camil, sorprendido por la noticia.
-Sabes que siempre hago lo que quiero. Esta vez no será diferente -le contesto.
-Pero tenemos una misión -insiste Camil, tratando de hacerme entrar en razón.
-La única misión que me importa ahora es encontrar a mi familia. No hay nada más importante -respondo, mi voz llena de resolución.
-Si te vas, los Ferratti te buscarán y se van a enterar de todo.
-Lo sé, pero no puedo seguir con esta incógnita. Necesito saber sobre mis padres y quizás tenga más familia. Sé que estoy arriesgando todo por lo que hemos trabajado, pero ya no lo soporto. Necesito saber.
Camil suspira al otro lado de la línea, sabiendo que no puede convencerme.
-Está bien, Ángel. Haz lo que tengas que hacer. ¿Necesitas algo más?
-Solo cuida a Apocalipsis -respondo, pensando en él niño.
-Eso no tienes que pedírmelo. Si necesitas algo más, no dudes en contactarme -dice Camil con firmeza.
Cuelgo el teléfono, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Tomo mi mochila y me dispongo a salir sin ser detectada.
Me acerco a la puerta de mi habitación y la abro con cuidado, asegurándome de no hacer ruido. La casa está en silencio, y la oscuridad es mi aliada. Conocí cada rincón de este lugar, cada escondite y cada trampa. Sabía exactamente cómo evitar a los guardias y las cámaras de vigilancia.
Primero, me deslizo por el pasillo principal, pegándome a las sombras. Veo la luz de una linterna moviéndose al final del corredor y contengo la respiración. Espero hasta que el guardia se aleje antes de continuar.
Llego a la escalera trasera, la cual rara vez se usa. Cada paso hacia abajo cruje ligeramente bajo mi peso, pero el ruido es apenas perceptible. Sigo avanzando, mis sentidos en alerta máxima.
Al llegar al piso inferior, me dirijo hacia la puerta de la cocina. Sé que hay una cámara que vigila la entrada, así que me agacho y me muevo rápidamente, manteniéndome fuera de su campo de visión. Una vez en la cocina, me detengo y escucho. Todo sigue en calma.
