Los recuerdos son fragmentos difusos en mi mente, desvaneciéndose justo cuando intento aferrarme a ellos. Pero esos dos, Alessio y Nicolai, se han vuelto mis anclas en una vida que siempre se ha sentido como un mar embravecido. Si bien su presencia...
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Desde que Nikolai regresó a la mansión Ferrati, la atmósfera se había cargado de una energía diferente. Todos parecían felices, todos excepto Alessio. La rivalidad entre él y su hermano era más que evidente, y yo podía sentir la tensión cada vez que sus miradas se cruzaban.
Alessio había aceptado a regañadientes la estancia de Nikolai por Lorena. No quería causarle tristeza, pero era claro que preferiría tener a Nikolai lejos. En los pocos encuentros que tuve con Nikolai desde su regreso, noté cómo Alessio lo mantenía ocupado, evitando cualquier oportunidad para que estuviéramos a solas.
Por mi parte, me encontraba en un estado de desesperación creciente. Mi plan, cuidadosamente orquestado, debía llegar a su fin, y cada día que pasaba sin actuar aumentaba mi ansiedad.
Lucas se excuso con los Ferratti con la escusa de tener un familiar enfermo, Alana seguía serca de Alessio, aunque no me gustaba su cercanía debía reconocer que Alana es buena en lo que hace. Fue en medio de esta tormenta emocional que Camil me contactó. Me dirigía a unas ruinas abandonadas, un lugar donde podíamos hablar sin ser vistos ni levantar sospechas. Camil dijo que tenía información valiosa, y su tono urgente me hizo apresurar el paso.
Cuando llegué, Camil me esperaba con una expresión que no pida descifrar.
Con pasos firmes me acerqué donde Camil, antes de decir una palabra Camil sacó una fotografía. La imagen en mis manos temblaba ligeramente, producto de la conmoción que me recorría. El niño de la fotografía, con su cabello rojizo y ojos grises, era como un reflejo de mi propia infancia. No podía apartar la mirada; había algo en él que me llamaba, que me conectaba con él de una manera que no podía explicar.
—Camil, esto... esto tiene que ser una coincidencia. ¿Dime que es una maldita broma? —dije, aunque mi voz se quebró, traicionando mi incertidumbre.
Camil me observó con seriedad, sus ojos reflejando una mezcla de simpatía y resolución.
— No hay coincidencias en esto. El niño fue encontrado en el bosque cerca de la granja donde... —hizo una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado— donde comenzó el Génesis.
Las palabras de Camil cayeron sobre mí como una sentencia. La granja, Génesis, esto tenía que ser una maldita broma, no podía ser positivo. Ese lugar yo misma lo destruí, no quedaba nada.
—Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede tener él los mismos rasgos que yo? —pregunté, sintiendo cómo la realidad de la situación comenzaba a asentarse.
—No lo sé, Fénix. Pero creo que este niño no estaba hay por mera coincidencia... Algo me dice que esto fue planeado, sabían que lo encontraríamos—respondió Camil, su voz firme.
Miré nuevamente la fotografía, y en ese momento, supe que no podía ignorar la verdad que se escondía detrás de esos ojos grises. Tenía que encontrar la conexión con este niño que de alguna manera, compartía mi misma esencia.
