La Universidad Mágica de Ranoa - Parte 1

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En la frontera entre Kikka y Shirone, mientras el sol se hundía en el horizonte y la luna plateada cubría la tierra con su resplandor radiante, dos figuras diminutas se alzaban desafiantes en el paisaje desolado.

Desde la distancia, podría parecer que estaban en combate, aunque el término "luchar" parecía algo inapropiado para lo que estaban haciendo: golpearse entre sí, para ser precisos.

Uno de ellos, de largo cabello rubio y alborotado, estaba manchado de sangre. Ojos hinchados y un labio partido que rezuma carmesí, sus ropas hechas jirones, revelando un pecho maltratado debajo.

La otra figura, de estatura similar y estado igualmente lamentable, poseía el cabello negro despeinado. La sangre goteaba de una nariz maltrecha, mientras que un ojo hinchado estropeaba un rostro que de otro modo estaría magullado. Los restos de lo que alguna vez fueron prendas finas ahora se aferraban a su cuerpo en ruinas.

Alrededor de este sombrío espectáculo había depresiones en el suelo parecidas a cráteres, producto de una feroz batalla. Sin embargo, ahora, todo lo que se podía presenciar era el intercambio de golpes entre estas dos figuras en conflicto.

Cada golpe recibió dos a cambio. Cada vez que uno de ellos tropezaba, el otro aprovechaba la oportunidad para sentarse y recuperar fuerzas. La guerra de palabras e insultos reflejó la batalla física, sin que ninguno estuviera dispuesto a reconocer la derrota ni a renunciar a la espada.

En medio del caos de su apariencia, ambos compartían una emoción común y profundamente arraigada: el orgullo inquebrantable de dos jóvenes testarudos.

***

"Ríndete, basura... Viniste buscando problemas..."

"N-No... me digas qué hacer..."

Desesperado por respirar, descubrí mi nariz empapada de sangre, lo que me obligó a abrir la boca e inhalar, solo para sentir el ardor abrasador en mi garganta. Mis ojos, dientes, dedos, piernas, cabeza, todo palpitaba en agonía y mi cuerpo dolía como nunca antes.

Y todo este sufrimiento provino de la figura obstinada que estaba frente a mí, que se negaba a reconocer la derrota.

Las horas habían pasado durante este enfrentamiento, llevándonos a nuestro actual punto muerto. El velo de la noche ocultaba el cansancio de ambos. Mis reservas de maná se habían agotado, junto con mi fuerza física. La misma aflicción pesaba sobre Ryback, quien ya no podía levantar su espada, la cual yacía tirada. Desprovistos de maná, nuestros puños sólo podían dar golpes que no causaban dolor, similar a la fuerza de los niños. Nos movíamos en una agonizante cámara lenta.

"Espera..."

Mi maltrecho cuerpo no podía levantarse y no aceptaría fácilmente la derrota.

Los ojos de Ryback se abrieron, su rostro maltratado todavía transmitía su asombro.

"Ah... ¿Te estás... rindiendo?" jadeó, luchando por articular sus palabras.

En lugar de responder, di un paso hacia el suelo y con cautela planté una mano, luego me senté.

"Necesito recuperar el aliento," admití, cerrando los ojos e inclinando la cabeza hacia el cielo.

Inusualmente, no hubo protesta por parte de Ryback. Lo observé desde mi posición y vi que él hacía exactamente lo mismo. Con algo de esfuerzo se tumbó en el suelo. Podía ver el ritmo de su pecho, subiendo y bajando mientras jadeaba.

"Esto cuenta como tu derrota,"  murmuró, sus palabras cortaron el ruido de fondo del canto de los grillos.

Mis cejas se alzaron.

Mushoku Tensei: FreedomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora