Elegimos amar, pero no podemos elegir cuando dejar de hacerlo...
Hogwarts lucha por volver a su gloria después de la guerra, el destino entrelaza de nuevo a unos viejos conocidos. Dándoles la oportunidad de redimir sus errores y una segunda oportuni...
Lunes 18 de mayo de 1998 Vecindario Bridgeport, Chicago, Illinois, USA.
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La alarma volvió a sonar por tercera vez, abrí mis ojos tratando de acostumbrarme a la luz, miré mi departamento, demasiado blanco para mi gusto, aun no me daba el tiempo de sacar mis cosas de las cajas, poner cuadros, o comprar plantas o un gato que me diera compañía.
Es curioso como las pocas relaciones sentimentales de mi vida han acabado de manera desastrosa, sonreí al techo pensando en esto, riéndome de mi propia miseria, pero, esta vez no había sido mi culpa, era culpa de Robert, sí... de Robert y de su secretaria Erín.
¡Era una niña! Una niña con mejores piernas que yo al parecer y que gustaba salir con hombres casados, mi esposo o mejor dicho mi exesposo había decidido engañarme con su linda y joven secretaría. ¡Que cliché muggle!
Muggle... hace tanto que esa palabra no había cruzado por mi mente, volví a reírme como una maldita loca, Robert jamás me había llamado por mi verdadero nombre, el brillante abogado jamás sospecho que su esposa común y corriente era una bruja. ¡Sí! ¡Una bruja!
Aunque esa historia ya era conocida, me vi toda la serie de "Hechizada" del 64'. Cómo sea, había salido furiosa hace quince días de la casa de mi exesposo cuando lo encontré con los pantalones abajo y sobre la dulce Erín en nuestra cama, en ese momento me hubiera gustado tener mi varita en la mano, había unos cuantos hechizos que quería lanzarles... pero eso no paso, desconozco el paradero de mi varita, supongo que está en una caja en este pequeño departamento.
Talle mis ojos yendo hacia la ducha, el agua caliente me despertaría, estaría lista en media hora, comería un sándwich del puesto de la esquina de la escuela, la señora Li preparaba excelentes sándwiches aun que fuera algo gruñona, ese era mi día a día, porque sí, la antes conocida Cárites Asteria Malfoy se había convertido en una maestra de niños muggles de séptimo grado, y nadie conocía mi verdadero nombre u origen, aquí en Chicago era la maestra Carol Mitchell esposa (exesposa) del famoso abogado Robert Mitchell.
Salí tan apurada de la ducha que me golpeé el dedo pequeño del pie...
-¡Maldita sea! ¡Por Merlín!-
Robert como buen muggle jamás entendió por qué decía ese tipo de cosas. Cuando llegué en el 85' a Chicago no conocía nada del mundo común, el patito de hule, los dentistas o los bolígrafos... así que al no tener una carrera en una escuela común y tampoco me aceptarían en un trabajo por decir que fui la mejor en duelo mágico de mi generación, el único trabajo que pude encontrar era ser maestra, bueno, fui mesera primero, pero, me convertí en maestra gracias a que mi padre me había presionado para escribir correctamente y me contrataron para la clase de léxico y gramática, sin contar la ayuda de mi acento británico. Y así lo hice...
