Carpe Diem (Severus Snape)

Capítulo 15.- El viaje

Olivia trato de persuadirme en quedarme hasta que el ciclo escolar terminara, después de diez años trabajando en la escuela no podía solo irme así como así, pero mi decisión fue final, no supe que era lo que trataba de decirme Henry con todo su parloteo y tampoco alcance a despedirme de mis niños, al menos mis cosas seguían en cajas, aun que tenía que revisar algunas para encontrar la varita.

-Entiendo Licenciada, pero no habría alguna, no se, forma de que no necesite ir al juzgado... en persona.- Trataba de mantener la paciencia al teléfono.- Tengo una gran urgencia familiar en Inglaterra y debo de ir, si yo sé que Robert aun no firma el acuerdo de divorcio pero... ¡Es que no puedo presentarme! Si, si, muy bien, pues si no hay otra forma, está bien que se atrase el proceso. Le llamare para pasarle una dirección en cuanto llegue a Londres. Gracias, adiós.

Maldición, el juicio del divorcio se atrasaría si no estaba presente físicamente ante el juzgado, desventajas de tener un esposo abogado.
Al destapar una caja de plástico debajo de unos calcetines viejos de Robert, me encontré con una lonchera metálica, ¡eureka! Mi varita se encontraba dentro de está, junto con las fotos de la familia y unas cuantas cartas viejas, fue lo que pude llevarme del que solía ser mi hogar.

Me tiré en el piso de la "sala-comedor-cuarto" para mirar con más calma la foto arrugada de Lucius posando a mi lado, teníamos lindos conjuntos a juego, madre insistía en combinarnos como si fuéramos mellizos, ambos sonreíamos y nos movíamos con una ceja alzada, tan orgullosos de nuestro apellido tan seguros de nuestro estatus, la siguiente foto era de mi padre, se movía en su silla detrás de su pesado escritorio, de los recuerdos que más me atormentaban en las noches de agosto era pensar si el me odiaría en sus últimos momentos, evite que una lagrimilla cayera manchando la foto, mi tonta manía de llorar por cualquier cosa.

La foto que le seguía a esta era Snape y yo plantando unas mandrágoras, Snape tenía una cara de hartazgo y repulsión sosteniendo a la chillona planta, yo, por mi parte tenía una sonrisa triunfante, recuerdo cuando me bastaba estar a su lado, estudiar en la biblioteca juntos.

Supongo que ha estas alturas el debió de encontrar un digno remplazo para Lily, una bruja de cabello carmín o quizá color calabaza, sangre pura, que fuera valiente. ¿Me pregunto si tendría hijos?

Sacudí mi cabeza esperando no ver jamás esa escena, por que... ¿El qué vería de mí?
Una bruja cobarde que no había practicado magia en trece años, divorciada de un muggle con raíces oscuras en el cabello... no, definitivamente no quería topármelo en Inglaterra.

Me concentre en las cartas de aspecto amarillento, la escritura cursiva y tinta vieja, nota mental, llevaría un bolígrafo conmigo al Ministerio; era la última carta de Sirius, otro fantasma que me intrigaba.

¿Cómo pudo traicionar a Lily y James, su mejor amigo? ¿Qué hubiera pasado si hubiera soltado mi obsesión por Severus y hubiera visto con otros ojos a Sirius? Solté un pesado respiro.

Mi vuelo a Inglaterra salía mañana a primera hora del día, casi de madrugada, debía de estar lista... mire mi varita mordiéndome el labio inferior.

-Tal vez si tu y yo volvemos...- Dije pasando mis dedos por la madera de tilo plateado, la varita tenía un diseño elegante de torzal por el mango y en su interior guardaba como núcleo una espina de monstruo de Río Blanco. Un hechizo pequeño no haría daño.- Wingardium leviosa...

Mi pecho se inflo de felicidad al ver que la carpeta de la escuela se elevaba por los aires, hasta que... se incendio convirtiéndose en cenizas frente a mi cara.

-¡Ay estúpida varita!- Claro, había olvidado lo orgullosa que era, no me perdonaría tan fácil dejarla olvidada por tanto tiempo, tendría que practicar más y no morir en el intento.