Que tengas buena vida Armstrong

4.5K 244 3
                                    

Miami, Florida. Diciembre 16 de 1993.

—¿Qué fue lo que hiciste?.— La residencia Armstrong siempre fue un lugar pacifico, la familia de clase media, conformada por ambos padres y su única hija Becky, vivía en paz y armonía en la comodidad de su hogar. O al menos eso pretendían.

—¡Fue un accidente! — Grito Antonio Armstrong, el padre de familia. — ¡Ya cálmate! Vas a despertar a la niña.

—No digas que fue 'solo un accidente' Antonio, eres lo suficientemente maduro y consciente para entender lo que hiciste.— El matrimonio llevaba alrededor de unos veinte minutos discutiendo en la cocina. Todo había empezado cuando el esposo de Martha había llegado más tarde de lo normal a la casa, la cena se echó a perder y Martha tuvo que tirar los restos a la basura. Pero eso no era lo que le preocupaba, quería saber por qué su esposo, que acostumbra a estar en casa antes de las siete, cenar con su esposa e hija para luego relajarse mirando un rato la televisión y más tarde encargarse de que su pequeña Becky se durmiera a un horario adecuado a su edad y llevarla a su cuna para que tuviera una noche de sueño tranquila, había llegado a casa en horas de la madrugada. La locura se desató cuándo Antonio le confeso a su esposa el porqué de su tardanza.

—Escucha, lo siento, pero pensé que esto sería el primer paso para que podamos comenzar la familia que siempre quisimos.

— ¿La familia que siempre quisimos?— Preguntó Martha. —O ¿La familia que TU siempre quisiste?— Pregunto una vez más, molesta. —Ya tenemos una familia Antonio. Tú, yo y la pequeña que está acostumbrada a que su padre le cuente un cuento y la arrope antes de dormir. ¿Sabes cuánto me costó hacer que Becky se durmiera hoy?

— ¿Así que ese es el problema?— Se defendió su esposo. — ¿Estas enojada porque no lleve a Becky a dormir hoy?

—No hagas el papel de tonto. ¡Sabes que eso no es lo que me molesta en este momento!— Grito Martha, dándole la espalda a su esposo, apretó con fuerza las esquinas del desayunador que estaba ubicado en el centro de la cocina. Apretó tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos por el esfuerzo. Tomo varias respiraciones profundas para intentar calmarse e intentar seguir con esta conversación de la forma más pacifica posible. — ¿Por qué lo hiciste?

—Amor...— Se colocó detrás de su esposa e intento apoyar sus manos en sus hombros, solo para ser alejado bruscamente.

— ¡SOLO DIME POR QUÉ ANTONIO!— Le gritó, totalmente fuera de sí.

En ese momento el descontrolado llanto de una bebé pudo ser escuchado a través de las paredes de la casa. Antonio cerró sus ojos con fuerza, replanteándose todas las decisiones que había tomado últimamente y dándose cuenta de que lo que hizo fue su mayor error. Él ya tenía todo lo que quería, y no iba a perderlo todo por un momento de debilidad y tentación.

Cuando volvió a abrir sus ojos, su vista se clavó en su esposa, quien lo miraba de frente con lágrimas en sus ojos. Dejo escapar un largo suspiro tratando de calmarse para luego decirles unas palabras a su esposo.

—Te llaman, Papá.— Le dijo en un tono desafiante, para después salir de la cocina pero no sin antes darle un pequeño empujón. No era uno de aliento, por supuesto.

El llanto de su hija hizo que rápidamente saliera de su trance luego del empujón, y subiera al cuarto donde la pequeña Rebecca Armstrong pasaba sus noches soñando quien sabe qué clase de fantasías y desconectándose por completo del mundo real. Su mundo real. No era que le importara de todos modos, era muy pequeña para entenderlo y darle importancia.

Antonio se detuvo justo frente a la puerta del cuarto, la cual habían acostumbrado a dejar abierta todas las noches solo en caso de que algo pasara. Miro alrededor, el cuarto era rosa, repleto de juguetes, juegos, e infinidad de otras cosas con las cuales el matrimonio malcriaba a su hija de menos de un año. Una de las fotos de su boda colgaba en una de las paredes, al lado de unas enormes letras rojas que formaban el apodo 'Becky' y justo en el centro de uno de los tantos corazones que habían sido dibujados alrededor del nombre. Siempre se preguntó por qué su hija querría una foto de su boda en la habitación y sabía que probablemente esa foto iba a desaparecer de ahí con el correr de los años y a medida que Becky se hiciera mayor, junto con el color de las paredes, la decoración del cuarto y todos sus juguetes para darle paso a cosas que sean más conforme a su edad.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora