Culpable... Final

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Daniel Chankimha sigues pendiente a enfrentar un cargo por violencia familiar, cinco cargos por trata de personas y uno agravado por el vínculo ya que se trata de tu hija adoptiva Sarocha Chankimha, un cargo por falsificación y doce cargos por homicidio.

Heng Pinitkanchanapan, sigues enfrentando el cargo por cómplice de homicidio.

La primera audiencia del juicio se llevara a cabo dentro de dos semanas, hasta entonces ambos acusados deberán seguir bajo arresto hasta que sus sentencias sean dictadas. Se levanta la sesión.

Dos semanas pasaron mucho más rápido de lo que Freen hubiese deseado. Era difícil darse cuenta de la noción del tiempo con todas las emociones que últimamente había estado viviendo, y entre tanta alegría olvido que en algún momento debería volver a la realidad que le esperaba: El juicio.

Este era el paso final que la joven necesitaba para por fin comenzar a vivir la vida que siempre soñó, y para que su infierno se acabara de una vez por todas. Era imposible no estar nerviosa, este juicio no solo decidiría su futuro, sino que cobraría la cuenta por todas las familias que Daniel Chankimha destruyo —claro, eso solo pasara si los demás abogados son tan buenos como el del Señor Chankimha—, pero también podría arruinar la vida de su mejor amigo, Heng, que estaba ahí por los errores de otra persona.

El día había sido planeado totalmente; se levantó más temprano de lo que acostumbraba para poder desayunar —o por lo menos intentarlo, sus nervios le hacían difícil completar esa tarea— y luego poder encontrarse con Macarena, su abogada y con el fiscal de la causa, Joseph a quien había conocido hace un par de semanas, antes del juicio para ultimar todos los detalles de su testimonio y defensa. La sesión comenzaría a las nueve de esa misma mañana, y al parecer ella sería una de las primeras personas en el estrado, por lo que Macarena quiso que estén en la corte un poco más temprano de lo acordado.

—¿Falta mucho para que esta cosa empiece? —Freen ya se había cansado de estar sentada en un duro asiento de madera en una corte prácticamente vacía. Solamente un par de los miembros del jurado estaban dando vueltas por ahí, también estaban su padre Antonio charlando animadamente con su abogado, su madre Norma y su hermana Jane estaban ya sentadas en una banca también junto al abogado de la mujer que debería declarar hoy. También estaba Irin, que según ella solo había ido a la corte con la excusa de que de ver a Freen patear muchos traseros en el juicio, pero todos sabían que lo hizo porque en realidad no quería asistir al trabajo, y Camila, la psicóloga de Becky y quien ahora se había convertido en un gran apoyo para Freen también se encontraba presente.

—Freen, había un enorme reloj en la entrada justo cuando entramos. —Su abogada estaba un poco irritada, también a causa de los nervios y al parecer el desorden de papeles que tenía en su maletín contribuía mucho a su mal humor. La joven había visto el reloj, sí, pero Freen aún no se había molestado en aprender como leer la hora en los relojes de agujas. La respuesta de Macarena la dejo básicamente en nada.

—La hora es 8:55, solo faltan cinco minutos para que el juez llegue y el juicio comience. —Dijo una conocida voz a sus espaldas, ni siquiera toda la planificación de por medio habían preparado a Freen para esta sorpresa.

—¡Nam! — La joven prácticamente salto los asientos de la corte para poder llegar al lado de su amiga, a quien no había visto desde su pelea en su casa hace unas semanas, y a decir verdad no se esperaba que Nam viniera a presenciar el juicio, una de las razones era porque la rubia tenía un trabajo con el cual debía cumplir en Londres, en la secundaria Holloway y sabía lo difícil que era conseguir un par de días libres ya que el director era una patada donde más te duele, o en otras palabras; un completo idiota. Otra de las razones por las que no se esperaba esto era por la pelea que habían tenido, ella no había tratado a Nam de la mejor manera ese día y cuando volvió a su casa en la tarde y vio que la joven junto con su equipaje se habían ido de ahí y probablemente de vuelta a Londres pensó que todos sus años de amistad se habían terminado, y se sintió aún más arrepentida de las palabras que salieron de su boca esa mañana cuando Nam no se molestó en llamarla los siguientes días. Pero sabía que ella no era orgullosa, y que probablemente solo lo hacía para darle a la joven bailarina un poco de espacio y tiempo para aclarar su mente.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora