Negocios sucios III

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Después del inesperado enfrentamiento que Norma había tenido con su esposo por defender a Sarocha, fue muy rápida en subir al segundo piso de la casa con el brazo de su hija alrededor de los hombros para ayudarla a caminar, y ambas se encerraron en el baño, sabiendo que era mejor hacer eso que tener que lamentar que esta pelea se haga más grande y resulte con más heridos. Fue en ese momento, en el que la joven Freen se dio cuenta de la gravedad de sus heridas y cuando el dolor comenzó a hacer efecto, los minutos de euforia que había vivido durante su discusión con su padre le habían hecho olvidar por completo las heridas abiertas que tenía y el hecho de que algunas estaban sangrando, la misma furia la hizo olvidarse del dolor que debería haber sentido tan pronto como el primer golpe hizo impacto en su cuerpo.

Lo cierto es que, Sarocha no se esperaba ese acto de valentía de su madre, mucho menos lo hacía Daniel. Y a decir de verdad, esto también sorprendió a la propia Norma, que después de tantos años jugando el papel de tonta por temor, se había revelado ante los maltratos de su esposo. Si bien ella sabía que Daniel había golpeado a Sarocha en más de una oportunidad, ya sea porque la joven le contó o por las heridas que tenía que curar cada vez que ambos llegaban a casa después de una larga noche en el club, esta era la primera vez que Norma no solo escuchaba la mano del hombre golpear el cuerpo de su hija y los insultos que iban y venían, sino que también era la primera vez que presenciaba esa atrocidad.

Se regañó a sí misma, porque estaba tan cegada por el miedo que jamás fue capaz de reaccionar en defensa de su hija, hasta este momento. Freen a veces le decía que realmente no le importaba recibir golpes siempre y cuando eso signifique que estaba protegiéndola a ella y a su hermana, y siempre lo hacía luego de que Norma curara sus heridas, provocadas por el monstruo que al que Freen tenía la "obligación" de respetar como a su padre. Aunque lo que ese hombre menos merecía era un poco de respeto.

—No tendrías que haber hecho eso. —Regaño Freen a su madre. —Sabes que te pondrá la mano encima por lo que hiciste tan pronto como yo ponga un pie fuera de la casa.

—Puedo soportarlo. —Dijo la madre mientras limpiaba los pequeños rastros de sangre seca que habían quedado en la frente de Freen. —Tú estuviste soportando esto todo este tiempo por tu hermana y por mí.

—Eso no significa que tú tengas que pasar por lo mismo solo porque sientes culpa. —Cualquier persona hubiera pensado que el tono que Freen uso para decir esas palabras estaba repleto de rencor, pero no era así. No guardaba rencor por haberse sacrificado por su hermana y por su madre, por personas que valía la pena proteger.

—No siento culpa mija, pero si enojo. —Confesó.

—¿Enojo? —Freen estaba confundida ante la confesión de su madre.

—Si. Porque no fui capaz de detener esto cuando tuve la oportunidad de hacerlo. Y fueron varias... Dios, me siento la peo... —Freen fue rápida en interrumpirla.

—No lo hiciste porque yo te pedí que no lo hicieras.

—Pero no debí haberte hecho caso, no sabiendo cuanto sufrías.

—Está bien... —Esta vez, Norma interrumpió a su hija.

—No, no lo está. —Tomó una gaza del pequeño botiquín de primeros auxilios y luego de empaparla con un poco de alcohol se la dio a Freen para que la pusiera sobre la herida de su frente, que Norma acababa de limpiar, o mejor dicho, de sacar todos los pequeños trocitos de vidrio que habían quedado incrustados en su piel cuando Daniel la empujó contra la ventana. —Tal vez tu pensabas que nos estabas defendiendo al arriesgarte y enfrentar a Daniel cada vez que algún problema surgía. Y si lo hacías, físicamente nos protegiste a ambas, a tu hermana y a mí. Pero emocionalmente, nos estabas matando. —Explicó. —No era nada lindo verte llegar a casa cada fin de semana con una herida nueva para curar, y era sumamente frustrante que cada vez que queríamos ayudarte tu solo nos gritaras y dijeras que no nos metiéramos en tus asuntos. —Freen se quedó sin palabras luego de escuchar la confesión de su madre. —No te estoy diciendo esto para que sientas culpa, tú no tienes la culpa de nada. Tu literalmente eres un ángel para esta descolocada familia Freen. Solo querías que supieras esto para que entendieras que lo que te dolía a ti, también los dolía a nosotras.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora