Repuestas

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—¡BILLY!

Al parecer no era el mejor comienzo de mañana que el joven había esperado tener. Nada bueno podría resultar de tu jefe, que también es el padre de tu novia, entrando a los gritos a tu oficina. Billy ya se estaba preparando para sus balbuceos sin sentido alguno pensando que se había metido en un gran lio del cual no tenía idea.

—Si suegro... Digo, Antonio Armstrong. —Dijo un poco alterado mientras se levantaba de su asiento y se ponía de pie, como si fuera una señal de respeto a su superior. —¿Estoy en problemas?

—¿Por qué lo estarías? —Antonio le hizo una seña con su mano, indicándole que podía volver a tomar asiento mientras él se acercaba al escritorio del joven y apoyaba sus manos en este.

—N-no lo sé. —Respondió honestamente. —Las únicas veces que has venido aquí siempre fue para gritarme.

—Me sorprende que después de tantos años como empleado aun no sepas que yo me la paso gritando por cada rincón de la empresa. Y más ahora que dentro de poco serás parte de la familia. —Billy sonrió después de escuchar las últimas palabras de su suegro. —No estás en problemas.

—Que bien... —Suspiro aliviado.

—Pero si lo estarás si no me ayudas con algo. —El cuerpo del joven se tensó por completo.

—¿A-algo?

—Sí, necesito tu ayuda con algo. —Tomó asiento en la silla que estaba del otro lado del escritorio. —Y además, también necesito que no le menciones ni una palabra de esto a Becky. —Billy podía sentir como en cualquier momento caería al suelo desmayado a causa de sus nervios. —¿Me entendiste?

Parecía que toda capacidad que tenía para hablar o comunicarse de alguna forma había desaparecido de sí mismo en ese momento, ni siquiera sus incoherentes tartamudeos que siempre sucedían cuando se ponía nervioso podían salir de su boca.

—¿ME ENTENDISTE BILLY? —Volvió a preguntar en un tono más autoritario, lo que hizo que Billy volviera a la realidad.

realidad.

—Si jefe... ¿Qué necesita?

Antonio Armstrong le dedico una sonrisa, más que nada burlona, demostrando que amaba el poder de autoridad que tenía sobre su yerno y sobre cualquier empleado de la empresa. Corría en la sangre de los Armstrong intimidar a todo el mundo con sus actitudes autoritarias y seguras, por eso era que nadie quería meterse en problemas con el jefe y preciada hija. Billy ya había mordido fuerte el anzuelo desde el momento que comenzó a salir con Becky sin darse la más mínima idea.

Los próximos treinta minutos de la conversación entre ambos se basó en explicaciones, ordenes, direcciones y cada tanto la frase 'No le digas nadan de esto a Becky' aparecía entre ellas. Billy, siendo el tonto inocente que siempre fue, no podía entender bien cuál era la razón por la que Antonio estaba tan centrado en que su hija no supiera nada de sus actividades, en cierto punto hasta pudo notar su nerviosismo cuando en un momento su grave voz se quebró un poco al hablar.

Y sin darse cuenta, el joven estaba cayendo en una trampa invisible de la cual no podría salir.

—De acuerdo. —Aceptó. —Lo ayudare con este asunto.

—Me gusta cuando eres obediente, Billy. —Se levantó de su asiento y acomodo su traje que se había arrugado un poco al sentarse. —No olvides nada de lo que te dije. Todo esto es confidencial y sumamente importante.

— ¿Qué tan importante? —Pregunto curioso.

—Eso es algo que yo debo saber y tú no debes preguntar. —Le respondió de mala manera.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora