Cambios

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Al menos una parte del sueño de Becky se había vuelto realidad, o más bien, ya era una realidad. Y era en la que estaba viviendo ahora mismo.

Lo que comenzó como un simple desorden en su oficina, luego paso al pequeño espacio de trabajo de su secretaria, y así se fue expandiendo por toda la empresa. Si, el lugar era un desastre y sorprendentemente estaba pasando bajo la responsabilidad de Becky, algo que sorprendió a todos los empleados e incluso a la empresaria misma. Pero poco le importaba a la joven a decir verdad, sino ya hubiese hecho algo en su poder para detener todo este lio.

La otra parte del sueño de Becky, estaba muy lejos de volverse algo real, pero pensar en ello y en qué pasaría si Freen cruzara la puerta de su oficina justo en ese momento, era una de las razones por las que había estado tan desconcentrada. Todos los papeles que debía revisar y firmar, todos los tratos que tenía que cerrar, todas las llamadas que debía realizar y todas las juntas a las que debía asistir podrían esperar hasta que su fantasía se termine.

O hasta que Antonio Armstrong se entere...

Por un lado, el hombre pensaba que no era justo culparla ya que él había dejado prácticamente todo su patrimonio en manos de una joven de veintiocho años, tal vez en otra ocasión eso hubiera funcionado pero ahora que tanto Antonio como Becky están 100% enfocados en el juicio que se estaba aproximando, todo era un verdadero lio. Tal vez todo este desastre fue culpa de ambos, pero algo era seguro; necesitaba una solución con urgencia antes de que todo se caiga a pedazos.

Ahí fue cuando Antonio le puso un alto. A todo.

—Eres un desastre, Becky. — ¿Qué acaso nadie en esta empresa sabía cómo tocar la puerta?

—Buen día a ti también, Papá. —Respondió con ironía. Y a decir verdad, no estaba de buen humor como para lidiar con esto ahora.

—No estoy de humor para una de tus actitudes. —Cerró la puerta para que nadie pudiese escuchar la discusión que estaba seguro que iba a suceder en unos instantes. —Cuando te di este trabajo, lo hice asumiendo que eras una joven responsable y que sabrías separar lo personal de lo laboral.

—Todos sabemos que solo me diste este trabajo porque soy "tu hija". —Dijo haciendo señas de comillas con sus manos mientras miraba la furia de Antonio estallar cómodamente desde su enorme silla.

—Y porque confiaba en ti.

—¿Ya no lo haces? —Becky ni siquiera espero a escuchar la respuesta del hombre. —Eso es curioso porque tú me ocultaste durante toda mi vida quienes eran mis verdaderos padres y aun así yo sigo confiando en ti.

—No, no estoy... —La joven lo interrumpió.

—Eso sería muy hipócrita de tu parte, Antonio.

—Muy bien Rebecca... ¡Basta! —Gritó, algo que sorprendió a la joven y probablemente también a su secretaria que sin dudas debe haber escuchado ese grito desde afuera de la oficina. —Por primera vez en tu vida, vas a sentarte ahí, vas a escucharme hablar palabra por palabra sin interrumpirme hasta que termine y quiero que dejes de retorcer cada cosa que digo. ¿Me entendiste? —Al preguntar eso, golpeó con tal fuerza el escritorio de Becky con su puño que la joven pensó que el vidrio de este iba a romperse y a reducirse a tan solo pequeños y filosos pedazos. —¿Me entendiste, Becky? —Preguntó con más autoridad.

—Si. —A la joven empresaria le dolía mucho tener que tragarse su orgullo, pero sabía que frente a Antonio no tenía una oportunidad si no cerraba la boca.

—No estás bien, hija. —Comenzó el hombre, ahora un poco más tranquilo. —Y lo sé porque generalmente cuando algo malo pasaba en tu vida privada, tú siempre encontrabas la manera de dejarlo de lado y hacer lugar en cuanto pisabas tu oficina. Ya sea una charla con Irin, o cuando ibas a buscarme tan solo para abrazarme y relajarte por un momento, o tus sesiones con Camila, creí que todo el punto de pagarle a una psicóloga era para poder controlar tu estrés, y siempre había una forma de desahogarte para seguir haciendo tu trabajo con excelencia y poder sobrellevar tus problemas personales con facilidad. —Becky no se atrevía a mirar al hombre, sin poder entender porque el piso parecía aún más interesante. Y era menos intimidante que Antonio, de seguro así tenía menos posibilidades de derramar una lágrima. —Esta vez no es así Becky, lo que sea que te esté pasando, es grave. Y lo sé porque ahora parece que no encuentras una salida, parece que no encuentras la forma de sacar esto de tu cabeza por un minuto. Y está afectando tu parte de la empresa. —La joven iba a hablar, pero Antonio la interrumpió con rapidez. —Y no, no pienses que solo estoy preocupado por el trabajo, estoy preocupada por ti. Esta no es una de las veces en las que puedes decirme "Estoy bien Pá, no te preocupes" porque yo sé que no solo me estas mintiendo a mí, sino que te estas mintiendo a ti misma. —La joven suspiro, sabiendo que estaba derrotada y que él había dado justo en el punto. —No quiero que cargues con tantas responsabilidades, y hacer que todo empeore. —Al no obtener ninguna respuesta, dijo unas últimas palabras. —Esto se termina aquí.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora