Culpa

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—Conejita... —Tan pronto como Freen termino su rutina y bajo del escenario, Heng ya estaba a su lado colocando una bolsa con hielo en su mejilla, justo donde Daniel la había golpeado. —¿Aun te duele?

—Solo un poco cuando lo toco. —Dijo quitando la bolsa de hielo de las manos del joven y agradeciéndole silenciosamente con una sonrisa. —Intente cubrirlo con maquillaje pero dolía demasiado así que lo deje así.

El día no había empezado del todo bien, pero de nuevo, ¿qué día en la vida de Freen había comenzado bien? Ella no tenía en su memoria ni siquiera uno en particular, desde sus pensamientos estaba segura de que hasta el día de su nacimiento había sido un desastre, y estaba agradecida de no ser capaz de recordarlo.

Ya nadie se sorprendía cuando un nuevo moretón aparecía en el cuerpo de la joven. Porque no era sorpresa y también porque estaban demasiado asustados como para preguntar y no estaban seguros de querer saber la verdad detrás de los hematomas tampoco. Por otro lado, la chica estaba agradecida de que la gente no le preguntara de todos modos, no quería que la miraran con lastima cuando les explicara como su propio padre era el causante de los moretones y cicatrices que cubrían aunque sea una pequeña parte de su cuerpo.

Solo quería que la noche terminara, ir a su casa para que su mamá le diera algo para el dolor de su mejilla, y dormir. Lo necesitaba.

—Antes de irte, tienes un pedido que atender. —Le informo su amigo. — Un lap dance, te pidieron especialmente a ti, incluso pagaron doble.

—Genial. —Dijo sin mucha expresión pero con mucha emoción por dentro, tal vez no le tocaría trabajar mañana gracias a la generosa paga de esta persona.

—Cuanto más rápido lo hagas, más rápido podrás irte. —Heng le quito la bolsa de las manos, y Freen volvió a sentir el dolor inmediatamente al perder el contacto con el frío. —Te están esperando. —La bailarina se tensó por completo cuando escucho eso, no tenía que hacer esperar a los clientes; ella tenía que esperar por ellos en el cuarto. Daniel iba a matarla para el final de la noche. —Tranquila, tu padre está ocupado en su oficina y no se dará cuenta. —La tranquilizo, sin siquiera mirarla o tocarla ya podía sentir la preocupación de la joven. —Suerte, luego me cuentas como resultó todo.

Una cosa que la bailarina pudo notar fue la sonrisa burlona en el rostro de su amigo, pero siendo honesta no le dio mucha importancia. Así era Heng, por más claro que parecía era un libro difícil de leer y comprender, lo mejor era dejarlo pasar.

Dejando escapar un suspiro que sin darse cuenta estuvo guardando toda la jornada, y con pocas ganas de terminar con su trabajo, la joven prácticamente arrastró sus pies camino al Cuarto Pasión, en donde supuso que su cliente la debía estar esperando. Se quitó sus características orejitas de conejo por un segundo para arreglar un poco su despeinado cabello y luego volvió a colocárselas, justo cuando llegaba a la puerta del lugar. Antes de abrir la puerta, saludo con unas palmadas en el hombro y una cansada sonrisa al guardia de la puerta el cual le devolvió el saludo también con una sonrisa, y finalmente, tomó una gran bocanada de aire para adentrarse al lado que más odiaba de sí misma.

—Siento la tardanza. —Se disculpó rápidamente, se dio la vuelta para cerrar la puerta con seguro a sus espaldas para no ser interrumpida y ni siquiera se molestó en mirar quien era la persona dentro del cuarto. —Estaba en el escenario. —Explicó.

—Siento haberme perdido tu acto. Estoy segura de que fue muy sensual. —Conocía esa voz, demasiado bien. Y sus sospechas fueron confirmadas cuando al darse la vuelta se encontró con Becky, sentada en el sillón en donde la había aprisionado la noche de su primer encuentro.

—¿Qué haces aquí?

—Quería verte.

—¿Viniste hasta aquí y pagaste para verme? —Becky asintió, la sonrisa en ningún momento dejo su rostro, y al parecer ella tampoco tenía intenciones de borrarla. La presencia de Freen era la causante de todo. —Son cuatro mil dólares, Becky.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora