Negocios sucios II

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Dieciséis llamadas perdidas y cuatro mensajes de voz, fueron la cantidad de veces que el doctor Andrés Vives intentó comunicarse con Freen en la mañana del domingo, para luego darse por vencido a la comunicación telefónica y decidir ir y terminar la mentira cara a cara.

La única razón por la que estaba intentando comunicarse a través del teléfono, era el hecho de que aunque se mostrara fuerte ante su presencia, le tenía miedo a Daniel e intentaba evitarlo todo lo posible. Obviando que Daniel siempre estaba un paso más adelante que el resto, y luego de la charla que el doctor tuvo con Freen a las afueras del club hace un mes, él había estado siguiendo todos sus pasos para asegurarse de que toda esta mentira que había construido durante casi veintiocho años no se caiga en pedazos por las palabras del doctor. Estaba dispuesto a hacer lo que sea que se necesite para que guardara silencio. Lo que sea.

Ignoraba su crítica condición de salud, en este momento no importaba, creía que se merecía todo ese sufrimiento por haberle mentido a una persona tan honesta y buena como lo era Freen, en miles de oportunidades se había mordido la lengua para evitar dejar escapar alguna palabra que no debía, pero mantener el secreto se volvió cada vez más difícil, más aun cuando Freen, junto con su buen corazón, decidió comenzar a ayudar a los chicos del hospital. Ese fue el momento en que se dio cuenta de que ningún soborno y ninguna amenaza podían garantizar su silencio. Si tenía que devolver el dinero que Daniel le había pagado, lo haría centavo por centavo a pesar de haberlo invertido en equipamiento del hospital, lo pagaría de su propio bolsillo aunque se quede en la calle. Si tenía que morir, lo haría. Pero Freen tenía que saber la verdad.

—Mierda. —Se tomó el pecho con una de sus manos, justo cuando se levantó de su asiento para ir en busca de la chica en cuestión, sintió un fuerte dolor. Tomo los papeles necesarios y que había estado preparando todo este tiempo para comprobar que estaba hablando con la verdad, era imposible que Freen no le creyera luego de ver todas las pruebas que el medico tenía en su poder. — ¡Esta abierto! Gritó cuando golpearon la puerta de su oficina, era raro que esto ocurriera, no por la molestia sino porque el domingo era el único día libre que el doctor tenía, supuso que ningún otro médico, enfermero o empleado del hospital sabría que estaba ahí. Y literalmente, así era.

—Buenas tardes, Vives. —Nada bueno podía resultar de una visita inesperada de Daniel Chankimha, el hombre entro sin ninguna educación a la oficina, con sus manos en los bolsillos de su saco, pateando la puerta para abrirla por completo y con un adolorido Heng siguiéndolo a sus espaldas.

—¿Necesitas que te atienda eso? —Preguntó el doctor al ver el estado del joven, pero antes de que pudiera responder por su propia cuenta, Daniel le quito las palabras de la boca.

—Él está bien. —En realidad, no lo estaba. —Deberías preocuparte por tu propio trasero. Pensé que te había quedado bien en claro mi advertencia, y demostraste todo lo contrario. —Andrés se quedó petrificado, sin saber que responder. —¿Cuántas veces has intentado comunicarte con Freen esta mañana?

—¿Cómo sabes eso?

—No puedes engañar al rey de los engaños. —Dijo haciendo burla de su propia persona. —Pensé que eras más inteligente.

—Y también más honesto. —Respondió. — Por eso voy a decirle toda la verdad a tu... A Freen.

—¿Luego de todo lo que hicimos por ti? —Pregunto irónicamente mientras en su rostro se reflejaba lastima, obviamente, era falsa. —Eres un maldito desagradecido.

—Si el dinero es el problema, se los voy a devolver centavo por centavo. —Propuso el doctor.

—Eso me parece bien, Daniel ya déjalo en paz. —Desde que habían salido del club, durante todo el camino al hospital y hasta este momento, Heng había intentado hacer que su jefe cambie su mente y decida perdonar al doctor.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora