Basta de orgullo

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Los nuevos días de trabajo compartido transcurrieron de una forma peculiar para las dos chicas. A Freen no le tomo mucho tiempo acostumbrarse al trabajo, a decir verdad había logrado comprender todas sus nuevas tareas en su primer día, pero pretendía ser incompetente en sus tareas para lograr sacar de quicio a Becky. Y lo hacía aún más a propósito porque sabía que a la joven le molestaba pero nunca lo iba a admitir, aunque el lenguaje corporal la delataba. Becky, a decir verdad estaba molesta por ese tipo de actitudes, pero se contenía porque sabía que enojarse solo iniciaría una pelea con Freen, que terminaría en un distanciamiento que estaba intentando evitar a toda costa si quería recuperar a la chica que amaba.

Todo se había convertido en una situación de tira y afloja, y el enorme orgullo de ambas solo empeoraba las cosas.

En los pasillos de la empresa ya se estaba comentando acerca de la nueva jefa que trabajaba en conjunto con Becky, y de cómo tenía unas peculiares actitudes de perra con todo aquel que lograra jugar con su corto temperamento. En otras palabras, en unos días Freen logro imponer miedo en cada rincón de la empresa, algo de lo que su padre Antonio Armstrong estaba orgulloso, y algo que Becky veía como algo totalmente egocéntrico. Los empleados que ya habían tratado con la ex bailarina ya estaban encontrando la forma de tratarla sin que la chica terminara explotando en una rabieta. Otros todavía no habían tenido ese placer. Como por ejemplo Irin.

—Oh... —Como de costumbre, Irin entró sin tocar la puerta a la que ahora era la oficina de Freen y Becky. —¿Dónde está Becky? —Preguntó, intentando ser breve para continuar con su trabajo.

—¿Qué te hace pensar que yo sé dónde está? —Freen contestó sin importancia, ni siquiera la miro al momento de decir esto, ni siquiera mostró un poco de cortesía. Estaba sentada en su enorme silla, jugando con su celular, y haciendo absolutamente nada del trabajo por el cual se le pagaba —tenía algunas tareas por hacer, pero no las estaba haciendo porque sabía que era mejor pretender que no tenía idea de cómo funcionaban las cosas para que Becky terminara haciendo el trabajo sucio por ella, exactamente como había pasado en estos últimos días, y era cómico que a Irin le molestara eso ya que cuando se trataba de trabajar, ella era la persona menos responsable de todo el lugar.

—Así que tú eres la molesta nueva jefa de la que todos están hablando. —Dijo con ironía, mientras cerraba la puerta a sus espaldas. Molestar un rato a Freen sería divertido.

—¿Disculpa? —La joven obviamente no iba a ignorar esa falta de respeto hacía su ego. —¿Quién eres tú?

—Irin mano derecha de Becky y ahora que lo recuerdo nunca tuvimos la oportunidad de conocernos. Sarocha. —Le sonrió falsamente.

—Oh, tu eres esa amiga de Becky.

—Soy su mejor amiga. —Era increíble como los egos de ambas chocaban. —Te preguntare de nuevo, ¿Dónde está Becky?

—No lo sé. —Freen volvió a concentrarse en su celular. —No la tengo en mis bolsillos.

—Pero trabajas con ella...

—¿Y? Eso no significa que estoy todo el tiempo pendiente de lo que haga. —Irin rio luego de escuchar la declaración de la chica.

—¿Eso es lo que te dices a ti misma antes de dormir cada noche? —Eso fue lo suficientemente fuerte para que la joven dejara de prestarle atención a su celular y mirara a la chica que ahora estaba de pie frente a su escritorio. —Apuesto a que ni siquiera tú te crees esa mentira.

—No estoy mintiendo. —Dijo con firmeza, intentando convencerse más a ella misma que a la otra joven. —No me interesa, en absoluto, lo que Becky haga.

—Sabes, jamás conocí a nadie que tenga un inmenso orgullo como el de Becky... Y aun no lo he hecho a decir verdad. —Apoyo sus manos sobre el escritorio para poder estar más a la altura de Freen. —Porque tu orgullo es sin dudas mucho más grande que el de ella.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora