Ni siquiera los héroes pueden escapar de su destino.

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—Estas muy rara últimamente. —Billy comentó durante el almuerzo que estaba compartiendo con Becky en su restaurante favorito. Grande fue la sorpresa que se llevó cuando no vio la emoción en el rostro de su novia, al parecer la chica estaba más desesperada por irse que por saciar su apetito.

—Me sorprende que lo hayas notado. —Respondió de muy mala manera mientras jugaba con los cubiertos sobre la mesa, esperando por la comida.

—¿Hice algo mal? —No estaba de humor como para aguantar las inseguridades de su pareja, tenía otras cosas en su mente que perturbaban sus pensamientos, así como también sus emociones y sentimientos.

—No Billy. —Suspiró. —Nunca haces nada, ese es el punto.

Tal vez no era el momento para ponerse a comentar con indirectas todo lo malo de su relación. Ella y Billy eran la pareja perfecta en los ojos de muchos, incluyendo al mismo novio que pensaba que estaba haciendo todo correctamente, pero solo porque Becky nunca comentaba respecto a ello no significaba que todo estuviera en orden; No lo hacía simplemente porque además de su duro carácter, odiaba las personas emocionales, y por eso siempre intentaba ser lo más gentil posible en lugar de tener que soportar las lágrimas de otra persona cuando con algo de suerte podía aguantar las suyas.

El estrés no era la razón principal por la cual Becky iba a terapia, hace bastante tiempo estaba confundida con respecto a lo que sentía, y todo comenzó cuando Billy le propuso matrimonio y ella acepto, la verdad era que lo había hecho porque se sentía presionada, la situación se dio en medio de una cena entre su familia y la familia del joven, lo que le hizo pensar que tal vez todos los presentes habían ayudado a planear este momento a sus espaldas, no era fácil pensar cuando tenías varios pares de ojos mirándote ansiosamente por saber la tan esperada respuesta y tampoco quería decepcionar a nadie. Su familia amaba a Billy, la familia de Billy la amaba a ella, Billy en especial la amaba incondicionalmente, pero Becky no se sentía de la misma forma.

Cuando comenzó a salir con el joven no estaba realmente enamorada, se sentía atraída por su aspecto y la clase de persona que él le demostró ser, y pensó que podía solucionarlo continuando con la relación por un tiempo, en ningún momento se imaginó que luego de dos años se encontraría en esta situación de estar a unos meses de darle el sí a un chico que estaba segura que no amaba, no completamente, no con el tipo de amor que un novio espera obtener de su novia. Pero era tarde para cambiar la decisión y a eso si lo aceptaba, una de las muchas enseñanzas que recibió durante su adolescencia fue hacerse cargo de sus propios errores, y aunque no quería hacerse cargo de este, estaba dispuesta a hacerlo para no lastimar los sentimientos de nadie, a pesar de que se hiriera a sí misma en el camino.

Otra de las cosas a la cual estaba mal acostumbrada, era a no recibir la atención que ella quería, no tenía dudas de que el chico hasta pararía una bala con su pecho por ella pero le molestaba la poca atención que recibía, todo parecía distraer a Billy cuando estaba con Becky , si no era su celular eran sus amigos, si no era su padre era su madre, y si no era el trabajo era la vida personal del joven. No pedía mucho, solamente que le pregunte como había estado su día para así tener a alguien con quien conversar sus problemas en lugar de tener que pagar una psicóloga para descargarse de todos sus demonios. Aunque admitía que tal vez ella sería la causa de eso, tal vez estaba tan obsesionada con su espacio personal que el chico dejo de presionarla en algún punto, ella misma había hecho que se aleje. Pero también tenía sus dudas, Billy estaba demasiado obsesionado con ella. Y no sabía si era algo bueno o malo.

—Entonces esta todo en orden. —El joven estiró su brazo sobre la mesa para acariciar la mejilla de su novia, y sonrió cuando Becky giro un poco la cabeza para besar su mano. Y a la chica le hubiese encantado devolverle la sonrisa o seguir sintiendo la leve caricia, pero como era de esperarse la atención del chico se desvió de ella gracias a uno de los televisores del restaurante que estaba cerca de su mesa.

La tentación de  lo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora