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Un nuevo día en apariencia igual a todos los que Indiana había pasado en aquella empresa comenzaba. Sin poder contenerse se había esforzado frente al espejo. Contrariamente a lo que su madre hubiera querido, no tenía prendas de moda. Normalmente se limitaba a usar ropa oscura y en contadas ocasiones algún detalle en rosa pálido o celeste. Se había sentido frustrada tantas veces cuando se probaba una prenda que encontraba hermosa y no le quedaba como había imaginado que el tiempo la había llevado a desistir.
Sin embargo, esa mañana demoró unos segundos más frente al espejo, se convenció de que un poco de máscara de pestañas y brillo labial no estaban mal, se recostó sobre su cama para abrochar el cierre de aquel jean algo más ajustado y decidió que era momento de estrenar aquel sweater celeste que llevaba demasiado tiempo en su bolsa original. Su cabello claro con ondas en las puntas cayó sobre aquel hilo suave y por primera vez en mucho tiempo se sintió conforme con aquel desafiante espejo.
Caminaba sobre sus botas de taco bajo, saludando con su forma habitual a quien cruzará a su paso. Aún conservaba algo de confianza, pero con sólo descubrir a las jóvenes de su piso, la misma comenzó a derretirse como el hielo con el calor extremo. ¿A quién quería engañar? pensó en el momento en que una de las secretarías paseaba su esbelta figura enfundada en una mínima falda de un azul intenso. Por más que se pusiera un jean una talla menor y un sweater creado en París nunca sería como ellas, se repitió en el momento en el que sus ojos se volvían a cargar de resignación.
Ni siquiera estaba segura de que Franco volviera, ya tenía tomas en la oficina y en el taller y habían pasado largas horas en aquel jardín charlando. Primero de la empresa, de su carrera y de cosas más profesionales, pero Franco había encontrado una forma sutil de hacerla hablar de sus sentimientos, de la forma en la que se había decidido por aquella carrera, del momento en el que descubrió su habilidad en las matemáticas, de sus sueños, de sus ambiciones y curiosamente de lo que creía que era el amor. Había sido una conversación hermosa, en la que ella casi se había olvidado de aquel lente amenazante y con sus ojos perdidos en el horizonte había sido completamente sincera. No le había contado acerca de su madre, ni de su tortuosa infancia a su lado, no había sido necesario y justamente, que Alex no hubiera logrado entrometerse ni siquiera entre sus palabras, lo había convertido en maravilloso.
No creía que Franco necesitara grabar nada más. Cada vez se sentía más tonta por imaginar, no solo que tenía un interés particular en ella, si no que al vestirse diferente lograría gustarle.
Terminó de recorrer aquel enorme salón con una sonrisa falsa en sus labios y dejando caer sus últimas esperanzas para pisarlas con sus propias huellas. Debía regresar a su vida habitual, creer que aquel día había formado parte de un sueño, era lo mejor que podía hacer, pensaba justo cuando sus ojos volvían a encontrarlo.
Iba vestido de forma más informal, pero no por eso menos atractivo. Lucía unos jeans detalladamente gastados en sitios estratégicos y una remera oscura con el logo de Pepe jeans cuidadosamente bordado en un extremo.
-Buenos días, Indi.- le dijo ni bien la vio y como ya comenzaba a ser habitual, se acercó para darle un beso en la mejilla mientras tomaba su brazo de manera posesiva.
-Hola.- logró responderle ella mientras intentaba ordenar sus pensamientos.
-Qué lindo te queda ese color.- le dijo sin resquemor, como si estuviera señalando que el día estaba algo nublado e Indiana decidió continuar caminando para ocultar el rubor de sus mejillas.
-Gracias. Creía que ayer ya habías grabado suficiente.- le dijo mientras colgaba su cartera en el perchero para ganar tiempo.
-Si mal no recuerdo me prometiste dos días  y medio.- le respondió Franco volviendo a estudiar aquel cuerpo tan diferente a los que solía elegir y a la vez cada vez más satisfactorio a sus ojos.
-No entiendo por qué necesitas más tiempo, ayer hablé más que en todos los meses que llevo trabajando acá. - le respondió logrando una vez más que al cruzar sus miradas sus labios se curvaran hacia arriba de manera casi automática.
-Lo de ayer estuvo muy bien.- le respondió él sin decidirse a qué exactamente se estaba refiriendo y al ver que ella entrecerraba sus ojos con curiosidad sacudió su cabeza para ordenarse.
-Pero me gustaría hacer una toma más, si no te molesta.- le dijo finalmente, encontrando una excusa válida para pasar más tiempo con ella.
Indiana volvió a mirarlo en una pausa inquietante que le recordó cuánto le gustaba.
-¿Una toma?- le preguntó dubitativa sin querer perderse la posibilidad de pasar aunque sea unos minutos más con él.
-Una toma.- le respondió él con una enorme sonrisa en sus labios.
Indiana continuaba mirándolo y ahora la que sonreía era ella.
-Bueno.- le dijo finalmente y cortando, a su pesar, el contacto visual comenzó a caminar hacia su silla.
-Pero acá no.- la interrumpió Franco antes de que llegara a sentarse.
-No podemos volver al jardín, solo está abierto por la tarde.- le explicó ella comenzando a arrepentirse por haber cedido.
-No estaba pensando en el jardín. ¿Confias en mi?- le preguntó acortando la distancia entre los dos y estirando su mano con intención de que ella la tomara.
-Apenas te conozco.- le respondió Indiana con un gesto de desaprobación dando un paso hacia atrás. 
No confiaba en nadie. Su propia madre la había defraudado tantas veces que aquel sentimiento se encontraba totalmente destruído en su vida. Por un momento había querido jugar aquella fantasía, en la que el hombre más hermoso que hubiera visto quisiera pasar tiempo junto a ella, pero aquellas palabras la habían devuelto a la realidad de manera brusca.
-Te prometo que seré breve y... respetuoso.- le dijo Franco con algo de nerviosismo en su voz por primera vez. No le había gustado aquella forma de apartarse, su mirada esquiva y su gesto de desagrado era algo de lo que no quería volver a ser dueño.
-¿A dónde queres ir?- le preguntó Indiana con intención de dar por finalizado aquel encuentro tan surrealista.
-Es cerca, ayer cuando me iba descubrí un lugar que parecía perfecto y la luz de esta hora es realmente muy buena.- señaló apelando a todo el profesionalismo que pudo. No quería volver a asustarla, se estaba precipitando, tenía un objetivo, no quería perder la oportunidad.
Indiana miró su reloj, tenía demasiados mails sin responder y una nueva lista de pendientes abrumadora en su agenda. Lo lógico hubiera sido decir que no, pero cuando él volvió a tocarla con sutileza, recorriendo su antebrazo con pausa mientras le dedicaba una mirada demasiado persuasiva, pareció olvidarse de todo lo que no fuera él. 
-Vamos.- le dijo finalmente y liberando su brazo con pausa caminó nuevamente hasta el perchero para buscar su cartera y entregarse a lo que fuera que el destino le tenía preparado.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora