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-Aww!- You look so cute!- la voz de aquella americana los sacò del torbellino de sensaciones que atravesaban sus cuerpos.

La joven de cabello rizado y pecas prominentes estiró su brazo para ofrecerles una fotografía de su propia cámara instantánea.

Indiana no podía dejar de mirar el piso, sentía el rubor en sus mejillas y a su alocado corazón recordando con insistencia lo que acababa de suceder.

Franco la había vuelto a besar, pero en lugar de hacerlo como algo instintivo se había tomado todo el tiempo del mundo. Primero  se había apoderado de su cintura acercando sus cuerpos hasta que el espacio entre sus labios se había vuelto virtual, sin embargo aguardó aún unos instantes en los que sus ojos se habían vuelto oscuros pero a la vez parecían sonreír. Incluso llegó a notar una ligera mueca en la comisura de sus labios antes de que por fin la privara de su mirada para regalarle su boca.

El contacto había encendido lo que comenzaba a arder en su interior y ninguno quiso volver atrás. Ella relajó su cuerpo dejándose sostener por sus brazos mientras sus manos insolentes se aventuraban a recorrer su torso. Lo había imaginado millones de veces y sin embargo se sentía aún mejor. Todo su cuerpo era firme y tentador. Indiana ahuyentó de su mente las obvias diferencias entre los dos y quiso disfrutar. No estaba segura de cuánto duraría aquella actitud y pensaba exprimirla. Abrió su boca y se dejó devorar, sentía su lengua en cada rincón mientras su bajo vientre comenzaba a anunciar una próxima estampida. Se unió aun mas y la presión de aquel torso sólido despertó a las miles de mariposas que dormían en su estómago y cuando Franco llevó su mano hasta la falda de su vestido uniendolos aun más, creyó que podría morir ahí mismo.

Entonces aquella americana les dijo que los encontraba adorables y como un balde de agua helada todo se había vuelto realidad.

-Thank you.- dijo Franco tomando la fotografía, agitándola en el aire para acelerar su revelado.

La joven sonrió y continuó su camino mientras èl se volvió para volver a mirar a la dueña de sus pensamientos.

-Entonces ¿Dónde nos habíamos quedado?- le preguntó dispuesto a retomar aquel beso.

-En la mitad del puente, deberiamos seguir hasta Brooklyn.- le respondiò Indiana volviendo a sonreir por sentir que aquello, a lo mejor, no habia sido todo.

Franco emitiò una risa mientras negaba con su cabeza, Indiana parecía no saber cuánto le gustaba, pero en lugar de presionarla, decidió seguirle el juego y acercándose hasta ella entrelazó sus dedos para tomarla de la mano y comenzar a caminar.

Indiana lo siguió sin poder evitar que sus ojos se desviaran hasta sus manos unidas. Parecían una pareja, una que se gustaba y mucho. Sin querer darle más vueltas al asunto eligió aceptarlo y por fin se relajó caminando a su lado.

Llegaron poco después a una cafeteria de Brooklyn, era un lugar clàsico con una barra en el centro, banquetas redondas de color rojo y gabinetes al lado de las ventanas. Entraron soltando sus manos a desgano y se sentaron en una de las mesas.

-¿No me digas que esto tampoco te hace acordar a una película?- le dijo Indiana con su sonrisa aún más grande y Franco no pudo sentirse más dichoso. Por fin la veía relajada y sin deseos de escapar.

-Creo que Michael Fox está a punto de entrar con su chaleco inflado en cualquier momento.- le respondió finalmente girando hacia la puerta con elocuencia.

-¡Siii, pensé en la misma película! Volver al futuro es un clásico que todos deberian ver.- le dijo divertida mientras volvía sus ojos al menú.

-La uno es a mejor.- le dijo Franco imitando su gesto y analizando las opciones que leía.

-Para nada de acuerdo, la mejor es la dos y tengo argumentos muy sólidos al respecto.- le respondió ella clavando sus ojos celestes en él mientras apoyaba su mano en su menú para lograr su completa atención.

Franco no podia dejar de sonreir, Indiana era tan divertida como hermosa. Cada minuto que pasaba deseaba pasar mas tiempo junto a ella. No terminaba de entender lo que le pasaba a su lado, pero sin dudas era algo que se sentía demasiado bien.

-Me muero por escucharlos.- le respondió Franco apoyándose en el respaldo mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho como director de escuela.

-¿En serio prefieres la uno?- le preguntó ella arrugando sus ojos mientras negaba con su cabeza demostrando su desacuerdo.

-Do you want coffee?- la voz de la mesera de varios años de edad y delantal blanco sobre su uniforme rosado los sacó de la discusión. Ambos le respondieron que querían café y ordenaron unos deliciosos waffles.

Compartieron el desayuno debatiendo de cine de los años noventa e Indiana comenzò a sospechar que la carrera que Franco habia mencionado tenía que ver con aquello. Sus ojos se llenaban de brillo cuando nombraba a algunos directores y la forma en la que describía algunas escenas era excepcional.

Salieron horas más tarde, no sin antes tomarse varias fotografías, Indiana había aceptado que lo haría de todos modos y se había mostrado más colaborativa.

Casi pasado el mediodía llegaron a la Estación Battery Park, Franco se apresuró a sacar los boletos y en pocos minutos se encontraban a bordo del ferry camino hacia la Isla Libertad. Como la primavera ayudaba decidieron quedarse en la cubierta y ni bien tuvo la oportunidad Franco se acomodò detràs de ella para volver a abrazarla. Indiana girò su cabeza y lo encontrò demasidado cerca, habia cerrado los ojos como si estuviera disfrutando de la brisa, del viaje o de su compañìa, entonces no lo dudò. Estiró su cuello y le dio un dulce beso en la mejilla que lo llevó a abrir sus ojos y mirarla con intensidad. No sonrió, tampoco habló, estaba paralizado con su corazón latiendo demasiado rápido y la sensación de que todos su huesos se quebraban y volvían a unirse. La cercanía, su mirada, y sus dulces besos espontáneos sobre su piel terminaban de confirmalre lo que llevaba temiendo desde que la había vuelto a ver. Se estaba enamorando de ella y eso era algo que no se creía capaz de sentir.

-¿Estás bien?- le preguntó Indiana comenzando a dudar de su arrebato.

-Mejor que en toda mi vida.- le respondió apresurándose a volver a besarla.

Y con la Estatua de la Libertad de frente y los hermosos rascacielos de Manhattan haciéndose más pequeños, descubrieron que la vida siempre tiene escondidas sorpresas dónde uno menos lo imagina y que los prejuicios muchas veces atentan contra la posibilidad de librarse del velo a través del cual creemos que debemos vivir, sólo porque alguien, algún dia nos hizo creer que así debía ser.

Indiana no era alguien a quien hubiese buscado y Franco no era el hombre a quien le hubiera entregado su corazón y sin embargo alli estaban, juntos, con la creciente necesidad de prologar aquel estado para siempre.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora