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Habían caminado unas cinco cuadras uno junto al otro sin siquiera hablarse. Franco había decidido respetar su pedido de no tocarla, al menos por ahora. Necesitaba volver a tener su confianza y a juzgar por su silencio, aún estaba lejos de ello.

Entonces llegaron a una esquina y ella se detuvo para mirarlo.

-A riesgo de parecerte obsesiva tengo todo un itinerario.- le dijo volviendo a sonreír como lo había hecho en el pasado y sacando un enorme mapa que comenzaba a desplegar entre sus manos.

-¿Sabes que hay aplicaciones en el celular para eso, no?- le preguntó él recuperando también su sonrisa espontánea, esa que no se había materializado en las últimas dos semanas.

-Así es más...- comenzó a decir ella mientras él tomaba el mapa de sus manos e intentaba descifrar las anotaciones que ella había hecho.

-Si no supiera que sos ingeniera diría que sos médica. ¿Vos entendes esta letra?.- Le dijo comenzando a descifrar el mapa.

-Lo anoté hace mucho, ahora escribo mejor.- le explicó. Había guardado ese mapa desde que tenía 10 años, había sido un trabajo de investigación difícil teniendo en cuenta que en esa época Internet no era lo que es ahora.

-¿Desde cuándo tenes este mapa? Creo que algunos edificios no existen más.- le dijo él mientras continuaba leyendo aquel papel antiguo.

-Vengo desde que tengo cinco años, pero siempre acompañando a mi mamá y a mi abuela. Nunca tuve tiempo de recorrer la ciudad y fui anotando todas las cosas que quería hacer.- le contó volviendo a abrir su corazón a aquel extraño, cuya mirada estudió para intentar descubrir cuánto sabía de su madre sin éxito.

-Vamos a todos entonces.- le respondió él aumentando el tamaño de su sonrisa y señalando el Rockefeller Center como primer destino.

-Este está cerca. - le dijo volviendo a mirarla con su hermosa sonrisa dibujada en los labios.

-No podemos hacerlo todo hoy. - le respondió ella quitándole el mapa de las manos.

-¿Quién dijo hoy? Tenemos una semana, ¿no?- le dijo señalando con su mano la dirección en la que debían avanzar teniendo cuidado de no tocarla.

Indiana sonrió y comenzó a caminar. ¿Pensaba pasar toda la semana con ella? Cada vez entendía menos a ese joven, se suponía que debía estar desfilando o pasando sus horas rodeado de modelos y sin embargo allí estaba, junto a ella, siguiendo un aburrido mapa por una ciudad demasiado hermosa. Lo miró de reojo y eligió creer. Si insistía tanto a lo mejor en verdad quería hacerlo.

Caminaron unas cuadras más y el Rockefeller Center apareció ante sus ojos. Si bien era primavera la pista de hielo estaba repleta. Muchas personas patinaban en aquel lugar rodeado de rascacielos. Franco estaba encantado de la vista pero al girar y ver la expresión en el rostro de Indiana, aquella le gusto mucho más. Sin dudarlo tomó su teléfono y la fotografió.

-No hagas eso, por favor.- le pidió Indiana intentando alcanzar el aparato de sus manos que fueron demasiado veloces.

-Deberíamos intentarlo.- le respondió Franco guardando el celular en un bolsillo.

-¿Qué cosa? ¿Eso? Ni loca. -le respondió Indiana señalando la pista de hielo a sus pies.

-¿Por qué no? Aquí no nos conoce nadie, y si nos caemos nos levantamos. Vamos... por favor.- le dijo él colocando sus manos en forma de plegaria.

-Todavía tenes la imagen de mi cobardía frente a las serpientes, déjame tener algo tuyo también.- le dijo sonriendo con gracia.

Indiana negó con su cabeza mientras lo seguía con paso lento. ¿Algo tuyo? Toda su vida era una torpeza, su ropa siempre terminaba descosida o se llevaba algún mueble por delante y terminaba con moretones en sus piernas o se sonrojaba demasiado frecuentemente, ¿acaso él no la veía así?, pensó. Pero rápidamente intentó quitar aquellas ideas de su mente. Acababa de acceder a patinar junto a él, eso terminaría de convencerlo de que no era una chica para estar a su lado.

Se colocaron los patines y una joven los ayudó a entrar a la pista, sin disimular una demora adrede a la hora de sostener la mano de Franco. Indiana puso los ojos en blanco pero él ni siquiera se inmutó, avanzó hasta donde ella estaba y tomándola de la cintura comenzó a empujarla hacia atrás.

-Ya sé que dije que no te tocaría pero casi me caigo, tenéme un poco de consideración.- le dijo mientras sus piernas esbeltas se mostraban graciosas al moverse con torpeza. Indiana agradeció que no fuera su primera vez, Alex la había llevado a patinar algunas veces a Bariloche y rogando que su cuerpo tuviera memoria comenzó a moverse sosteniendo la mano de Franco.

Cada minuto que pasaba los movimientos se volvían un poco más estables y el temor en sus rostros se fue convirtiendo en gozo. Realmente comenzaban a disfrutarlo, Franco supo que ya podría hacerlo solo y sin embargo decidió no soltarla, sostener su mano era tan agradable que no lograba borrar la sonrisa de sus labios. Cuando Indiana se sintió más confiada tomó su celular del bolsillo y soltando su mano comenzó a patinar hacia atrás para grabarlo.

-Sé que ya podes hacerlo.- le dijo sin perder la sonrisa y Franco comenzó a seguirla girando entre desconocidos que eran el escudo perfecto para ocultar lo que en verdad sentía. Indiana le hacía bien, demasiado bien.

Apresuró su paso y rápidamente la alcanzó, sólo que al no saber cómo frenar terminó presionando su cuerpo contra el de ella en una de las vallas laterales. Sin lograr que sus miradas quisieran despegarse, Indiana disfruto de aquel contacto y sin poder remediarlo mordió su labio inferior en busca de control.

Franco sabía lo que deseaba. Alzó su pulgar y lo llevó al lugar justo en el que sus dientes presionaban a los dueños de sus sueños, mientras su brazo se apoderaba de su cintura con posesión. Iba a volver a besarla y esta vez no tenía que escapar, pensó.

Pero entonces ella lo empujó y comenzó a patinar.

-¿A ver si me alcanzas ahora?- le dijo y él cerró sus ojos con impotencia. Se lo merecía, sólo deseaba que en algún momento, logrará bajar su guardia.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora