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Por fin lograba regresar a su rutina. Había pasado un día cargado de emociones, no sólo por la curiosa aparición de aquel joven, tan ajeno a su empresa, sino también por el estrés que representaba ser la responsable del buen funcionamiento de aquella planta. Indiana había tomado su ascenso con felicidad, pero sus nuevas responsabilidades comenzaron a hacerla dudar hasta de su propia capacidad.
Aquel día, Franco se había empecinado en acompañarla, escudado en que era la forma de obtener un mejor resultado para la agencia, había oído que algunos realizadores había pasado por finanzas, comunicación y hasta desarrollo, pero Franco no parecía un realizador, su imagen se asemejaba más al de presentador o actor delante de cámara, no lograba imaginarlo del otro lado de ella.
El llamado a la planta había retrasado su almuerzo para convertirlo en inexistente y por eso, alrededor de las seis de la tarde, cuando el resto del equipo de la agencia de publicidad había convocado a su persecutor, había logrado escabullirse para regresar a la casa de su abuela con un hambre voraz y demasiadas fantansías en su mente romántica.
Ahora enfrentaba un nuevo día, uno regular, sin sobresaltos ni modelos seductores. O al menos eso creía, ya que ni bien cruzó la puerta de su oficina lo vio sentado en su propia silla junto a una de las secretarías del sector.
-Hola, Indi.- la saludó, Ángeles, la secretaria más simpática, que siempre encontraba un tema de conversación con quien fuera.
-Hola Ángeles ¿Cómo sigue tu perrita?- le preguntó Indiana, ignorando el hecho de que aquel atractivo joven se encontraba una vez más en su oficina.
-Muy bien, gracias, ya le pude sacar ese collar horrible, la tenía como loca, pobrecita, nunca pensé que podía sufrir tanto por un simple arañazo.- le contó Ángeles, con su habitual forma de hablar deprisa y contar cada detalle de su vida.
Indiana sonrió mientras colgaba su abrigo del perchero.
-Me alegro mucho, procurá mantenerla alejada de los gatos.- le dijo con una escueta sonrisa.
Franco la seguía con su vista de un modo exagerado, no podía creer esa capacidad de ignorarlo que tenía, ni siquiera lo había saludado. Angeles percibió una ligera tensión y decidió salir de la oficina.
-Bueno, me voy a seguir trabajando, Indi, se que nunca venis, pero Esteban cumple años y nos invitó a tomar unas copas después del trabajo, si queres, sos bienvenida-. le dijo mientras comenzaba a salir de la oficina.
-Chau, Frank, un gusto conocerte.- le dijo al modelo que ni siquiera entonces dejó de mirar a Indiana y se limitó a alzar su mano en señal de saludo.
-Hola, Indi.- dijo una vez que estuvieron solos, imitando aquella forma de llamarla que todos los de la empresa parecía utilizar.
Indiana por fin lo miró y colocando los brazos sobre su cintura en forma de asa de jarra suspiró.
-Creí ayer había sido clara. -le dijo sin siquiera molestarse en saludarlo.
No terminaba de entenderse, aquel joven no había hecho nada malo, incluso la trataba con demasiado encanto y sin embargo, ella necesitaba que desapareciera de su vista lo antes posible. Estaba acostumbrada a moverse entre hombres atractivos, había crecido tras vestidores y los músculos exagerados con maquillaje y las caras de muñeco de torta no solían sorprenderla. ¿Por qué con este joven era diferente?, pensó mientras su mente buscaba alguna excusa válida para salir de allí.
-Hola.- volvió a decir él poniéndose de pie para depositar un beso inesperado en su mejilla.
-Hola, Franco. ¿En qué puedo ayudarte hoy?- dijo finalmente ella con impotencia.
No había encontrado una excusa válida y nunca había sido buena en decir que no, intentar alejar a aquel joven testarudo sólo parecía una pérdida de tiempo.
Franco sonrió y volvió a sentarse en aquella silla haciendo girar sus ruedas con gracia.
-Vine a decirte que ayer estabas muy equivocada.- le dijo luego de un pausa en la que tomó su teléfono del bolsillo.
Indiana alzó sus cejas con genuina sorpresa y caminó hacia el otro lado del escritorio para apoyarse en él.
-¿Ah si? ¿Se puede saber en qué estaba equivocada?- le preguntó entregándose a una conversación que en verdad no quería tener.
Franco pareció esbozar una ligera sonrisa de triunfo, temía que lo echara de su oficina, pero al parecer había accedido a escucharlo y eso era toda una promesa.
-En que no sos buena en cámara. Mirá.- le dijo acercando su teléfono para que lo viera y dándole play a un video que él mismo había editado la noche anterior la invitó a mirarlo.
Indiana se llevó ambas manos a la boca y un rubor incipiente comenzó a teñir sus mejillas, en el video se la veía a ella analizando la máquina y haciendo cálculos. Era una buena edición con planos cortos, parecía un comercial, pero de todos modos se sentía demasiado avergonzada.
-¡Ay, no! Por favor borrá eso.- le pidió apartando su vista y poniendo distancia entre los dos.
-¿Por qué? Es muy bueno.- le dijo él siguiéndola con la mirada.
-No sé por qué lo hiciste pero no debías, te dije que no quería, que no me gustaba salir en cámara, ¿acaso la palabra respeto no entra en tu vocabulario?- le dijo con un tono de enfado que casi nunca solía utilizar, ni siquiera con su madre, quien siempre hacía todo lo posible para merecerlo.
-No te enojes, Indi.- le respondió Franco poniéndose de pie para acercarse a ella depositando su mano sobre su brazo, con una confianza que comenzaba a molestarla.
-Por favor salí de mi oficina. - le respondió ella retirando su brazo con vehemencia.
-Bueno, perdoname, no debía tomar la imágenes sin avisarte, pero tenes que admitir que el resultado es muy bueno.- insistió él obviando el hecho de que lo estaba aniquilando con la mirada.
-Sé que estás enojada, pero si pudieras mirarlo mejor, te darías cuenta que salis muy bien y que tu trabajo quedó perfectamente documentado... con respeto.- le dijo con una mirada expectante y sus manos abiertas como si estuviera esperando una especie de empujón de su parte.
Indiana volvió a eliminar todo el aire de sus pulmones, a ella no le gustaba pelear. Sabía controlar sus emociones y aquel extraño no iba a sacarla de su rol profesional en el medio de su oficina. Continuó respirando de modo exagerado, como si estuviera haciendo un conteo regresivo de un millón en su mente y esa pausa pareció suficiente como para que Franco no diera el duelo por perdido.
-Si tan solo me dieran tres días...- dijo y al ver que ella arrugaba su ceño rápidamente agregó:
-Dos. Dos y medio como máximo. - dijo exagerando su tono de súplica.
Indiana comenzó a negar con su cabeza, no podía aceptar y sin embargo su mente comenzaba considerarlo.
-Serían sólo un par de entrevistas y algunas tomas, te prometo que después te dejo tranquila.- le dijo Franco volviendo a su tono habitual, ese sin un dejo de la súplica que había oído antes.
-La verdad no termino de entenderte. ¿Vos no sos el modelo? ¿Por qué me grabaste? ¿Por qué me estás pidiendo esto? Ni siquiera conocí al resto del equipo y de todos modos vuelvo a decirte que hay muchas personas dispuestas a hacerlo mejor.- le respondió ella recuperando un tono más parecido al que solía usar normalmente.
Franco sonrió de lado, creía estar ganando la batalla y eso lo alegraba, Indiana tenía razón en todo lo que había dicho, normalmente se limitaba a posar y obedecer a los de la agencia, pero esta vez tenía un interés especial. No podía contarle todo, pero creía poder lograr algo muy bueno con ella, aquel corto video le había recordado cuánto amaba la dirección y la edición, llevaba tiempo sin hacerlo, desde que había dejado la facultad casi no había vuelto a tocar sus cosas de director, pero con ella la vieja llama parecía haber reavivado y esta vez no quería dejarla pasar.
-Bueno, es cierto, aún no les dije a los de la agencia, pero si me das la oportunidad me estarías ayudando, no te quiero aburrir con los detalles, pero hace un tiempo que quiero retomar una actividad que en verdad me gustaba y esto puede servirme para demostrar que soy bueno. Sé que es egoísta de mi parte y que debí decírtelo antes, pero necesito tu ayuda... Sólo dos días.. Y medio.-  le confesó sin perder la sonrisa.
Indiana no supo qué fue lo que la convenció, si aquel tono real, sus ojos sinceros o su imposibilidad para decir que no a quien necesitara ayuda, pero la verdad es que en ese momento creyó que dos días en toda una vida, tampoco era tanto pedir.
-Ok.- dijo luego de una larga pausa y al sentir como aquel joven se abalanzaba sobre ella para envolverla entre su brazos supo que había cometido un grave error. Si verlo la intimidaba, que la tocara lo volvía irresistible.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora