La piel de su rostro no terminaba de decidir qué dolía más, si el frío crujiente de aquella madrugada o la sal de sus lágrimas volviendola tensa. Llevaba tantas horas caminando sin rumbo que sus pies helados ni siquiera reclamaban. Su mente era un torbellino en el que las imágenes de las últimas semanas se sucedían para confirmarle lo ciega que había estado.Indiana no podía pasar de la sensación de sentirse una tonta. Nadie aparece en tu oficina con aspecto de tapa de revista para decirte que sos perfecta. Nadie insiste en pasar dos días con alguien que no conoce, nadie trabaja solo para una agencia de marketing. ¡Cómo había caído tan fácilmente!
Y luego el momento del beso, ese del que había huído como si en verdad fuera algo desagradable hacerlo. Se había enojado en ese momento, y sin embargo había vuelto a caer. Nadie insiste en recorrer una ciudad con un extraño, nadie viaja ocho mil kilómetros para renunciar a sus compromisos, nadie se olvida del mundo para mirarla de esa manera...
Incluso con la imagen de la mano de su madre sobre su brazo, su insistente mente volvía a sus encuentros. No podía creer que hubiera sido mentira. No terminaba de creerlo y eso hacía que duela aún más.
Se había enamorado de una mentira, le había entregado su corazón a alguien que creía conocer, pero ahora todo era incertidumbre.
Había pasado muchas noches llorando en su corta vida, pero este, sin dudas, era el llanto más gélido que jamás hubiera sentido, uno que lograba marcar un surco profundo en su golpeado corazón, uno que no estaba segura de lograr sortear.
Llegó al hotel con la claridad premonitoria del amanecer. Llevaba su cabello suelto, su piel helada y su vestido con manchas en el borde inferior a causa de haber estado descalza la mayor cantidad de tiempo. Caminaba a desgano, con sus hombros caídos y su cabeza agachada, no parecía quedar nada de la mujer que había logrado iluminar un salón repleto de personas que suponían ser la traducción de belleza.
Franco la miraba sin poder dejar de sentir a su propio corazón en el mismo estado. Se sentía abatido, culpable, tonto y demasiado dolido. Tuvo la necesidad de correr a abrazarla, pero la conocía muy bien y sabía que aún no podía hacerlo. Esperó sentado en aquel pasillo, en el que había pasado la noche entera, a que ella abriera la puerta de su habitación y entonces por fin se acercó.
-Indi, necesito que hablemos.- le dijo y su voz le causó tanto sobresalto que recién entonces logró verlo.
No pudo responderle. Las lágrimas, que parecían haber mermado volvieron de forma desbordante. Negó con su cabeza mientras sus ojos tristes estudiaban aquel rostro que creía conocer y de repente se había vuelto extraño.
-Por favor, necesito que sepas que entre tu mamá y yo no hay nada. Me pidió que te conociera y que pasara tiempo con vos. Nunca pensó que nos íbamos a... enamorar.- dijo y al oír esa palabra una risa amarga escapó de los labios de Indiana obligándolo a detenerse.
Franco la miró acercándose un poco para intentar entender el motivo de aquella risa. ¿Estaba dudando de su amor? Claro, que lo hacía si nunca se lo había confesado, descubrió con un temor cada vez más grande a perderla definitivamente.
-Te voy a hacer una sóla pregunta y espero, que al menos por respeto me respondas con la verdad.- dijo finalmente Indiana, motivada por una nueva sensación de indignación frente al hecho de que hubiera hablado de amor.
-Lo que quieras.- respondió rápidamente con la esperanza de poder explicarse.
-¿Viniste a mi oficina por qué mi mamá te había pagado?- arremtió con sus ojos expectantes clavados en los suyos.
Franco sabía que de su respuesta dependía su vida, demoró unos instantes, pero no sabía lo que debía hacer, la inteligente siempre había sido ella, él era un idiota que lo había arruinado, había arruinado una verdadera oportunidad de ser feliz, la única que había tenido en años. Bajó su mirada al suelo demostrando su vergüenza y respondió.
-Si.- le dijo y al ver como Indiana cerraba sus ojos, pudo sentir la replicas de su corazón estallando en mil pedazos.
-Pero eso no es todo. Fui porque ella me lo pidió, pero ni bien te vi supe que eras distinta, no sé, nunca me había pasado algo así y cuando comenzamos a pasar tiempo juntos descubrí un nuevo mundo, con vos tengo esa necesidad de sonreír aunque ni siquiera estemos hablando, quise alejarme cuando me animé a besarte porque no quería que pensaras que lo hacía porque alguien me lo había pedido, pero cuando te volví a encontrar supe que no quería estar lejos tuyo. Fui un tonto en no decirtelo antes, pero, Indi... desde lo de mis padres, dejé de creer que el amor era algo que existía, me focalicé en despersonalizar cualquier tipo de relación, en mirar sólo mi ombligo y vivir, vivir sin sobresaltos, sin sueños, sin esperar nada, así no dolía el no lograrlo. Pero te conocí y con esa sonrisa derribaste todo lo que pensaba, me demostraste que el amor no solo existe, también es lo más hermoso que le puede pasar a uno en la vida, porque verte, abrazarte, hacerte reír, hacerte sonrojar... ¡Dios, como me gusta verte sonrojarte! Amarte es lo más extraordinario que me pasó en la vida.- le dijo alzando su mano para intentar rozar su mejilla. Pero ella no lo dejó. Apartó su cuerpo como si Franco quemara y secando sus lágrimas enfrentó su mirada.
-Sería bueno que pudiera creer alguna de las palabras que dijiste.- respondió con su voz apagada carente de cualquier indicio que demostrara que aún lo amaba.
-¿Y si fuera cierto? - le preguntó acercándose, incluso frente a su negativa para tomar su rostro entre sus manos.
-Indi, yo sé que lo que nos pasa cuando estamos juntos es real. Es lo más real que viví en mi vida.- dijo deseando que pudiera verlo tambien.
-No puedo dejar de pensar que te acercaste a mi por dinero o lo que es peor.. Por lástima. Lo siento, por mas que quiero creerte, y creeme, en serio quiero, pero no puedo.- respondió volviendo a mostrar esa conexión entre sus miradas que mezcladas con sus lágrimas saladas le confirmaron a Franco que le decía la verdad y al notar como colocaba sus manos sobre las de él para apartarlas, incluso con ternura, de sus mejillas, supo que la había perdido.
Franco dio un paso hacia atrás y apretó sus labios conteniendo una nueva demanda de su cuerpo. Cada célula imploraba liberar su tristeza con lágrimas, pero no lo hizo, no sabía cómo hacerlo, sólo sabía fingir y eso fue todo lo que pudo hacer.
-Espero que algún día te des cuenta de cuanto te amo- fueron sus últimas palabras sinceras y antes de que ella dijera algo que terminara de matarlo se alejó por el pasillo, ofreciendo su andar abatido con sabor a una injusta despedida que ninguno deseaba.
Indiana lo miró y por un instante quiso llamarlo, quiso olvidar y volver el tiempo atrás, quiso creer sus palabras, quiso volver a tener sus labios, sus caricias y sus pensamientos.
Quiso, pero no pudo. Porque a veces un corazón agonizante no es suficiente.
Y aunque aquel final no era algo que ninguno hubiera elegido. Ninguno, tampoco, pudo evitarlo.

ESTÁS LEYENDO
¿Y si fuera cierto?
RomansaIndiana es una joven ingeniera que creció a la sombra de su madre Alex, una reconocida modelo internacional, de la que no podría ser más distinta. Cuando por fin siente que tiene su lugar obteniendo un prestigioso puesto en una importante empresa, F...