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Las siguientes dos semanas volvieron a recordarle a Indiana porque evitaba cualquier tipo de sociabilización. Había pasado días enteros culpándose por haber creído que un hombre como Franco podría encontrarla atractiva. Se había reprendido por alentarse a pasar tiempo con él, por abrirse y contar demasiadas cosas. Había sentido una conexión que la había llevado a hacerlo y al descubrir que todo había sido producto de su imaginación se sentía herida. No habían hablado de su madre, él parecía no saber de quién se trataba y eso lo había hecho aún más hermoso. Pero como solía pasarle en la vida, la había decepcionado. 

Intentaba recordar quién había besado a quien, pero la intensidad de aquel momento parecía tener la capacidad de borrar todo lo demás. La forma en que se había apoderado de su boca la había estremecido. No sabía si era el hecho de que lo encontrara tan atractivo o la pericia que había demostrado con una destreza casi quirúrgica, pero la realidad era que había logrado aflojar sus rodillas llevándola a aferrarse a ese cuerpo tan firme. Lo había invitado a subir. Eso era algo que nunca, pero nunca hacía. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué hubiese hecho si hubiera aceptado? pensaba sin poder sacarse el desencanto de sus ojos. 

Entonces el momento en el que había intentado tocarla se hacía presente. Se avergonzaba tanto de su cuerpo, lo sentía tan diferente al de su madre, que rozaba la perfección, que ni siquiera se sentía capaz de dejar que lo viera, mucho menos que lo tocara y sin embargo, en ese momento, motivada por un fuego desconocido que había encendido aquel beso, había estado a punto de intentarlo. 

Lo siento, no puedo. Aquellas palabras rebotaban sin pausa entre sus pensamientos. No podía. Claro que no podía. Un hombre como él no podía estar con alguien como ella. Él era perfección, estética y línea, mientras que ella era alboroto, autenticidad y curvas, demasiadas curvas. 

Debía sacárselo de la cabeza. Debía olvidar aquellos dos días tan irreales como maravillosos, si no contaba el final. Sin embargo allí estaba, googleando su nombre y volviendo a mirar aquella publicidad de la compañía en la que ni una sola de las imágenes que había tomado de ella aparecían. 

Llegó a creer que lo había imaginado, que aquello no había ocurrido, que sus fantasías y su mente soñadora la habían llevado a creer que un joven de ojos claros y sonrisa provocativa le había insistido en pasar tiempo con ella, la había acompañado a su lugar secreto y la había besado. Era mejor pensarlo de ese modo. Era mejor creer que formaba parte de una película romántica que había visto alguna vez. Era mejor sepultarlo en su memoria, al lado de las otras decepciones, que continuaban acumulándose. 

Suspiró con fuerza y volvió a incorporarse en su silla. Tenía que terminar aquella presentación, no le quedaba mucho tiempo. 

Una notificación en su teléfono le anunció un mensaje de Alex. No necesitaba escucharlo para saber lo que quería, pero de todos modos lo hizo. 

HOLA INDI, ESPERO QUE HAYAS EMPACADO LOS VESTIDOS QUE TE ENVIE. NO LLEGUES TARDE, SI NECESITAS LE DIGO A MI CHOFER QUE TE PASE A BUSCAR, PERO SABES QUE NO SOPORTO LA IMPUNTUALIDAD. MANDELE UN BESO A LA ABUELA Y NOS VEMOS EN EL AEROPUERTO. 

El tono de aquellas palabras se escuchó preciso en su mente mientras las leía a desgano. Su madre era así. Le gustaba sentir que tenía el control, era avasallante y calculadora. Indiana elegía creer que la invitaba todos los años a Nueva York porque la quería, pero en el fondo sabía que era la única fecha en la que ambas podían coincidir y la semana de la moda en aquella ciudad ofrecía suficientes eventos como para que apenas se cruzaran en dos almuerzos y una cena. 

TENGO TODO LISTO, NO NECESITO CHOFER. NOS VEMOS EN EL AEROPUERTO.

Escribió Indiana, cerrando su computadora luego. Eran las seis y media de la tarde del último viernes antes de sus vacaciones, no tenía porque seguir allí. 

-Indi ¿Todavía por acá? Te hacía New York.- dijo la voz de Armando, otro de los ingenieros del piso, desde la puerta de su oficina.

-Esta noche. Quería terminar la presentación, pero la verdad no puedo concentrarme.- le respondió ella ajena al movimiento de los dedos de aquel joven alto y castaño, de barba abundante y anteojos enormes. 

-Si queres la termino por vos.- le sugirió animándose a dar un paso hacia la oficina, que era una de las únicas que aún estaba habitada. 

-Muchas gracias Armando, pero no es necesario. Creo que faltan unos detalles que puedo terminar a la distancia. – le respondió ella como si trabajar en vacaciones fuera algo normal. 

-No deberías trabajar en vacaciones, Nueva York es muy linda, debería salir a recorrer.- le dijo disfrutando del hecho de que aquella conversación durará un poco más de lo que lo hacían habitualmente. Si bien había intentado acercarse a ella, la encontraba tan hermosa que siempre se ponía nervioso y no lograba que las palabras salieran de su boca. 

-Voy todos los años y el itinerario es  tan ajustado que apenas nos da tiempo de ir a comer.- le respondió ella mientras se ponía su abrigo. 

-No puede ser que vayas todos los años y no hayas ido al Central Park, deberías alquilar una bicicleta para recorrerlo, también deberías cruzar el puente de Brooklyn caminando y subir a la High Line. – le sugirió ganando un poco de confianza al hacerlo. 

Indiana lo miró y sintió que lo hacía por primera vez. En general no se detenía a estudiar a las personas, mucho menos en el trabajo. Conversaba lo necesario y se enfrascaba en sus tareas. Armando movía los pies con prisa, mientras sus dedos sudorosos se entrelazaban con movimientos torpes. Tenía los ojos evitativos clavados en el piso y si bien hablaba con buena dicción se notaba que estaba haciendo un esfuerzo grande para lograrlo. Entonces lo encontró adorable, no terminaba de saber porque hablar con alguien como ella lo ponía nerviosa pero quiso ayudarlo. 

Se acercó y colocó su mano sobre su brazo con cariño. 

-¿Sabes que?  Este año voy a hacerte caso. – le respondió regalándole una sonrisa que terminó de confirmarle a Arnaldo cuanto le gustaba.

Apelando a toda la valentía que tenía, que resultó ser demasiado poca, se animó a tomar su mano y al ver que ella lo miraba desconcertada habló:

-Sabes que te voy a extrañar mucho, Indi. Sos tan..- comenzó a decir pero ella no quiso herir sus sentimientos, era un joven adorable, pero no le gustaba. No quería que sintiera lo que ella tantas veces había sentido e intentando salir de la situación se apresuró a darle un abrazo corto y continuar camino hacia la salida. 

-Yo también voy a extrañar un poco todo esto. Gracias por las sugerencias, a la vuelta te cuento todo.- le dijo y cerrando sus ojos mientras apretó sus labios como si aquella escena le dejara un sinsabor que se sumaba al que ya sentía. 

No sentía pena por Arnoldo, no terminaba de entender que veía en ella, pero sabía que estaba equivocado. No se creía digna de gustarle a nadie y eso era algo que sabía precisamente a quien le debía agradecerselo.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora