Nueva York era tal y como la recordaba. Iba al mismo hotel desde los cinco años, conocía a la mayoría de los empleados, aunque la rotación había sido bastante frecuente. La mullida alfombra debajo de sus zapatos de tacón bajo le recordaron los días en los que su abuela tomaba su mano para acompañarla hasta el ascensor y aquel aroma a roble mezclado con cocoa rememoraron los largos desayunos a su lado planeando City tours que Alex nunca les dejaba hacer.Pero ahora Helga no estaba. Su cuerpo demasiado dolorido no le permitía hacer viajes tan lejanos. Pensó en la mujer que se había quedado para cuidarla y repasó la detallada lista que le había dejado. Creía haber tenido en cuenta cada aspecto, desde la taza que le gustaba para el desayuno hasta los horarios de sus novelas. Era ingeniera, los detalles y el ser meticulosa yacían en su ADN. Sonrió satisfecha mientras le enviaba una foto de aquel enorme hall, que aunque ya no fuera una niña aún veía inmenso. Aquella escalera era imponente y parecía ajena al paso del tiempo, mientras los muebles intentaban simular que provenían del siglo XVII y las arañas prolijamente lustradas presumían su estilo real.
-Ya logré que nos den las habitaciones, no pensaba esperar dos horas.- le dijo Alex para sacarla de sus recuerdos.
-¿A qué hora es tu primer desfile?- le preguntó Indiana ignorando el hecho de que su madre siempre consiguiera lo que quería.
-A las cuatro. Ahora viene la gente de peluquería y maquillaje, podes utilizarlas en mi cuarto.- le dijo mientras se acomodaba el cabello con elegancia y alzaba su mano para saludar a un turista que la había reconocido.
-Creo que voy a salir a caminar un rato. Nos vemos en el desfile.- le anunció Indiana girando sobre sus talones en dirección a la salida.
-¡Indiana! – la reprendió Alex pero al ver que más personas se acercaban para saludarla optó por lucir una sonrisa ensayada mientras con su mano señalaba con disimulo a su hija mirando a su agente para que se encargara de retenerla.
-Ni te molestes, ya no tengo cinco años. Creo que puedo pasar unas horas sola.- le dijo Indiana al hombre que llevaba cara de preocupación.
-Tranquilo, no tiene por que enterarse. Te prometo que estaré lista para el desfile.- agregó con esa sonrisa que lograba iluminar su rostro y entonces el hombre por fin sonrió.
-Se feliz, Indi. Yo te cubro.- dijo finalmente aquel representante de unos cincuenta años que muchas veces se parecía más a un padre que a un empleado para las dos.
Indiana le dio un abrazo espontáneo y por primera vez en sus veinte visitas a aquella ciudad atravesó la puerta del hotel sola. Sin cámaras, ni reporteros, ni autos de lujo esperándola.
Sin lograr borrar la sonrisa de su rostro comenzó a caminar por la Quinta Avenida, lo hacía con ritmo ligero, pero disfrutando de cada paso y tomando fotografías de cada cosa que llamaba su atención. Encontraba cada esquina más hermosa que la anterior. Entró a varios locales y recorrió los percheros con su vista. Siempre intentaba encontrar algo para su abuela, ni siquiera se molestaba en buscar algo para ella. Normalmente no le gustaba como le quedaba nada y prefería evitar el desencanto.
Luego de una hora de caminata por fin llegó de nuevo al Central Park, que era dónde se encontraba su hotel. Miró el reloj y una mueca de duda asomó a sus labios. Si no regresaba a esa hora no podría peinarse ni maquillarse, pensó, justo cuando veía un carrito que vendía comida. Era tan parecido a los que aparecían en las películas que sus labios volvieron a sonreír. Le tomó una fotografía y olvidando sus obligaciones cruzó la calle para pararse justo enfrente de una de las entradas al parque.
Llevaba unos jeans anchos y un buzo negro con el logo de aquella marca deportiva que a su madre tanto le gustaba en color rosa chicle. Su cabello estaba recogido y para poder disfrutar mejor de la vista se había sacado los enormes anteojos de sol. Arrugó sus labios una vez más mientras su vista estaba fija en el puesto que alquilaba bicicletas. Le hubiera encantado tomar una y recorrer aquel parque pero no podía.
El peso de la aprobación de su madre aún era demasiado grande. Sabía que no le perdonaría llegar tarde, aunque luego ni siquiera la cruzara durante el evento. Estaba allí por ella y debía respetarla. A veces deseaba ser un poco más rebelde, lograr que hacer lo que debía no fuera tan imposible de esquivar y sobretodo poder hacer su camino corriéndose de una vez de la sombra de su madre.
Volvió a ponerse los anteojos y negó con su cabeza. ¿A quién quería engañar? pensó con resignación, iba a obedecer una vez más. Como siempre.
Volvió a cruzar la calle y entró de nuevo al hotel, se quitó las gafas y comenzó a caminar hacia los asensores cuando su corazón casi se detiene. Como si sus pies se hubieran pegado a aquella alfombra no logró dar un nuevo paso y sus ojos se abrieron como si estuviera sufriendo una hipnosis.
Allí, a unos pocos metros, con su actitud arrogante y su sonrisa tan falsa como demoledora se encontraba el protagonista de sus sueños de las últimas dos semanas, que con sólo cruzar una corta mirada con ella había perdido toda la seguridad que solía mostrar y había optado por ignorarla como si ni siquiera la recordara.
Con el corazón cada vez más insitente, Indiana, finalmente logró volver a caminar. No tenía nada que hacer allí, pensó demasiado enfadada y entonces con paso firme y veloz finalmente llegó a los ascensores para derrumbarse ni bien sus puertas se cerraron.
¿De todos los lugares que existían en el mundo tenía que volver a verlo allí? ¿En la semana más importante para su madre? ¿En la que solía brillar aún más que en cualquier lugar? ¿En la que seguramente acapararía toda la atención y le demostraría que su lugar era en la habitación, comiendo los chocolates que le enviaban y escuchando sus aventuras de supermodelo?
Sintiendo que aquello comenzaba a ser demasiado para ella se arrojó sobre su cama y se abrazó a su almohada para derramar, una vez más, todas las lágrimas que parecía no querer dejar de fabricar su débil corazón.

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¿Y si fuera cierto?
Roman d'amourIndiana es una joven ingeniera que creció a la sombra de su madre Alex, una reconocida modelo internacional, de la que no podría ser más distinta. Cuando por fin siente que tiene su lugar obteniendo un prestigioso puesto en una importante empresa, F...