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Un año después

-Hai già lavorato molto. Ora di andare!- la voz de Fernando se oyó a un alto volumen creyendo que aún quedaban más empleados en el taller, pero como solía pasar, Indiana era la única que aún estaba concentrada realizando cálculos.

-Hola Fer, ya casi termino, andá yendo si queres.- le respondió sin siquiera mirarlo.

-Bueno, pero no te quedes mucho tiempo.- le respondió el español negando con su cabeza con resignación. Había intentado muchas veces que trabajara menos horas, pero Indiana estaba tan enfocada en finalizar aquel prototipo que no le importaba pasar largas horas en la planta.

Cuando sus ojos comenzaron a reclamar un descanso, por fin quitó la vista de su hoja de cálculos y estiró su cuello mientras un bostezo enorme asaltaba su boca sin previo aviso. La noche estaba instalada en Monza y el frío de la estación por venir comenzaba a hacerse presente. Disfrutaba su trabajo, había comenzado como una perfecta huída, pero ni bien había pisado suelo italiano, supo que aunque viajara millones de kilómetros su mente seguiría empeñada en recordarle sus días junto a Franco.

No lo había vuelto a ver, no después de escucharlo decir que la amaba y ni siquiera haber sonreído. Seguía pensando en él a diario, seguía preguntándose cuanto de lo vivido había sido cierto, seguía torturándose con la idea de que no había hecho lo suficiente. Pero luego recordaba que él no la había buscado tampoco y eso sólo podía significar que él si la había olvidado.

Con su madre había sido todo lo contrario, si bien tampoco la había querido ver, ella siempre lograba lo que quería. La había buscado, le había escrito, había intentado explicar lo inexplicable, y cuando supo que su hija se iba, la había acompañado al aeropuerto para  intentar mostrar su respeto, uno que nunca antes le había logrado demostrar y desde entonces no había dejado de escribirle. Alex parecía cambiada, pero Indiana había perdido la capacidad de creer en alguien o algo y por eso no lograba terminar de verlo.

Comenzó a caminar por la misma calle que recorría cada día desde hacía un año cuando su teléfono comenzó a sonar. Miró la pantalla y el nombre de Pancho la alertó.

-Hola.- atendió justo cuando un escalofrío recorría su espalda.

-Indi, menos mal que atendiste. Tenes que volver a Argentina.- le anunció con su voz seria y ella no necesitó más para confirmar que algo malo había sucedido.

Casi un día después Fernando tomaba su brazo con cariño mientras atravesaban la puerta del aeropuerto de Buenos Aires. Indiana sentía tanto dolor que casi no había pronunciado palabras en las últimas 24 horas. Pancho la recibió con un fuerte abrazo y al verla tan triste tuvo que contener la emoción también.

-No puedo creerlo, Pancho, no puedo dejar de pensar en las últimas palabras que le dije, siento que acabo de desperdiciar todo un año ¿Por qué la vida me la quitó sin siquiera avisarme?- le dijo mientras secaba sus lágrimas con el dorso de su mano.

-Creo que fue tan rápido que ni siquiera sufrió, se ha ido durmiendo en paz y estoy seguro de que lo ha hecho pensando en vos. Eras su vida entera.- le dijo mientras volvía a abrazarla, esta vez dejando a una angosta lágrima recorrer su rostro.

-Gracias Pancho, no sé si te lo dije lo suficiente, pero siempre estuviste con nosotras, no sólo como un representante, siempre te quisimos mucho.- le dijo y al ver a Fernando a su lado volvió a secar sus lágrimas para mirarlo.

-Ay, lo siento. Pancho, él es Fernando. - se lo presentó y ambos estrecharon sus manos.

-Un gusto, soy Ignacio, pero todos me dicen Pancho.- le dijo y Fernando sonrió.

-Lo sé, Indi me ha contado mucho de ti.- le respondió.

-Cosas buenas, espero.- le dijo a modo de broma para intentar vencer la emoción.

-Si, por supuesto.- respondió el español.

-Tengo el auto cerca, podemos pasar por tu casa si preferís, aún faltan dos horas para el entierro.- le dijo volviendo a su gesto serio.

-Prefiero ir directamente, sí no te molesta.- le respondió con los ojos vidriosos aún.

-Ok. Vamos directamente entonces.- respondió Pancho pasando su brazo por sus hombros para abrazarla en todo el camino hasta el auto.

Indiana se sentó atrás y mientras los hombres comenzaban una conversación cordial se acurrucó para mirar el paisaje. Extrañaba su tierra más de lo que creía, un año puede ser mucho tiempo pero en ese momento pareció un segundo. Su infancia, su adolescencia, su pequeña familia, su gran amor, todo la atravesó para convertir su tristeza en nostalgia, para intentar mitigar el dolor que produce la pérdida de un ser amado, para recordarle que aquella noche que habían destruído su corazón, era sólo una de las miles de noches de su vida. Tenía muchos momentos felices para recordar y debía enfocarse en ellos. Ella así lo hubiera querido y estaba dispuesta a honrar su memoria, aunque llevara un año sin verla, una vida juntas pesaba mucho más.

Y en aquel andar veloz, una sucesión de recuerdos amables comenzaron a descongelar a su corazón, lentamente y con precaución los deseos de no darlo todo por perdido comenzaron a ganar la batalla, para que la tristeza anidara y la esperanza intentara renacer. Porque la vida tiene esa ridícula forma de mostrar que incluso lo que creíamos imposible a veces no lo es y que el tiempo ordena, sana y ofrece segundas oportunidades. Ser lo suficientemente valiente para tomarlas, es la parte más difícil.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora