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Kit:

Aun tengo la incógnita en mi cabeza mientras camino delante de la ... 

Marquesa...

Trato de no mirar detrás y escucho sus pasos mientras nos encaminamos hacia la primera parada según mi jefe, y gratamente no es tan lejos.

Me acerco al dueño del establo, quien me trae dos caballos y la marquesa permanece una distancia considerada detrás de mi.

—Gracias.—Le pago al hombre gordo.

—Solo asegúrense de dejarlo en la tienda de mi hermano.—Acaricia el lomo del animal, uno negro, mientras el otro es de color marrón.

—Lo hare.—Le respondo.

—También dejaron esto para ti.—Deja de acariciar al animal y de su bolsillo saca un papel doblado y me lo entrega.

—¿Qué es?

Encoge los hombros y desdoblo la hoja, no entiendo porque tanta seguridad  y entonces veo de que se trata.

Un mapa.

Un mapa tachado en las zonas de las carreteras por el decreto dado, pero hay otras en el bosque, he visto algunas rutas y si es mejor desviarlas, sobre todo por los depredadores, las zonas por las que ya no se puede caminar y  el fango.

Agradezco al hombre, quien se retira  y la marquesa llega a mi lado, aunque su atención esta en el animal.

—Caballos.

Se ha vuelto a poner la capucha y ahora acaricia al marrón, el cual reacciona eligiéndola como su jinete temporal.

Tomare el negro, en fin.

Carraspeo antes de dirigirme hacia ella.

—Lady Murphy.

Sin mirarme, contesta.—Solo Murphy.

Finalmente me mira.

—Murphy, solo eso.

Murphy...

Trago saliva y le indico la ruta.—Iremos con los caballos hasta el siguiente pueblo, descansaremos por esta noche y despues tomaremos el camino del bosque. Sera más cómodo para usted si nos adentramos a el temprano y no por la noche.

—No tengo inconveniente con eso.

¿De verdad no lo tiene?

—Entiendo, pero no tocaremos pueblo hasta dentro de tres dias despues de adentrarnos.—Le hago saber, no necesito problemas por omitir información.—Y eso depende de nuestros pasos.

Ella sube un poco el vestido y me deja ver sus botas.

—Vengo preparada.

Tiene razón, por eso lleva ropa cómoda como las chicas del pueblo y no vestidos largos y/o tacones como las que usa cualquier miembro de la realeza, sin embargo no se si ella pueda soportarlo y quiero...

No, debo darle la mejor comodidad.

—Créame, marquesa, cuando este en el bosque...

Ella suspira.

—Bien, ya entendí.—Me interrumpe y me mira.—Si discutimos esto no llegaremos a nada.

Pone ambas manos sobre la montura del caballo y veo el impulso que desea dar para subir, le ofrezco la mano y cuando creo que va a tomarla, lo que hace es alzarse la falda.

Abro mucho los ojos y aparto la mirada cuando la piel sale expuesta, o eso intento porque me quedo viéndole por la daga que lleva en una correa aferrada a uno de sus muslos.

Cartas de una Reina (#7 Amores en la realeza)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora