CAPÍTULO III

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ISA

Estoy bien, no pasa nada. Hoy será...no, hoy es un buen día - Me repito las mismas palabras unas 10 veces frente al espejo, con la esperanza que en algún momento sienta que son verdad.

Pero no, nada de esto está bien. Decidí fingir que no conocía a ese hombre por el bien de mi economía, pensando erróneamente que si bien es cierto él está prácticamente en la más alta jerarquía en este lugar, pues no sería mi jefe inmediato. Pero, fui tan tonta que no me di cuenta que la entrevista, ¡fue ayer! ¡Ah!

Sin embargo, eso no justifica que haya aceptado un trabajo que no quería, en el cual tengo que cuidar al hijo del peor chico que he conocido en la secundaria. Y recalco que es el peor, porque ni siquiera tuvo la decencia de recordarme, es obvio que no sabía quién era al momento que me contrató.¿En qué estaba pensando?

¡Increíble! ¡Soy increíble! Increíblemente buena, sobrepasando la delgada línea hacia tonta.

Pero bueno, es momento de aceptar la realidad, que seré la nana del hijo del primer chico que me rompió el corazón. Si, porque lo hizo, aunque él no lo sepa.

Salgo del baño con las asas de mi bolso entre mis manos y una confianza fingida, lista para enfrentar mi cruel destino. Lo primero que ven mis ojos es un cuerpo musculoso apoyado de brazos cruzados en la pared frente a mi, y si, puedo distinguir que tiene músculos a pesar de la chaqueta que tiene puesta, ya que sus bíceps se marcan a la perfección en las mangas de esta. También, pese a que su cuerpo está inclinado puedo notar que es mucho más alto que yo. Su cabello negro esta peinado hacia un lado y sus ojos verdes me recorren el cuerpo de una forma que hace que me ruborice y me de calor en otra parte de mi cuerpo. ¡No, Isa! ¡No! Este es él chico que te rechazó y te hizo sentir fatal.

Repente cambia su postura, está rígido y me mira con seriedad - Esperaba que salieras. Sígueme por favor - Me indica mientras se dirige a un lado. No puedo evitar observar que su forma de hablar y comportarse conmigo cambia bruscamente. Por momentos es serio y rígido, y por otros se ve agradecido, sin contar el par de miradas que me da, que sin duda son algo más que amabilidad. Dios, me hago un mundo. Solo nos hemos visto unos 20 minutos.

Lo sigo hasta un par de puertas que al abrirse me muestran mi sueño, mi paraíso. Una cocina implementada en su totalidad con todo lo necesario para preparar la comida más deliciosa e innovadora. ¡Dios! ¿Esa es toda una estación para pastelería? Si, si lo es. Claro que lo es, por eso quise trabajar aquí en primer lugar. Me quedó parada unos dos minutos admirando todo lo que hay a mi alrededor, cuando una voz me saca de mi trance.

- Lo sé, está cocina es maravillosa. Alberto y Rosa hicieron lo posible para equipar este lugar con lo mejor, lo cual es muy útil a la hora de crear nuevos platillos. - Se queda callado unos segundos cómo si estuviera recordando. - En fin, él es mi hijo, Micky.

No fue hasta que mencionó al pequeño que me di cuenta de su presencia. El niño tiene el cabello negro y los ojos vedes igual a su padre.

Ahora que lo pienso, ¿Cuándo tuvo a su hijo? Tenemos la misma edad, debió tenerlo ni bien terminó la preparatoria. Wow, yo con las justas podía con mi vida en ese momento, incluso ahora, solo puedo con mi vida y la de Scoo.

- Hola, ¿qué tal, pequeño? Soy Isa, un gusto conocerte -Le digo quedando en cuclillas para estar a su altura y dando mi mejor sonrisa. Es un niño lindo y por la sonrisa torcida que pone, sé que es un pillo y estoy 100% segura que en su pequeña cabecita está maquinando las travesuras que me hará.

- Hola, soy Micky. Dime así, ya no soy pequeño - Por la forma en que lo dice podría creer que es un adolescente maduro, si tan solo no hubiera puesto un puchero en sus labios.

- ¡Oh! Perdone usted señor, no fue mi intención ofender - Digo de la manera más exagerada, ofreciéndole la mano para estrecharla.

Él solo me mira como si estuviera loca, y si, lo parezco. Sin embargo, me sonríe y me da la mano. Y ese gesto me brinda la esperanza de que este niño no será tan terrible conmigo, o eso quiero creer. 

De la cena al postre, hay un bocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora