Truman Capote. II

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31. Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno.

32. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese.

33. Pero el caso era que solo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos.

34. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo.

35. Hay que aprender, y de tantas fuentes: no sólo de los libros, sino de la música, de la pintura, de la mera observación cotidiana.

36. Así como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias, igual me ejercitaba yo con mis plumas y papeles.

37. Sin embargo, nunca discutí con nadie mi forma de escribir; si alguien me preguntaba lo que tramaba durante todas aquellas horas, yo le contestaba que hacía los deberes. En realidad, jamás hice los deberes.

38. Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado: el aprendizaje en el altar de la técnica, de la destreza; las diabólicas complejidades de dividir los párrafos, la puntuación, el empleo del diálogo. Por no mencionar el plan general de conjunto, el amplio y exigente arco que va del comienzo al medio y al final.

39. Ya a los diecisiete años era un escritor consumado. De ser pianista, ese hubiera sido el momento propicio para el primer concierto en público.

40. Siendo escritor, decidí que era el momento de publicar.

41. Envié cuentos a las principales publicaciones literarias y a las revistas de distribución nacional, que en aquellos días publicaban los cuentos de mayor "calidad". Mis cuentos aparecieron, puntualmente, en las mismas.

42. Luego, en 1948, publiqué una novela: Otras voces, otros ámbitos. Fue bien recibida por la crítica y resultó un best seller.

43. Durante diez años experimenté con casi todos los estilos y formas literarios, intentando dominar una variedad de técnicas, lograr un virtuosismo tan fuerte y flexible como la red de un pescador.

44. Por supuesto, fracasé en varias de las áreas que ensayé, pero es verdad que uno aprende más del fracaso que del éxito. Así fue en mi caso, y más adelante pude aplicar con gran provecho lo que aprendí.

45. De todos modos, durante esa década de exploración escribí colecciones de cuentos cortos.

46. Se oyen las musas recibió críticas excelentes; incluso fue elogiada por medios generalmente poco benévolos conmigo. Aun así, no llamó especialmente la atención, y las ventas fueron moderadas.

47. Sin embargo, el libro fue un acontecimiento importante para mí: mientras lo escribia, me di cuenta de que podría haber hallado solución a lo que siempre había sido mi mayor dilema creativo.

48. Desde hacía muchos años me sentía atraído hacia el periodismo como una forma de arte en sí mismo, por dos razones: primero, porque me parecía que nada verdaderamente innovador se había producido en la prosa, o en la literatura en general, desde la década de 1920, y segundo porque el periodismo como arte era casi terreno virgen, por la sencilla razón de que muy pocos escritores se dedicaban al periodismo y, cuando lo hacian, escribían ensayos de viaje o autobiografías.

49. Se oyen las musas me hizo pensar de una manera totalmente distinta.

50. Yo quería escribir una novela periodistica, algo en mayor escala que tuviera la verosimilitud de los hechos reales, la cualidad de inmediato de una película cinematográfica, la profundidad y libertad de la prosa y la precisión de la poesía.

51. Sólo en 1959 un misterioso instinto dirigió mis pasos hacia el tema un oscuro caso de asesinato en una región aislada de Kansas y finalmente, en 1996, pude publicar el resultado: A sangre fría.

52. Hice meses de investigación comparada sobre el asesinato, la mentalidad criminal, y entrevisté a un buen número de asesinos.

53. Yo no sabía nada sobre el crimen o criminales cuando empecé a hacer el libro, confieso que sólo utilicé el 20 por ciento de la investigación previa.

54. Para ser un buen reportero creativo, usted tiene que ser un muy buen escritor de ficción, es inútil para un escritor cuyo talento es esencialmente periodístico intentar un reportaje creativo, ya que simplemente no va a funcionar.

55. En un cuento de Henry James, creo que The Middle Years, el protagonista, que es un escritor en las sombras de la madurez, se lamenta: "Vivimos en la oscuridad, hacemos lo que podemos; el resto es la locura del arte". Dice esto, más o menos. De todos modos, James habla con toda franqueza, nos dice la verdad.

56. Lo más oscuro de la oscuridad, lo peor de la locura, es el inexorable riesgo que entraña. Los escritores, al menos los que están dispuestos a correr verdaderos riesgos, los que se aventuran a todo, tienen mucho en común con otra raza de solitarios: los que se ganan la vida jugando al billar y a los naipes.

57. Muchos pensaron que estaba loco al pasar seis años recorriendo las llanuras de Kansas; otros rechazaron mi concepción de la "novela verídica", decretándola indigna de un escritor "serio".

58. Norman Mailer la describió como "un fracaso de la imaginación", queriendo decir, supongo, que un novelista deberia escribir sobre algo imaginario y no sobre algo real.

59. Durante seis largos años, en que sentí los nervios desquiciados, no supe si tenía o no un libro. Fueron largos veranos y helados inviernos, pero seguía firme ante la mesa de juego, jugando la mano lo mejor posible. Luego, resultó que sí tenía un libro.

60. Un escritor debía tener a su disposición, sobre su paleta, todos los colores, todas las habilidades para poderlos combinar y, cuando fuera apropiado, aplicar simultáneamente.



 Un escritor debía tener a su disposición, sobre su paleta, todos los colores, todas las habilidades para poderlos combinar y, cuando fuera apropiado, aplicar simultáneamente

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Truman Capote.

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