Stephen King| Mientras Escribo. III

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61. Y cuando no trabajo, no trabajo nada, aunque esos periodos de inactividad suelen desorientarme y producirme insomnio. Para mí lo trabajoso es no trabajar. Cuando escribo es todo recreo, y las tres peores horas que he pasado en el recreo fueron divertidísimas.

62. Antes era más rápido. Tengo un libro, (el fugitivo) escrito en una semana, hazaña que quizás hubiese valorado John Creasey, (aunque he leído que él escribió varias novelas en dos días).

63. A pesar de todo, opino que la primera redacción de un libro, aunque sea largo, no debería ocupar por más de tres meses, lo que dura una estación. Si tarda más, al menos en mi caso, empieza a quedar la historia como algo un poco ajeno.

64. Me gusta hacer diez páginas al día, es decir, dos mil palabras. En tres meses son 180.000 palabras, que para un libro no está mal; si la historia es buena y está bien contada, el lector puede perderse a gusto.

65. Casi se puede leer en cualquier parte, pero tratándose de escribir es diferente.

66. La puerta cerrada es una manera de decirles a los demás y a ti mismo que vas en serio. Te has comprometido con la literatura y tienes la intención de no quedarte en simples promesas.

67. Cuando entres en tu nuevo espacio de escritura y cierres la puerta, ya deberías haberte decidido por un objetivo diario. Propongo unas mil palabras al día y como me siento magnánimo, añadiré un día de descanso semanal, al menos al principio. Más de uno no, o perderías la urgencia e inmediatez de tu relato. Una vez concretado el objetivo, toma la resolución de no abrir la puerta hasta haberlo cumplido. Dedícate por entero a poner las mil palabras en el papel.

68. La puerta te aísla del resto del mundo, pero también te confina, concentrándote en lo que tienes entre manos. ¿Verdad que al escribir quieres tener el mundo bien lejos? Claro que sí. Escribir es crearse un mundo propio.

69. Yo trabajo con la música a tope (siempre he preferido el rock duro, tipo Ac/DC, Guns'n Roses y Metálica) pero sólo porque es otra manera de de cerrar la puerta. Me rodea, asilándome del mundo.

70. En el fondo, creo que se trata de dormir creativamente. La sala de escritura debería ser igual de intima que el dormitorio, ser la habitación donde sueñas.

71. La razón de ser del horario (entrar cada día más o menos a la misma hora y salir cuando tengas las mil palabras en papel) es acostumbrarte, predisponerte al sueño como te predispones a dormir yéndote a la cama más o menos a la misma hora y siguiendo el mismo ritual.

72. Escribir y dormir se parecen en que aprendemos a estar físicamente quietos al mismo tiempo que animamos al cerebro a desconectar del pensamiento racional diurno, rutinario. Pero son necesarias la habitación y la puerta y es necesaria la decisión de cerrarla. También necesitas un objetivo concreto. Cuanto más dure tu adhesión a estos requisitos básicos, más fácil se te irá haciendo el acto de escribir.

73. Bueno pues ya estás en la habitación con la ventana y la puerta cerrada y el teléfono desenchufado. Le has dado una patada a la tele y te has jurado escribir mil palabras al día contra viento y marea. Llega el turno de la gran pregunta: ¿de que escribirás? Y de una respuesta igual de grande: de lo que te dé la gana. Lo que sea... mientras cuentes la verdad.

74. También sabe cosas el corazón y la imaginación. ¡Menos mal! Sin ambos, el mundo de la ficción sería un lugar bastante sórdido. Hasta puede que no existiera.

75. En términos de género, parece oportuna la premisa de que se empieza escribiendo lo que le gusta a uno leer. Si resulta que eres aficionado a la ciencia ficción, es normal que tengas ganas de escribir ciencia ficción. Si lo que te gusta son las novelas de misterio, querrás escribirlas, y si te gustan las románticas, es normalísimo que quieras hacer alguna. No tiene nada de malo practicar esos géneros. En mi opinión, lo que sería una pena es renegar de lo que conoces y te gusta, a favor de otras cosas sólo porque te parece que impresionarás más a los amigos, la familia y los demás escritores que conoces.

76. El escritor que se toma en serio su oficio no puede evaluar el material narrativo como un inversor estudiando ofertas de acciones y escogiendo las que parezcan más rentables. Si se pudiera, cada libro publicado sería un éxito de ventas seguro. Y no existirían los adelantos astronómicos que se pagan a tan docena de escritores de primerísima línea. (Ya le gustaría a las editoriales).

77. Hay que recordar que no es lo mismo dar sermones sobre lo que se sabe que usarlo para enriquecer una narración. Lo segundo es bueno. Lo primero no.

78. La trama es maquinaria pesada, el martillo neumático del escritor.

79. A menudo vislumbro el desenlace, pero nunca he exigido a ningún personaje que hagan las cosas a mi manera. Al contrario; quiero que vayan a la suya. A demás ¿qué sentido tiene preocuparse por el final? ¿De qué sirve en estar tan obsesionado en controlarlo todo? Algo, tarde o temprano siempre pasa.

80. Me parecía un material demasiado rico para no escribir. Se trata en todos los casos, de situaciones que se me ocurrieron (en la ducha, conduciendo, durante mi paseo diario) y que acabaron convertidas en libros.

81. A describir se aprende, que es una de las razones principales que sólo puedes hacer si lees y escribes mucho.

82. Una descripción insuficiente deja al lector perplejo y miope. El exceso de descripción lo abruma con detalles e imágenes. El truco es encontrar un buen punto medio. También es importante saber que describir y que descartar en el proceso principal que es contar algo.

83. A mi la literatura que describe exhaustivamente las características físicas y la indumentaria de los personajes me deja bastante frío. (Me irrita especialmente el inventario de guardarropía. Si tengo ganas de leer descripciones de prendas de vestir ya pediré un catálogo).

84. No recuerdo muchos casos en que sintiera la necesidad de describir el aspecto físico de los actores de una historia mía. Prefiero dejar que les pongan cara y cuerpo y ropa, el lector. Si yo describo el mío, excluyo el tuyo y pierdo una parte del vínculo de comprensión que deseo forjar entre los dos. La descripción arranca en la imaginación del escritor, pero debería acabar en la del lector.

85. Para que el lector se sienta dentro de la historia, concedo más importancia al escenario y el ambiente que a la descripción de personajes. Tampoco comparto la opinión de que la descripción física deba ser un atajo hacia la personalidad.

86. Para mi una descripción acertada suele componerse de una serie de detalles bien escogidos que lo resumen todo. En la mayoría de los casos serán los primeros que se le ocurran al escritor. Se trata de un punto de partida muy válido. Luego si entran ganas de cambiar, añadir o quitar detalles, adelante, que para eso se ha hecho la revisión, pero creo que en casi todos los casos los detalles que se visualizan en primer lugar son los más fidedignos, además de los mejores.

87. Debería tener presente que en la descripción es tan fácil pasarse como quédese corto (y si tiene algún duda te lo demostrarán hasta la saciedad los libros que leas).

88. Otra cosa importante que hay que recordar es que lo esencial no es el marco, sino la historia. No es aconsejable, ni en mi caso ni en el tuyo, hacer descripciones más frondosas de la cuenta sólo porque sea fácil.

89. Muchas veces cuando un lector deja un libro a medias por aburrido, el aburrimiento se debe a que el autor quedó fascinado por sus poderes de descripción, perdiendo de vista su prioridad.

90. Pero tomes el camino que tomes, siempre llega el momento de evaluar la calidad de lo que se ha escrito. Me parecería mal que cruzara la puerta del estudio un cuento o una novela de cuya legibilidad no estuviera seguro el autor.



Stephen King

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Stephen King.

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