Los tres hermanos salieron del edificio, sin portar nada más que sus teléfonos móviles y un manojo de llaves, con la esperanza de que, todo aquello que necesitaran para la misión, pudieran encontrarlo en aquel frío y solitario lugar, la morgue.
Avanzaron varias manzanas a pie, manteniendo conversaciones triviales, sin ninguna importancia, hasta que estuvieron enfrente de una puerta metálica roja que, tras bajar un pequeño tramo de escaleras, les llevaría a un extenso garaje.
—¿Qué hacemos aquí? -interrogó Len, caminando sin detenerse por el cemento gris del lugar.
—Ir a por el coche, ¿o pensabas que íbamos a ir andando hasta el hospital? -rió Aslan.
—No, pero tal vez iríamos en escobas voladoras o algún rollo así de magos -comentó haciendo que se notase el resentimiento en su voz.
—¿Puedes dejar de tomarte todo esto a coña? -atacó su hermana.
—Es que como no me ría de la situación lo mismo me tiro a las vías del tren.
—Pues ya estás tardando.
—¡Cassandra! -regañó el mayor.
—¡Si es que es un exagerado!
—¿¡Exagerado!?, ¡me habéis estado marginando todo este tiempo!, ¿¡cómo quieres que me sienta!?
—¡Supéralo ya, pesado!
—Len Grena olvida, pero no perdona.
—Y Cassandra Grena ni perdona ni olvida y mete unas ostias como panes, así que cállate.
—Venga... dejad de discutir... -interrumpió el tercero sin siquiera girarse para verlos.
Estos, temerosos de que su hermano volviera a alzarles la voz como antes, continuaron sin decir ni una palabra más, caminando pacíficamente entre disimulados empujones y pisotones que se dedicaban entre sí para molestarse mutuamente.
No tardaron demasiado en llegar al estacionamiento número 37, abriendo con una de las llaves la puerta corredera, y descubriendo un coche color negro de un tamaño medio a lo que solían ver por las calles.
—¿Quién se pone de copiloto? -cuestionó, sentándose de conductor y comenzando a arrancar el motor.
—¡Yo! -exclamaron al unísono, echándose una fugaz y amenazante mirada al darse cuenta.
—¿También vais a pelear por esto? -suspiró agotado, apoyando momentáneamente su frente contra el volante- ...Cass, tú irás al lado mía.
—¡Já! -sonrió victoriosa.
—Y a la vuelta será Len el que se ponga delante, ¿entendido?, no más gritos, por favor -rogó, recibiendo un rápido asentimiento de cabeza por parte de ambos para, acto seguido, meterse en el coche.
El viaje empezó con normalidad, recorriendo distintos barrios y calles que les conducirían hacia el centro sanitario sin ninguna clase de problema.
—Joder -se quejó la morena cuando frenó de nuevo- ya van tres semáforos en rojo seguidos... alguno es gafe seguro -ignorando sus palabras, el conductor miró el retrovisor para comprobar los asientos traseros, extrañándose por el comportamiento silencioso que había tenido el menor durante todo el trayecto.
—¿Todo bien, Len? -preguntó, observando su gesto desanimado.
—Sí, sí -levantó su vista- yo solo... estaba pensando... ¿cuál era el poder... "fuerza terrenal"? -se autocorrigió- ¿De Teo?
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Arrastrados
Ficção CientíficaTras la repentina y sospechosa muerte de su hermano, 3 jóvenes vagan por un mundo lleno de mentiras, misterios y una guerra oculta entre las sombras.