cap37: ALIADO

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Sin atreverse siquiera a mover un músculo, miraban aterrorizados a aquel Arrasatrado que acababa de entrar con facilidad, traspasando todas las medidas de seguridad de la sede, y que, ahora mismo, se acercaba a ellos lentamente y en completo silencio.

—¿Dónde está? -habló, cuando ya sólo les separaban un par de metros, con un tono ronco.

—¿Q... Quién? -tartamudeó nervioso, temiendo por su vida y la de su hermano.

—La chica, la joven del rostro lleno de pecas, cabello marrón oscuro y ojos negros -describió detalladamente, sin pararse siquiera a pensar- la que se infiltró en nuestra guarida.

—Aslan... -le murmuró, tratando que el otro no le escuchase- creo que se refiere a Cassandra...

—Murió -informó, percatándose, unos segundos después, de como la pose amenazante del desconocido encapuchado se había convertido en una mucho más vulnerable.

—¿... Murió?

—Sí, los tuyos la asesinaron, el tal... "Oscuro" la mató -recordó con un nudo en la garganta- ¿pero por qué has venido hasta aquí? -su cuerpo se posicionó delante del del menor para protegerle en caso de ser necesario, ignorando su desventaja causada por la debilidad que le provocaban las numerosas heridas- ¿por qué la buscas?

—Yo... -agachó su cabeza- yo solo tenía curiosidad...

—¿Por qué, por su interior, por destriparla y ver cómo era? -cuestionó en un tono bastante agresivo, sintiendo la mano de su familiar agarrarle el brazo para frenar su posible ataque.

—No, claro que no -negó sin dudar- era la primera vez que veía a alguien de fuera y me pareció una buena chica...

—Pues lo era -ante la sujeción de su acompañante, no le quedó otra que relajar su postura, permitiéndole continuar.

—Por eso, cuando vi que erais de la misma... ¿raza?, pensé que estaría con vosotros y os seguí... -analizó sus rostros a pesar de tener sus ojos cubiertos por la tela de la oscura capucha- de hecho... os parecéis un poco a ella...

—Somos sus hermanos...

—¿Y cómo entraste aquí, cómo nos seguiste sin que nadie te notara? -el de pelo largo no podía evitar seguir a la defensiva a pesar de la docilidad que mostraba el contrario, siendo incapaz de darle un voto de confianza después de todo el daño que su organización le había ocasionado a él y a su familia.

—Fácil -hurgó en su túnica, sacando unas tijeras negras de grandes dimensiones- soy un creador de portales, entro y salgo donde me apetece y cuando me apetece -explicó, sin importarle si, más tarde, aquellos hombres usarían esa información en su contra.

—¿Pero no se suponía que aquí había algo que te hace limitar tus poderes? -preguntó extrañado al Caperuza, el cual asintió igual de confundido.

—Por eso el agujero que creé es relativamente pequeño, sino lo habría hecho mucho más grande -sin saber cómo continuar con la conversación, o cómo escabullirse de aquel sujeto, los tres se quedaron callados, en completo silencio mientras miraban a su alrededor en busca de algo que comentar, siendo los gritos y los sonidos de bala de la planta más baja lo único que se escuchaba en el lugar- ... entonces... ¿la mataron?

—Sí -confirmó el Caperuza, mostrando un gesto de seguridad que se contradecía al miedo y la tristeza que en realidad sentía.

—Joder... por un momento me imaginé que... -su voz sonaba temblorosa- que... por un momento creí que tal vez... -suspiró- ... no importa... son sólo tonterías de una sombra... pero... me hubiera gustado conocerla, estar con ella y... ¿protegerla?... no sé...  se ve que todo eso no está hecho para mí...

—Hay algo que no entiendo -irrumpió el más joven, saliendo de detrás de su hermano para poder hablar mejor con el desconocido- ¿no se supone que vuestro deber y vuestro vicio es secuestrar y matar a los Caperuzas para investigarles?, sois los malos de la película, ¿no?, ¿por qué querrías protegerla o... lo que sea?

—Len... -le llamó para calmarle, logrando, por alguna razón, comenzar a empatizar con él.

—¿Vosotros...?, bueno... -reculó- ¿tú, Aslan, entraste a esta organización por cuenta propia o te obligaron o engañaron de alguna forma? -preguntó.

—Sí, se aprovecharon de nuestra situación para mentirnos y convencernos.

—¿Y si no hubierais aceptado, os hubieran dejado libres?

—Nos hubieran llevado en contra de nuestra voluntad seguramente.

—Ahí tienes la respuesta -concluyó, dirigiéndose ahora al más joven- no todos podemos elegir nuestro destino, y mucho menos cuando naces en el cuerpo de una sombra...

—¿Entonces no eres malo? -insistió.

—Claro que lo soy, el carácter y la ideología de mis antepasados y compañeros corre por mi interior al fin y al cabo.

—Yo creo que no lo eres -interrumpió el del bando contrario- o, al menos, no del todo -se corrigió- porque, con lo poco que conozco de vosotros, me atrevería a decir que ninguno tendría el valor de dejar libre a uno de los míos, y mucho menos de seguirle para... ¿formar una vida juntos?

—Eso no era... -giró su cabeza, avergonzado por sus palabras- no importa...

—Eres diferente a ellos... ¿cómo dices que te llamabas?

—Eddyan, me llamo Eddyan.

—Pues eso, Eddyan, no eres como ellos, si no, no estaríamos así, porque tú nos hubieras atacado y nosotros te hubiéramos atacado a ti, pero no lo hemos hecho.

—Grac...

—¡Vamos joder, moved el culo, hay que encontrar a esos hijos de puta de los Grena! -una voz reconocida resonó por un pasillo cercano, siendo seguida por múltiples pisadas que iban en su búsqueda.

—Joder, ya han terminado con los de la prisión, pensé que tardarían más... -masculló el mayor, mirando a su alrededor desesperado con intención de hallar una salida o algo que les sirviera de escondite.

—Tenemos que marcharnos ya, ¿puedes correr?

—Lo puedo intentar, pero no prometo durar mucho tiempo, además, las salidas principales ya las tendrás vigiladas.

—Ehhh... -un leve carraspeó del tercero llamó la atención de ambos- si queréis... os dejo pasar por aquí... -señaló con cortesía la grieta por la que había entrado hace unos minutos.

—¿Deberíamos fiarnos de él? -Len volvió a agarrar a su hermano para detenerle en cuanto le vio acercándose al agujero- ¿y si toda la historia que nos ha contado es solo una farsa?, además, la última vez que nos metimos en un agujero de estos, Cassandra se separó de nosotros y luego... -pequeñas lágrimas amenazaron con salir al recordar todo lo vivido en la mazmorra- ... no quiero perderte a ti también...

—Mírame -sostuvo sus mejillas para hacer contacto visual- ¿quieres salir de aquí? -asintió- ¿quieres que podamos mudarnos lejos, juntos, y empezar una nueva vida? -cada vez las pisadas y los murmullos se hacían más presentes- pues entonces... -le cogió en brazos, pillándole desprevenido e impidiéndole reaccionar- ¡para dentro! -le tiró con las pocas fuerzas que le quedaban, haciéndole entrar directamente para, acto seguido, meterse él también y aferrarse a su familiar en un cálido y temeroso abrazo.

Y, de nuevo, aquella sensación que ya habían experimentado antes, una absoluta oscuridad, una sensación de estar cayendo al vacío sin frenos, y un desagradable pitido que casi podía hacer que sus tímpanos sangrasen, sin embargo, esta vez, sí se atrevió a abrir sus párpados para admirar la imagen que creaba el gran cuerpo de su hermano rodeándole con fuerza, sin importarle la herida de bala ni el escozor que recorría toda su piel, solo asegurándose de que no pudiera alejarse de él y de que llegarían juntos al otro lado, rezando porque aquel fuera el último paso para alejarse de todo lo relacionado con poderes y mundos ocultos.

ArrastradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora